jueves, 25 de julio de 2024

JUSTIFICANDO LA INQUISICIÓN

"La Iglesia tiene el deber de conservar intacto el depósito de la fe cristiana, de ser la maestra de la verdad, de no permitir que la revelación divina se oscurezca o se falsee en las mentes de los fieles."
Se juntaron nada menos que cuatro jesuitas, Bernardino Llorca, Ricardo García Villoslada, Pedro de Leturia y Francisco Javier Montalbán, para escribir una Historia de la Iglesia Católica ad mayorem Dei Gloriam, a mayor gloria de Dios, el lema de la Compañía de Jesús, es decir, no para dar cuenta de los hechos protagonizados o relacionados con la Iglesia, sino para su exaltación y glorificación
La frase, incluida en el tomo II de dicha Historia, se las trae, la Iglesia, según este cuarteto, no se limita a valorar los hechos de los fieles, sino que pretende controlar hasta sus mentes. Y si tenemos en cuenta que en la quinta década del siglo pasado, cuando se publicó esta Historia,  en España eran católicos todos sus habitantes, puesto que todos habían sido bautizados a los pocos días de nacer, queda claro hasta qué punto controlaba la iglesia tanto la vida pública como la privada de los españoles, colaborando estrechamente con la sangrienta dictadura que atenazaba el país
Pero la cosa no se queda ahí, sino que en el epígrafe siguiente, el cuarteto sostiene que: "la Iglesia tiene también poder coercitivo para aplicar penas temporales a sus súbditos (ya no son ni fieles, son súbditos), lo afirma Pío IX en el Syllabus y lo confirma el Código de Derecho Canónico en el canon 2214 (que dice) 'la Iglesia tiene derecho connatural y propio independiente de toda autoridad humana (aquí se ve por qué encubren la pederastia) a castigar a todos los delincuentes súbditos suyos con penas tanto espirituales como también temporales.' O sea, la propia Iglesia se da a sí misma el poder de castigar con penas temporales a sus fieles y de este otorgamiento, estos cuatro deducen que la Iglesia tiene derecho a ejercer un poder coercitivo. Si esto no es una pescadilla mordiéndose la cola, entonces yo soy arzobispo de Baviera.
Ciudad cátara de Cordes-sur-Ciel
Todo esto viene a cuento de la defensa o justificación por parte del cuarteto de la primera Inquisición creada por Lucio III en 1184 para perseguir a los cátaros, así como, posteriormente, la cruzada decretada por Inocencio III contra esos mismos "herejes". Al respecto y antes de entrar en el tema, el cuarteto se explaya detallando la magnanimidad de la Iglesia con los herejes hasta el siglo XII, en que los papas advierten que no se puede acabar con ellos sin actuar enérgicamente y más allá de la excomunión, que se aplicaba hasta entonces. "Vista la perversidad de los albigenses (así llamaban también a los cátaros), afirma el gran cuarteto mintiendo con todo descaro, pues la única perversidad de aquéllos consistía en criticar a la Iglesia con el ejemplo de manera casi única, el "concilio de Tours (1163) permite a los príncipes católicos que los cojan presos, si pueden, y los priven de sus bienes" (los bienes, eso es lo que de verdad le interesa a la Iglesia). "Lo mismo viene a decir el concilio Lateranense III (1179), concediendo además indulgencias a los que tomen las armas para oponerse virilmente a tantas ruinas y calamidades con que los cátaros, patarinos y otros perturbadores del orden público oprimen al pueblo cristiano." (Aquí la falacia es del concilio, pues las únicas calamidades y ruinas consistían en que la Iglesia se estaba quedando sin fieles, ante la honradez y honestidad de los cátaros, reconocidas hoy por la totalidad de los historiadores no directamente eclesiásticos.)
Diocleciano
Pero lo mejor llega en el epígrafe titulado: La legislación civil contra la herejía, en el que, con toda la desvergüenza de la que hace gala esta tropa, el cuarteto afirma: "Vamos a ver cómo la represión sangrienta de la herejía no arranca de los pontífices, sino de los príncipes seculares." Y saltándose los tiempos y tergiversando el significado de las palabras, añaden: "es precisamente un emperador pagano el primero que debe figurar en la historia de la Inquisición contra los herejes. Diocleciano, así como persiguió sañudamente a los discípulos de Cristo, del mismo modo trató de exterminar a los maniqueos con un decreto del año 287... según el cual 'los jefes serán quemados con sus libros; los discípulos serán condenados a muerte o a trabajos forzados en las minas." Añaden que "Constantino el Grande les confiscó los bienes a los donatistas y los condenó al destierro, etc. Estos cuatro eminentes sinvergüenzas, por no emplear un apelativo más fuerte, se ciscan en la Historia callando que Diocleciano persiguió a los maniqueos en tanto que cristianos, pues también lo eran, y que contra los donatistas, igualmente cristinos, era san Agustín el que pedía la intervención militar del emperador.
Mani. Fundador maniqueísmo
Pero aparte de eso, cuando se escribe mintiendo es muy fácil que se escapen expresiones y aún frases enteras en las que se sostiene aquello que tratamos de negar. Así, cuando estos cuatro afirman que la represión sangrienta de la herejía no arranca de los pontífices, sino de los príncipes seculares, están reconociendo que, arranque de quien arranque, los pontífices practicaron la represión sangrienta, es decir, para que quede completamente claro, la Iglesia practicaba la represión sangrienta. 
Y aquí hay algo que a estos tipos y a otros muchos de su cuerda se les olvida cuando tratan de largarles al poder civil la responsabilidad de tanta muerte como la Iglesia ha producido o cuando relativizan, por ejemplo, la tortura afirmando que también la practicaban las autoridades civiles, se les olvida que el cristianismo es, según su propia predicación, la religión del amor y se les olvida, sobre todo, y esto sí que es un olvido serio, cómo su fundador fue sometido a tortura y finalmente condenado a morir en una cruz.

Imágenes: Internet

domingo, 21 de julio de 2024

LA MATANZA DE BEZIERS

Beziers
Las palabras herejía y hereje proceden del griego clásico haireté y hairetikós. En este idioma significaban tener una opinión distinta y particular de la existente en un grupo social, ciudad o Estado  y tomar decisiones de acuerdo con ella. No tenían nada de peyorativo o de ilegal y, por tanto, no eran perseguibles en modo alguno. En el mundo romano la interpretación siguió siendo la misma, hasta la aparición del cristianismo. Fueron los cristianos y, más en concreto, los cristianos católicos (había unos cuantos de cristianismos más) los que la convirtieron en un delito ideológico perseguible y punible. Fue en los concilios de Nicomedia (317) y de Nicea (325) en los que se determinó que herejía era toda creencia que se alejara o contradijera los dogmas de fe del canon católico prescrito por la Iglesia.
Desde este punto de vista y sólo desde él, los cátaros eran herejes. Uno de los problemas que la teología católica no ha sido hasta la fecha capaz de explicar es la existencia del mal. Los teólogos católicos han sostenido diferentes conclusiones, desde que el mal no existe, sino que se trata de ausencia de bien, hasta que estaríamos ante el sacrificio a que debe someterse un elemento de un orden determinado para la obtención o el provecho de un elemento de orden superior, como cuando, por ejemplo, te cortan una pierna gangrenada para salvarte la vida. Paparruchas. Cuando el león salta sobre la gacela, cuando es necesario matar para vivir, está más que clara la objetividad y la autonomía del mal.
Teólogos debatiendo sobre el mal
Los cátaros trataron de resolver este problema de una forma mucho más lógica. Sintetizando mucho, en su teología, existe un Dios que es bueno y está sentado en su trono en la cumbre de su paraíso, y el mundo, donde vivimos los seres humanos y en el que se encuentra el mal, no fue creado por Él, sino por un ser intermedio y maligno. O lo que viene a ser lo mismo: el mal está en la materia; el alma, que es espiritual, es, por ello, buena y está convocada a su unión con Dios, una vez que abandone la cárcel del cuerpo.
De ello deducían la necesidad de vivir modestamente, alejándose de una iglesia ostentosa, descomunalmente rica, egoísta y carcomida por el apego a este mundo, con todos sus vicios y sus obscenidades. Eran, desde luego, cristianos, seguían, según su versión, al Cristo de la sencillez, de la pobreza, del desprecio de este mundo y de la esperanza, lo que les parecía que era el contenido real y verdadero del evangelio. Aunque llegaron a tener obispos, su organización no era jerárquica y centralizada, como el catolicismo, sino que se constituían en iglesias locales mancomunadas. Sus sacerdotes, los buenos hombres -también admitían sacerdotisas, Esclarmonde la Grande lo fue- recorrían los caminos de ciudad en ciudad únicamente con la Biblia cátara, compuesta por los cuatro evangelios, los hechos de los apóstoles y las epístolas.
Con estas simples armas y una absoluta honradez, libre de la hipocresía católica, se extendieron por el sur de Francia, Occitania y la Provenza, por Alemania y por Italia, comiéndole el terreno al catolicismo, cosa que, con su afán universalista y exclusivista, la Iglesia no podía tolerar. Así es que, después de algún intento fallido de conversión mediante la predicación y el debate, en 1208, el papa Inocencio III convocó una cruzada, al frente de la cual puso a Arnaut Amalric, abad del monasterio cisterciense de Citaux. Éste reunió un ejército formado por un tropel de mercenarios en el que no faltaban campesinos y obispos.
Matadlos a todos
En el verano del año1209, este ejército cercó la ciudad de Beziers, donde se habían refugiado bastantes hombres buenos y algún obispo cátaro. Los ciudadanos se negaron a entregarlos y el ejército, con el abad Amalric al frente, consiguió entrar en la ciudad. En ella organizaron una auténtica carnicería, en la cayeron igual hombres, mujeres, niños y ancianos. "Matadlos a todos, Dios distinguirá a los suyos", había respondido Amalric a la pregunta de cómo distinguirían a los cátaros de los que no lo eran. Y no dejaron ni un solo superviviente. Derribaron las puertas de la Iglesia, en la que se habían refugiado varias centenares y los degollaron a todos.
Aquella noche Amalric le escribía al papa, regodeándose de su acción: Hoy, su Santidad, veinte mil ciudadanos fueron pasados por la espada sin importar el sexo ni la edad." En sólo un día, bajo el pontificado de Inocencio III, la Iglesia católica, mató a veinte mil  cristianos, porque cristianos eran todos, muchos más, pero muchos, que todos los que a lo largo de varias centurias habían matado los emperadores romanos.

Fuentes:
Cruzada contra el Grial.- Otto Rahn
Los cátaros.- Jesús Mestre
Historia de la Iglesia Católica. Tomo II.-Llorca, Villoslada, Leturia y Montalbán
La puta de Babilona.- Fernando Vallejo

viernes, 12 de julio de 2024

VÍRGENES CONSAGRADAS

El rechazo de la sexualidad es una de las características principales del cristianismo, más aún la de la mujer, a la que desde siempre le han pedido la conservación de su virginidad. No en vano, la religión cristiana hunde su primera raíz en una virgen, la judía María, que concibió y parió a Jesús sin pérdida, ni siquiera daño, del apreciadísimo himen. San Pablo aceptaba el matrimonio sólo para aquellos que podían abrasarse en el fuego del deseo y, en consecuencia, pecar, yendo con rameras y otras mujeres de mal vivir. (En este y en la mayoría de los asuntos de los que trata en sus epístolas, el gran difusor del cristianismo católico se dirige prácticamente siempre al hombre) San Jerónimo (340-420) aconsejaba a una matrona romana de elevada posición cómo debía ser la educación de su hija Paulita, consagrada a Cristo ya desde antes de su nacimiento.
Imagen de El Confidencial
Luego vinieron los conventos, comunidades de mujeres, teóricamente vírgenes, dedicadas a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Pero al margen de los conventos, desde la época medieval y hasta bien avanzada la Edad Moderna se produjo en España el movimiento de las emparedadas, mujeres que sin ser monjas ni seguir regla alguna y sólo por amor a Cristo decidían encerrarse de por vida, generalmente solas, pero en algunos caso en grupo, en espacios estrechos y sin comunicación exterior, dedicadas enteramente a la oración y, por supuesto, con absoluta castidad. Bien cierto es que la Iglesia nunca vio con demasiado agrado este movimiento y muchas de aquellas, vamos a decir, piadosas mujeres tuvieron problemas con el obispo de su diócesis.
Este movimiento pasó. Sin embargo, cómo cambian los tiempos. La aparición de los anticonceptivos, así como en nuestro país el fin de la dictadura, liberalizó la sexualidad, principalmente, al liberar a la mujer de la servidumbre del embarazo no deseado (sigue habiéndolos, pero ahora, más que nada, por error o por dejación), circunstancia que restó y de qué manera importancia a la sacrosanta conservación del himen hasta el momento del matrimonio. La Iglesia, no obstante, aunque más comedidamente, sigue abogando por la castidad, ahí está manteniendo el celibato de sus sacerdotes, a pesar de los problemas ya constatados que aquél produce.
Imagen BBC
Ahora bien, dentro de esta eclosión de libertad sexual, si ahora, en pleno siglo XXI, uno de esos periodista callejeros que hacen preguntas al azar para determinados programa de televisión, preguntara si al día de hoy existen mujeres que dedican a Dios su castidad, todo el mundo contestaría que sí, que, aunque escasos en vocaciones autóctonas, ahí siguen en pie los conventos de monjas, devotas esposas de Cristo, muchas de ellas todavía en rigurosa clausura. Pero si el periodista añadiera que no se trata de monjas, sino de mujeres seglares que, al estilo de las antiguas emparedadas, deciden no ofrecer su vida, como hacían éstas, sino, exactamente, su virginidad, la respuesta, probablemente, sería un gesto de asombro y de incredulidad o, directamente, una carcajada.
¡Y no obstante, existen!
¿Ahora, en pleno siglo XXI?
Ahora y aquí mismo, en la tierra de María Santísima, en esta España nuestra que dicen tan liberal, tan laica y con una Justicia tan justa. ¡Qué tiempos! La Iglesia, a la que tan poca gracia le hacían aquellas emparedadas de antaño, porque no se sometían a regla alguna, consagra hoy a estas nuevas vírgenes, a veces, en pomposas ceremonias celebradas en las catedrales, sin necesidad de profesar en convento alguno ni el de realizar otro voto que el de su perpetua virginidad.
Conferencia Episcopal Venezuela
Y están aquí, entre nosotros, caminan por las calles, pasean por los parques, se entregan a su trabajo, participan en labores sociales ¡y son vírgenes! Unas ejercen de maestras, otras de médicos, otras son funcionarias municipales o estatales. Unas viven con sus padres, otras solas, otras comparten piso. Visten como cualquier mujer de hoy, alternan con sus amigos, no se apartan del mundo, uno de los enemigos clásicos del alma (los otros dos son el demonio y la carne), de modo que no es posible distinguirlas ni por su aspecto ni por sus vestidos. En lo único que se distinguen de las demás mujeres con las que nos cruzamos es en que, más allá de sus ocupaciones mundanas, ellas viven entregadas por completo a su Amante, un Amante perfecto, según creen, que les perforará el alma con el dardo de su amor, pero nunca, nunca les desgarrará su delicado humen, como acostumbramos a hacer los bestias de los amantes humanos.

domingo, 7 de julio de 2024

LA MUERTE ES UN ORGASMO CÓSMICO

Golondrina
Con diez u once años vi, creo recordar que en el cine Andalucía, de verano, la película
Los crímenes del museo de cera, sobradamente conocida. En ella hay una secuencia en la que la protagonista, tras descubrir que su amiga desaparecida es la figura que se exhibe en el museo, se enfrenta al director del mismo. La tensión sube rápidamente, hasta el punto de que en un momento ella le da al director un puñetazo en la cara y ésta salta en pedazos, porque se trata de una máscara de cerámica, dejando al descubierto un rostro quemado de horroroso aspecto. El impacto que me produjo aquella secuencia fue tan intenso que durante años, tres o cuatro, entraba en los lugares oscuros silbando o cantando del canguelo que llevaba encima.
El miedo puede mover montañas más altas que la fe, no hay más que ver, como han ofrecido ciertos documentales, la transformación que sufre una persona cuando se ve amenazada por el fuego, por ejemplo; puede hacernos enloquecer y entonces igual podemos arrojarnos por un precipicio que coger un cuchillo y salir a la calle repartiendo puñaladas. Pero estos son caso excepcionales, la realidad es que en prácticamente el cien por cien de las ocasiones el miedo paraliza y domestica.
¿Y todo esto a cuento de qué viene? Pues a que desde hace un tiempo no paramos de retroceder, no sólo en el ámbito de la política, sino en el de todos los campos de la actividad social. Y la raíz de ese retroceso no es otra que el miedo, inoculado groseramente por activistas de extrema derecha y neofascistas, pero también por ideólogos que se manifiestan con un lenguaje más elevado y, aparentemente neutral, y desde ángulos en principio alejados de la política e incluso de las preocupaciones diarias de la gente.
Jeff Dune
Hace poco más de una semana un tal Jeff Dune, doctor en física nuclear, al que no tengo le gusto de conocer, declaraba en una entrevista que le hacían en el periódico La Vanguardia que "hay pruebas abrumadoras de que nuestra conciencia, nuestra propia identidad, no son el resultado de la actividad de nuestras neuronas. Existimos más allá de los físico." Bien, ¿pero qué pruebas son esas que menciona el señor físico nuclear? El número de relatos de experiencias cercanas a la muerte. "El yo", añade el caballero, "no está limitado por el tiempo, las evidencias de que la consciencia no es el resultado de la forma física están ahí y a mí me lleva a afirmar que nuestra consciencia no depende de lo físico para su existencia." Es decir, que todas las pruebas reales que aporta el buen señor consisten en su apreciación personal. Pero lo interesante no es eso. ¿No sé si les suena  el recurso o la invocación de la consciencia? Si no les suena todavía, prosigamos de momento.
Hace tres o cuatro días, en el mismo periódico, entrevistaban a Enric de Benito, en esta caso, un eminente doctor en medicina que durante cincuenta años (hoy tiene setenta y cinco) ha sido médico de cuidados paliativos en los Hospitales Virgen de la Salud y Juan March, de Palma de Mallorca, y que actualmente da conferencias y cursos en la Universidad Ramon Llull, también en Palma de Mallorca y en distintas universidades del mundo. Es, además, autor de un libro, El niño que se enfadó con la muerte, que lleva cinco ediciones y cuyos derechos de autor el señor Benito destina a la Sociedad Española de Cuidados Paliativos.
Doctor Enric de Benito
En esta entrevista, que le hacen. igualmente, en la Vanguardia y que parece una redundancia de la anterior, aunque con matices ligeramente distintos, el eminente doctor va soltando perlas a cual más sorprendente. Así, por ejemplo, afirma que "igual que el nacer está bien organizado, el proceso de morir también." Y no sólo eso, sino que, añade don Enric: "el proceso fisiológico por el que pasa la madre está bellamente organizado para que el bebé pueda nacer y con la muerte pasa lo mismo." Yo no sé si alguna parturienta estará de acuerdo con esta afirmación, pero a mí, francamente, con el dolor que sufre la mujer, la sangre, los fluidos pegajosos y, a veces, hasta excrementos, un parto me parece muchas cosas antes que bello.
La afirmación siguiente es todavía más sorprendente, aunque a estas alturas pocas cosas puedan sorprendernos: "La muerte es un orgasmo cósmico, y yo lo sé porque lo he visto miles de vece. Yo no hablo de lo que no sé." Yo tampoco hablo de lo que no sé, pero he visto morir a varios familiares y si esas muertes son lo que dice el doctor, yo soy Capitán General de la Armada.
Pintura de Ferdinand Hodler
El señor de Benito asegura que no cree en nada, sabe. No va a misa ni le interesa nada de la religión, eso dice. Tampoco cree que el tiempo sea algo objetivo, sino que sólo existe en nuestra mente y afirma con aplastante rotundidad: "El sufrimiento no es más que rechazo de presente." Y tu te preguntas qué pensará de esto una persona con dolor crónico o con dolor permanente por la desaparición de un hijo o una hija, por ejemplo. Pero es que un poco más adelante, con un lenguaje tan campechano como el del emérito fugitivo: "Un hijo de puta es una persona mal informada de sí mismo. Lo que somos todos es belleza, verdad y bondad." Una afirmación que cuando echas una mirada alrededor no puedes menos de preguntarte: ¿pero con qué ojos mira el mundo el señor doctor?
Todo esto para llegar al fin a lo que de verdad le interesa y de lo que no ha dejado de hablar entre líneas desde el comienzo de la entrevista: la consciencia. Ésta es la que informa nuestra vida, un elemento inmaterial, autónomo, dentro pero al margen de nosotros, por tanto, imperecedero. ¿Les suena ya? 
La consciencia pirándoselas
El señor doctor y la totalidad de los que hoy tratan estos temas hablan, en realidad, del alma, la vieja alma absolutamente desprestigiada, a la que, para resucitarla sin producir rechazo, dan el nombre de consciencia, un elemento que constituye el núcleo del yo, para el que el proceso de morir, no la muerte, don Enric afirma que la muerte no existe, nos lleva a la plenitud y a la existencia eterna. "¡Por favor, dejen de sufrir tanto!, exclama el eminente médico, "estén tranquilos, no tengan miedo, palabreja ésta, la del miedo, que no falta jamás en charlas, conferencias, entrevistas y declaraciones de grandes entendidos en este asunto.
De ser yo la periodista, le habría preguntado a don Enric dónde estaba la consciencia antes de nuestro nacimiento. Se lo pregunté a uno que hacía un comentario sobre la entrevista. Esta fue su respuesta: "en otro plano, en una dimensión atemporal, mientras no estuviera encarnada en una vida terrenal como la presente.
Insistí: ¿Y cuándo entra en el cuerpo de un nuevo individuo, en el momento de la concepción o en el del nacimiento? No obtuve respuesta, ¿para qué?, si estaba ya todo meridianamente claro. 


miércoles, 3 de julio de 2024

LA ÉTICA DEL ARCHIVERO

Nieto Cumplido
Hace unos días, en Facebook, le censuraron a mi amigo Paco Muñoz la entrada de su blog Notas Cordobesas Una inscripción romana debajo de una baza de la ampliación de Almanzor. Motivo: comentar de pasada que al archivero de la catedral Manuel Nieto Cumplido le había salido un hijo, una noticia que confirmó la Cadena Ser el día 2 del presente mes de julio. Ese hijo fue fruto de una relación de varios años a partir de 1960 con una señora casada, cuando Nieto Cumplido fue párroco de la iglesia de Peñarroya (Córdoba). El niño habría nacido en 1963, aunque la señora se lo adjudicó al marido.
Para completar la catadura moral del que años más tarde llegaría a ser, en efecto, canónigo del cabildo catedralicio de Córdoba y archivero de la catedral, reproduzco la entrada que con el título de referencia publiqué en el antiguo El cuaderno escarlata, el 21 de noviembre de 2015, cuando el señor archivero aún estaba vivo. Aquí va:

En una entrevista publicada en el diario Córdoba el 6 de marzo de 2014, a la pregunta acerca del reconocimiento de las distintas culturas que se reflejan en el bien cultural que constituye la Mezquita-Catedral, causa, una de ellas, por la que la ONU reconoció al monumento cordobés como Patrimonio de la Humanidad, el entonces archivero de dicho templo respondía textualmente: "Los árabes salieron de Arabia con sus tiendas, y al llegar a Siria descubrieron el arte cristiano. Como no tenían otro arte, utilizaron el cristiano, entonces aquí todo lo que hay es arte nuestro.
El archivero mentía y lo hacía no por error o ignorancia, sino a sabiendas, es decir, cometiendo un pecado venial, si es que no, dada la trascendencia del asunto así como la importancia del monumento, un pecado mortal.
Tres cosas se aseguran los individuos que profesan en la vida religiosa dentro de la Iglesia Católica: las habichuelas, el colchón y el techo, tres elementos esenciales para la vida por los que los seglares en general han de luchar día tras día en la jungla mundana, sin que ninguno de ellos los tenga regularmente asegurados, por mucho empeño que pongan en la lucha. Ahora bien, la Iglesia Católica es una organización piramidal de invencible jerarquización, pero si uno está dispuesto a pasar por las horcas caudinas del superior y a dejar la personalidad propia en la puerta de la institución, se acabó el problema.
El archivero en su archivo
El archivero, que lo es desde 1973, ha manifestado en alguna que otra ocasión que el clero cordobés, más que obediente, es sumiso al obispo (diario Córdoba, 30-7-2003). Con esa capacidad de sumisión, que se encuentra muy por encima de su indudable capacidad intelectual, Manuel Nieto Cumplido supo moverse con exquisita habilidad en las, en ocasiones, tenebrosas aguas de la diócesis cordobesa hasta conseguir el puesto más conveniente para la satisfacción de sus inquietudes, que no son otras que la defensa, con verdad, con mentira y con lo que haga falta, de quien le proporciona los tres elementos de los que hablamos más arriba.
Los Estados, incluso los más herméticos, así como la práctica totalidad de las organizaciones humanas hacen públicos los documentos de sus archivos al cabo de un periodo de tiempo más o menos dilatado. Esto es así porque, públicos o privados, los archivos son, en último término, de todos, pues constituyen elementos principales para conocer nuestra historia. Haciendo gala de la egolatría y el secretismo que la caracterizan, la Iglesia Católica guarda celosamente su archivos, permitiendo el acceso únicamente a investigadores de su cuerda y haciendo públicos sólo aquellos documentos que le convienen para la defensa de sus intereses. El cabildo catedralicio cordobés no podía ser menos, de modo que el archivero ha convertido el archivo de la catedral en una trinchera a la que sólo tienen acceso él y aquellos que, no teniendo empacho en bailarle el agua, él considera convenientes.
El obispo Asenjo
En 1998, el gobierno de José María Aznar realizó una modificación de la ley hipotecaria, vigente desde la dictadura franquista, que convertía a los obispos del país en fedatarios públicos, de modo que con su sola fe podían registrar a nombre de la Iglesia bienes inmuebles y rústicos, de usos religioso o no, que hasta entonces tenían la consideración de públicos. De este modo, como se sabe, la Iglesia Católica se ha venido apoderando desde entonces no sólo de templos y ermitas, sino de terrenos, caminos y hasta de plazas públicas, como, por ejemplo, la del Pocito, en la barriada de la Fuensanta de la capital cordobesa. En 2006, valiéndose de esta ley, el obispo Juan José Asenjo registró en el Registro de la Propiedad de Córdoba la Mezquita-Catedral a nombre del obispado, por sólo treinta euros, curiosamente el mismo número de monedas que, según el evangelio, cobró Judas por traicionar a Jesús.
Desde la cesión de Fernando III a la Iglesia en 1236, el obispado cordobés ha pugnado en diversos momentos por desislamizar la Mezquita. En 1489, el obispo Iñigo Manrique destruyó cuatro tramos de la ampliación de al-Hakem II, el mejor espacio del oratorio musulmán, para construir una miserable nave gótica que se usó como capilla mayor o catedral cristiana. Posteriormente, en 1523, otro obispo Manrique, Alonso en este caso, desechó esa capilla para construir la actual catedral cristiana obras que se prolongarían durante dos siglos. Mientras tanto, se fueron construyendo numerosas capillas para enterramiento, generalmente, de nobles. No obstante, en ningún momento se intentó silenciar el mérito de la construcción islámica, ni siquiera quitarle importancia. Este trabajo se iniciaría tras el registro del edificio a nombre del obispado y, más concretamente, tras la llegada en 2010 del obispo Demetrio Fernández, quien anda empeñado hasta en borrar el nombre de Mezquita, dejando sólo el de catedral, exactamente, Santa Iglesia Catedral.
Pero hablábamos del archivero. La catadura ética de este individuo se pone de relieve ya en el título de su libro La persecución religiosa en Córdoba, 1931-1939. Él que, como va dicho, es un fino intelectual, sabe perfectamente que una persecución requiere un plan, un método, unas directrices y una ejecución, y aquí se asesinaron sacerdotes, sí, pero por grupos incontrolados de gente exasperada por la constante cercanía de éstos elementos a los caciques y señores poderosos de la provincia. También Franco mató sacerdotes que se mantuvieron al lado de la República y al señor archivero no se le ocurrió hablar de ello. Ahora que parece actualizarse otra vez el asunto del Estado laico y que buena parte de la población muestra su hartazgo por los abusivos privilegios de que goza la Iglesia, un buen número de fieles se sienten ofendidos y vuelven a traer a la palestra la por ellos llamada persecución. Y es que nadie como la Iglesia para hacerse pasar por víctima en cuanto siente la más mínima amenaza.
Primera Edición
En 1995, nuestro archivero publicó un monumental volumen con el título de La Mezquita-Catedral de Córdoba. Era el tiempo del obispo Javier Martínez Fernández, gran encubridor de pederastas, como quedó demostrado no hace tanto en su nuevo puesto de arzobispo de Granada. Aunque con algunas reticencias y racanerías, en este amplio trabajo el archivero acepta la enorme importancia artística, así como el genio derrochado por los agarenos cordobeses en la construcción de la Mezquita, una importancia que ha sido valorada a lo largo de la historia por infinidad de intelectuales, críticos e historiadores, desde los musulmanes al-Tazi (s.X), o Ibn Idari (s. XIV) hasta los europeos Ambrosio de Morales, Pedro de Salazar, Antonio Ponz, David Roberst, Pedro de Madrazo, Pascual Madoz, Jovellanos, Leví-Provençal, Henri Terrase, Gayangos o Manuel Ocaña, por mencionar algunos.
Esta obra tuvo un considerable éxito, agotándose rápidamente. Como existía una gran demanda de la misma, se hacía necesaria una segunda edición, pero ésta no se produjo hasta trece años más tarde, es decir, en 2008, una vez inscrita la Mezquita en el Registro de la Propiedad. Trece años de raro silencio editorial, si se tiene en cuenta que la edición estaba a cargo nada menos que de Cajasur. Un silencio que dio lugar a la propagación por los conventículos de la ciudad de rumores en los que se daba cuenta de auténticos navajeos a cuenta de envidias, vetos eclesiales y, sin duda, de la, a juicio de muchos, postura comedida y ecuánime del archivero en su estudio y descripción del monumento.
Segunda edición
En 2008 habían cambiado bastante los tiempos. La Mezquita ya era de la Iglesia y es probable que el archivero hubiera visto peligrar en aquellos rumores si no sus habichuelas, su colchón y su techo, sí su trinchera tan laboriosamente trabajada, de manera que algún arreglo había que hacerle al libro en esta segunda edición. El archivero empezó por modificar sustancialmente el título. Ya no se llamó La Mezquita-Catedral de Córdoba, como su había llamado siempre desde la conquista cristiana de la ciudad, sino La Catedral de Córdoba. A continuación, en una nueva y esplendorosa demostración de su catadura ética y como no era cosa de renovar a fondo el texto, por otra parte, casi meramente descriptivo, el archivero extrajo del saco de su bien adaptable conciencia un extenso prólogo en el que expuso las más aberrantes supercherías, embustes y tergiversaciones que historiador o estudioso alguno del arte haya imaginado nunca.
En este prólogo, toda la gloria constructiva del emirato, primero, y del califato, después, se va literalmente a hacer puñetas. Más aún, el edificio no tiene propiamente nada de musulmán, por más que fueran alarifes musulmanes los que lo construyeran. Fueron los materiales romanos los que dieron forma a la mezquita de Abd al-Rahmán I; más tarde fueron los bizantinos los que realizaron la ampliación de al-Hakem II, y, por fin, que todo tiene su fundamento en Grecia y en el arte cristiano. Y, para culminar el guisote, el señor archivero sostiene que la época musulmana no consistió más que un paréntesis en la historia cristiana de la ciudad, establecido entre la mítica basílica de San Vicente y la reaparición de los cristianos en 1236.
Arquería Mezquita 
Para comprobar cómo miente, a sabiendas, el archivero, basta un solo ejemplo entre los muchos que se podrían aducir. A diferencia de lo que ocurre en el cristianismo, en los oratorios islámicos se busca que los fieles vean directamente el mihrab. Ello exige que, en lugar de los gruesos pilares de los templos cristianos, se utilicen columnas lo más delgadas posible para sustentar la cubierta. Cuando se forman cuadrados o rectángulos con una columna en cada uno de sus vértices, como se hacía habitualmente, es necesario arriostrar estas columnas o de lo contrario no se sostienen adecuadamente, al encontrarse en un equilibrio muy frágil. Hasta la construcción del primer tramo de la actual Mezquita, que llevó a cabo Abd al-Rahmán I, las columnas se arriostraban mediante vigas de madera o barras de hierro. La genialidad del alarife que llevó a cabo este tramo consistió en sustituir estos elementos horizontales por arcos que van de una columna a otra, lo que, además de arriostrar bellísimamente las columnas, permite elevar considerablemente la altura de la edificación, incluso con la construcción de un nuevo arco sobre el primero que, prodigiosamente, viene a descansar también sobre la delicada columna. Qué más da que el arco existiera ya o que las columnas sean romanas, turcas o yugoslavas. Lo importante es la solución del problema, que es en lo que ha consistido siempre el arte, de manera especial la arquitectura.
El archivero, por supuesto, conoce esto mucho mejor que yo, que soy un modestísimo aficionado, pero miente porque lo que le interesa no es la plasmación de la verdad, sino la defensa de su Iglesia sea cual sea el medio que utilice. Seguramente, se ofendería mucho si llegara a leer esta entrada, como se ofenderá más de un fiel que quizás la lea. Al archivero no le haría falta, pero estos fieles no tienen más que consultar cualquier manual de arte para informarse adecuadamente al respecto.

viernes, 28 de junio de 2024

LOS SABIOS DE QURTUBA

El pasado día tres del actual mes de junio se presentó en la Biblioteca Pública Grupo Cántico de Córdoba el libro Los sabios de Qurtuba, de la historiadora y gestora cultural cordobesa Virginia Luque  Gallegos, gran experta en la historia, la cultura y, en general, la época andalusí.
Causa pena y no poco estupor comprobar como la inmensa mayoría de los cordobeses desconocen la historia de la ciudad en la que nacieron y en la que viven, un desconocimiento que, paradójicamente, es mayor, precisamente, de la época más brillante de su historia, la que la convirtió en un ciudad mítica, como Jerusalén, Atenas, Roma o Constantinopla, la época en que fue conocida como La perla de Occidente. La pena y el estupor se acrecientan cuando descubres que hay cordobeses y no cordobeses, pero vecinos de la ciudad, que, en los últimos tiempos, tratan, con toda clase argucias, de ningunear dicha época. Me refiero a la época islámica, a la gran época de los Omeyas, cuando la ciudad fue uno de los más luminosos faros del mundo.
Virginia Luque
Por eso este libro es tan oportuno como necesario. Es un libro intenso y profundo, de muy fácil lectura, primero porque está muy bien escrito y, seguidamente, porque, sin renunciar a la erudición, al rigor histórico, Virginia le ha dado un tono divulgativo que atrapa desde las primeras líneas. Por sus páginas circula la corriente cultural y científica que desde Oriente llega a la ciudad con muchas de las obras de la Grecia clásica que se habían perdido en Occidente. Desde Córdoba, revisadas y comentadas, pasan de nuevo a Europa,  creándose así las bases para la aparición del Renacimiento.
Escritores, poetas, músicos, historiadores científicos, médicos, inventores, juristas, teólogos y hasta gastrónomos, se suceden, protegidos y alentados por los emires y califas omeyas. El lector o lectora descubrirá que Ibn Firnás no era sólo el hombre que voló, sino un hombre renacentista, antes de que el Renacimiento existiera; descubrirá al poeta Abd al-Rahmán I, fundador de la dinastía,  y al melómano Abd al-Rahmán II; comprobará la existencia en las cortes de los emires, primero, y de los califas, más tarde, de judíos y cristianos como funcionarios, algunos de muy alto nivel, y como médicos; asistirá al sorprendente progreso de la medicina; conocerá cómo se crearon la moaxaja y el zejel y descubrirá, entre otros muchos, al poeta judío Ibn Labrat y a Ibn 'Abd al-Rabbihi, autor de una obra poco conocida hoy, El Collar Único. Un paseo, en fin, por un tiempo que la autora recrea magistralmente y en el que resulta un verdadero placer sumergirse.
Cuenta además el libro con un amplio glosario de términos empleados en el texto, muchos de ellos nacidos en la Córdoba andalusí. Igualmente, una extensa bibliografía convoca al lector a seguir profundizando en una época sin duda alguna fascinante.
 


viernes, 21 de junio de 2024

UNA GRAN CARRERA

Fotografía Juan Carlos Rodri
La Inquisición española fue una institución represiva de la Iglesia Católica, instituida, en principio, para mantener la pureza de la religión católica. Pero fue también una organización de carácter político, en el sentido de que era un medio, y quizás el más importante, del que se servía el Estado para conservar la unidad territorial y política del país, como lo prueba el hecho de que fuera solicitada al papa por los Reyes Católicos. Al mismo tiempo, servía también para defender el status quo de la clase dominante, no importaba que, en determinados casos, alguno de sus miembros acabara acusado y sometido a proceso por los jueces inquisitoriales; al contrario, tal hecho acrecentaba, sin lugar a dudas, el temor de la generalidad de los súbditos, pues podían comprobar que nadie estaba libre de caer en las garras de tan poderosa institución.
Una prueba más del carácter político, además del religioso de la Inquisición, se encuentra en el hecho de que ningún clérigo, pues de clérigos se trataba, podía alcanzar cuota alguna de poder en la institución sin una previa o paralela carrera política. Uno de los casos más paradigmáticos de esta realidad es el de Fernando Valdés y Llano (1483-1568), personaje del que ya hemos hablado un par de veces en este blog (entradas: El proceso inquisitorial y La táctica de Valdés), pero del que conviene redondear su actividad, en este caso con el relato de su impresionante carrera política.
Valdés había nacido en Salas, pequeña población asturiana, era hijo de Juan Fernández de Valdés y Mencía de Llano y Valdés, ambos de linaje noble, aunque de economía más bien modesta. Fernando estudió en la Universidad de Salamanca, en la que se licenció en Derecho, llegando a ser profesor de Derecho Canónico. Como tantos de los fervorosos fanáticos y poderosos represores religiosos, Valdés tuvo una juventud más bien ajetreada, hasta el punto de que llegó a tener un hijo natural: Juan de Osorio, caballero que se destacaría en las guerras de Carlos V contra los protestantes y, más tarde, en la conquista de América.
Foto Pinterest
Licenciado en Derecho, fue enviado como inquisidor a Barcelona, ciudad en la que en mayo de 1511 se ordenó sacerdote. Poco después de esta fecha iniciaría su carrera política entrando en la órbita del cardenal Cisneros, quien, ante la valía del nuevo sacerdote, se convertiría en su protector. Sin duda, fue gracias a esta protección que el emperador Carlo V le confió distintas misiones en Alemania y Flandes, lugares en los que conoció de primera mano las ideas de Lutero, ideas que, en su momento, habría de perseguir en España con sobrada ojeriza.
En 1524, con la carrera política a velocidad de crucero, entró a formar parte del Consejo General de la Inquisición, bajo el patrocinio del entonces inquisidor general Alonso Manrique. Este mismo año ingresó en el Consejo de Navarra. Tres años más tarde, lo vemos en Valladolid, formando parte del grupo de expertos que censuraba las obras de Erasmo. En 1529, tras su nombramiento dos años antes como deán de la catedral de Oviedo, fue nombrado obispo de Orense y, en 1932, obispo de Oviedo. Nunca llegó a ocupar físicamente estos puestos, pero sí que recibió de ellos sus beneficios, pues su dedicación principal se encontraba en la Corte, donde fue nombrado presidente de la Real Chancillería de Valladolid. En 1539 alcanzaría el obispado de León, al tiempo que se convertía en presidente del Consejo de Castilla (no debemos extrañarnos de que un clérigo ocupara puestos políticos tan relevantes, eran los únicos o casi los únicos doctos.) Ocupando este último cargo, fue nombrado arzobispo de Sevilla e Inquisidor General.
Fotografía Rafael Sanz
Cuando un régimen cerrado crea una institución de carácter represivo con, además, capacidad coercitiva, en ella acaban instalados le elementos más sádicos, crueles y aún criminales de la sociedad. Y eso es lo que vino a ocurrir con el señor arzobispo Fernando Valdés. Con él al frente, la Inquisición se convirtió en una trituradora que, en su ataque a todo lo que nada más oliera a luteranismo, no respetó absolutamente a nadie. Bastaba con que alguno afirmara que en el camino de la salvación era más importante la fe que las obras para que, con el agudísimo oído de la organización, el tal cayera en sus garras. Entre los casos más famosos estuvieron el monasterio jerónimo de Santiponce, del que la mayoría de los monjes tuvo, felizmente, tiempo de huir, entre ellos Casiodoro de la Reina, el primer traductor de la Biblia al castellano; los canónigos de Sevilla Constantino Ponce y el doctor Egidio, cuyo nombre real era Juan Gil, ambos ajusticiados, es decir, quemados vivos; el grupo de los Cazalla en Valladolid, con los que se organizaron dos autos de fe, uno en mayo y el otro en octubre de 1559. Bajo la dirección de Valdés, la Inquisición le metió mano incluso al arzobispo de Toledo y primado de España, Bartolomé Carranza, al que el señor Inquisidor no tragaba y al que mantuvo en sus cárceles nada menos que dieciséis años.
Fotografía Ramón Masats
Como prueba de hasta dónde llegaba su fanatismo, su mala leche, en realidad, hablando llanamente, redactó y promulgó sus Instrucciones, verdadero manual de extorsión de sospechosos. A ellas añadió el primer Índice de Libros Prohibidos de España, adelantándose al que publicaría el papa para toda la Iglesia trece años más tarde. El señor inquisidor incluyó en el todas las obras de Erasmo, cincuenta y seis ediciones de la Biblia, incluido el Nuevo Testamento, pero también obras literarias de Gil Vicente, Hernando de Talavera, Torres Naharro y Juan del Encina, entre otros; así como el Lazarillo de Tormes y el Cancionero General, ambas anónimas. Pero también obras de carácter religioso de San Juan de Ávila, fray Luis de Granada, San Francisco de Borja, que se largó de España casi minutos antes de que lo detuvieran, y, para pasmarse, los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola.
Sin embargo, aparte del goce personal, que no sería poco, al final, tanto derroche de fanatismo sólo le sirvió para morir en 1568 abandonado por el papa Pío V, que lo apartó del proceso de Carranza, y de Felipe II, al que había tratado de agradar desde que el monarca tomó posesión del trono.


 


miércoles, 19 de junio de 2024

SACERDOTISAS


Obispo de Córdoba
"Jamás las mujeres podrán ser sacerdotes", afirmaba hace no demasiado tiempo el obispo de Córdoba Demetrio Fernández. Y tenía razón, porque, de alcanzar el orden sacerdotal, las mujeres no serían sacerdotes, sino sacerdotisas. Pero, con la rotundidad reaccionaria que lo caracteriza, el señor obispo añadía: "Buscar dogmas aquí es equivocarse de raíz." Y don Demetrio volvía a tener razón, porque, en efecto, no existe dogma alguno que sancione que el sacerdocio sólo puede ser ejercido por hombres, es decir, por varones, además, completos.
Arzobispo de Viena
Sin ser tan taxativo, quizás porque su formación es muy superior a la de don Demetrio, hace sólo unas semanas, Cristoph Schönborn, arzobispo de Viena y cardenal, sostenía que "la Iglesia no puede ni debe aceptar la creación de mujeres sacerdotes" (de nuevo el tropezón, pues como ya he dicho, de serlo, las mujeres serían sacerdotisas, no sacerdotes. Son tan patriarcalmente machos que hasta tienen el lenguaje viciado.)
La opinión de ambos prelados sigue siendo hoy la oficial de la Iglesia. Sin duda, también la mayoritaria. Sin embargo, cada vez son más las voces autorizadas, no de simples fieles, que no sólo no niegan sino que defienden la posibilidad de que el sacerdocio pueda ser ejercido también por mujeres. El último en expresarse en esta dirección ha sido Georg Batzing, obispo de Limburgo y nada menos que presidente de la Conferencia Episcopal alemana. Este caballero sostiene que "las mujeres y el sacerdocio pueden estar muy bien relacionados." y añade, en defensa de su opinión, que Alemania va camino de encontrarse sin sacerdotes, culpando de ello, principalmente, al celibato obligatorio, ante el que también está en contra.
Obispo de Limburgo
Sea cual sea la causa, una cosa es cierta: la Iglesia se está quedando sin sacerdotes, no sólo en Alemania, sino en, prácticamente, toda Europa. Esta y sólo esta será la razón por la que, a no mucho tardar, la Iglesia católica acabará admitiendo a la mujer en el sacerdocio. La Iglesia anglicana, en Inglaterra, no sólo tiene sacerdotisas, sino a estas alturas incluso obispas.
"Lo que yo no sé es qué pintan las mujeres en una institución tan sumamente patriarcal y machista", dijo mi amigo Ernesto Caraba, en la tertulia que montamos cada jueves en mi casa. Mucho más indulgente, mi mujer concluyó: "Desde luego, si las mujeres llegan al sacerdocio en número considerable habrá algo que encontrará el fin: la pederastia eclesial."

Imágenes: Internet.

miércoles, 5 de junio de 2024

LA TÁCTICA DE VALDÉS

Carlos I
Un país, un Estado, una religión, tal fue el lema que habían implantado sus abuelos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y ese mismo lema fue el que Carlos I de España y V de Alemania pretendió imponer en la totalidad de su imperio, que se extendía principalmente por Europa, pero que se iba expandiendo también por las nuevas regiones recientemente descubiertas de América del Sur.
Ahora, Carlos se iba muriendo lentamente en Yuste, a donde se había retirado después de una vida de continuo guerrear, cuando por parte de la Inquisición se iniciaban las detenciones de los primeros luteranos descubiertos en Valladolid. Moribundo y todo, el emperador reaccionó con sorprendente energía, tan pronto como recibió las primeras noticias de este hecho.
Inmediatamente, dictó una carta para enviar a la princesa Juana de Austria, en aquel momento gobernadora del país en calidad de regente, al encontrarse su hermano, Felipe II, fuera de España. En esta carta, durísima, Carlos, que llamaba a los luteranos "esos piojosos", pedía, exigía, que se actuara de forma inmediata y con la mayor dureza contra los detenidos, sin distinción de personas ni de cargos, fueran éstos cuales fuesen. "Creed, hija (escribe) que este negocio me ha puesto y tiene en gran cuidado y dado tanta pena que no os lo podría significar... (ya que) ahora que he venido a retirarme... suceda tan gran desvergüenza y bellaquería, y incurrido en ello semejantes personas, sabiendo que sobre ello he sufrido y padecido tantos trabajos y gastos y perdida tanta parte de mi salud... que, ciertamente, si no fuese por la certidumbre que tengo de que vos y el Concejo que ahí están remediarán de raíz esta desventura... castigando a los culpables muy de veras para atajar que no pase adelante... Creed hija que si en este principio no se castiga y remedia para que se ataje tan gran mal, sin exención de persona alguna no me prometo que adelante será el rey ni nadie parte para hacerlo.
Fernando Valdés
Luis de Quijada, uno de los servidores más fieles del emperador, partió con esta carta para Valladolid, donde se encontraban la princesa, el Concejo Real y el inquisidor general Fernando Valdés (1483-1568) El inquisidor, que era el que llevaba la persecución de los luteranos, mantenía una actitud mucho más cauta que la de Carlos I, también más astuta y más aviesa, de modo que cuando la princesa Juana le pasó la carta de su padre no mostró ningún entusiasmo.
Valdés tenía otra táctica, la expresa Menéndez Pelayo al interpretar la respuesta del inquisidor a la princesa, escribiendo en su monumental Historia de los heterodoxos españoles: "que muchas personas le habían dicho lo mismo, y aunque el pueblo lo decía públicamente, y de ello estaba muy contento (el pueblo español en general, trabajado por los sermones de los clérigos y por el temor a la Inquisición, se mostraba ferozmente en contra de los luteranos), porque parecía no estar dañado y desear que de ellos (los detenidos hasta aquel momento) se hiciese justicia, pero no convenía, porque a hacerse con tanta brevedad no se podía averiguar ni acabar de saber de raíz este negocio, el cual se había de entender de las cabezas; mas que hasta le parecía que no convenía guiarlo ni apretarlo más de lo que se hacía, sino ir con ello de manera que averiguase la verdad y que para saberlo era necesario proceder conforme a la orden que en ello tenían, porque no confesando un día (los detenidos), lo harían otro, con persuasiones y protestaciones; y, cuando no bastase esto, con malos tratamientos y tormentos y que así pensaba se sabría la verdad."
Averiguando la verdad
Como se ve, una táctica que no puede ser más siniestra y que consistía en tirar del hilo a partir de unas primeras detenciones, llegando incluso a la tortura, situación que se producía con la práctica totalidad de los detenidos. De este modo se obtenía la confesión del acusado, pero, sobre todo, una relación exhaustiva de las personas con las que había tenido algún contacto, relación que así arrancada incluía en muchos casos personas que nada tenían que ver con el acusado. Esta táctica es la que, después han venido aplicando todos los regímenes políticos autoritarios y dictatoriales.
El torturador sabía y sabe que la confesión así arrancada carece de fiabilidad, pero esto es algo que no le importaba nada, lo que quería eran nombres, muchos nombres, cuantos más mejor, que ya discriminaría él quien era culpable y quien inocente. De este modo, en el caso de los luteranos de Valladolid, Valdés consiguió detener y condenar a un número de personas como para organizar dos autos de fe en 1559, uno en mayo y el otro en octubre. Entre los personajes más importantes que acabaron en la hoguera están Carlos de Seso, corregidor de Toro, fray Domingo de Rojas, dominico, hijo del marqués de Poza, Agustín Cazalla, que había sido capellán de Carlos V y predicador de la Corte, los hermanos de éste, Francisco, Beatriz y Pedro, además, entre otros, Catalina Román, Juan Sánchez, Antón Dominguez e Isabel Estudo, que se reunían en casa de los Cazalla, considerada el centro, naturalmente clandestino, del luteranismo en Valladolid.
La placa
Un caso singular, que muestra hasta donde llegaba la vesania de la Inquisición, fue el de la madre de los Cazalla, Leonor Vivero. Esta señora había muerto unos años antes como católica y como tal había sido enterrada. Sin embargo, al destaparse la herejía de sus hijos, Fernando Valdés, que, además de inquisidor general, era arzobispo de Sevilla, ordenó que fuesen sacados sus restos de la tumba y, seguidamente, quemados en el auto de mayo. Al mismo tiempo, las casas de los Cazalla, dos, contiguas, fueron derribadas y el terreno cubierto de sal. En el lugar de la fachada se alzó un muro en el que se instaló una placa con la siguiente leyenda: "El Santo Oficio de la Inquisición condenó a derogar y asolar estas casas que eran del Doctor Cazalla y de doña Leonor Vivero, su mujer (error), porque los herejes luteranos se juntaban en ellas a hacer conventículos contra Nra. Stª fe católica, en 21 de mayo de 1559."
Carlos V no tuvo la satisfacción de conocer estos hechos, ya que había muerto un año antes.

Fuente: El arzobispo Carranza y su tiempo.- José Ignacio Telechea
Imágenes.- La tercera de: protestantes.net
                 La cuarta de: valladolidweb.es
El resto de internet





jueves, 30 de mayo de 2024

BUEYES

Bravo Murillo
1.- Lo que necesitamos no son hombres que sepan pensar, sino bueyes que sirvan para trabajar.

Respuesta del ministro católico, apostólico y romano, don Juan Bravo Murillo (Fregenal de la Sierra, 1803-Madrid,1873), cuando le solicitaron licencia para construir una escuela para seiscientos (600) hijos de obreros. El señor Bravo Murillo fue, agarrémonos fuerte, jurista, filósofo y teólogo, y en sus ratos libres político, diz que liberal, miembro del Partido Moderado (menos mal), Ministro de Hacienda y Presidente del Consejo. Un notable ejemplo de español, mucho español y muy español.

2.- Acerca de la famillia:

"Dios quiere el bien del hombre y por eso ha inventado la familia."
"Qué bonita es la familia cuando responde al plan de Dios."
                    Demetrio Fernández
                    Obispo de Córdoba

"Una familia estable, que nace desde la fidelidad matrimonial, es la gran respuesta a la crisis social que estamos sufriendo en España."

                     Reig Pla
                     Obispo emérito de Alcalá de Henares
Reig Pla

"Destrozar la familia es destrozar la sociedad."

                     Jesús Catalá
                     Obispo de Málaga.

Declaraciones más o menos como estas pueden encontrarse hoy en numerosos medios por parte de la generalidad de los obispos españoles. 

Perfecto. ¿Pero entonces cómo casan estas declaraciones con estas otras, por ejemplo, de las grandes padres de la Iglesia?:

"Los padres se oponen, pero es menester desoírlos... tú, doncella, debes aceptar la obediencia infantil. El que vence a la familia ha vencido al mundo."

                    San Ambrosio.
                   Obispo de Milán (340-397) y doctor de la Iglesia.

"El que tiene ansia de bienes eternos no hace caso del padre, ni de la madre, ni de los hijos que tuviere."

                    Gregorio I. Papa (540-604)

"Y aunque tu padre se hubiese tendido de través en el quicio de la puerta y tu madre descubriéndose el seno te enseñase los pechos con que te crio tú pisotearás a tu padre y pisotearás a tu madre... y correrás sin que se te escape una lágrima a enrolarte bajo las banderas de Cristo.

                   San Bernardo (1090-115) Abad del monasterio de Claraval, cisterciense. Predicador de la Segunda Cruzada y uno de los hombres más influyentes de la Europa de su tiempo.

En cualquier caso, los obispos de hoy defienden a ultranza la familia cristiana, pero ellos, por si la moscas, no forman una.

San Ambrosio

3.- Es sumamente esclarecedor el lenguaje que utilizan numerosos padres de la Iglesia. Aquí va un ejemplo:

"Que todas las bocas entonen tu alabanza, Santa Iglesia, ya que estás limpia del fango y de la suciedad de los partidarios de Marción, el loco furioso; lejos de ti también los embustes y las impurezas de Bardaisan, así como el hedor de los apestosos judíos.

                 San Efrén (306-373) Doctor de la Iglesia

a) Marción (85-160) fue el creador de la herejía marcionita que, en síntesis distingue entre Yahvé, Dios del Antiguo Testamento y el Dios Padre del Nuevo, capaz de engendrar a su hijo.
b)Bardaisan, Bar Daisan (154-222), padre de la poesía siria, teólogo y filósofo de la corte de Abgar IX de Edessa. En materia de religión, predicaba un sincretismo entre la fe cristiana, la filosofía griega y la astrología babilónica. Esta doctrina fue la forma predominante del cristianismo en Edessa y en el reino osroeno hasta el siglo IV.

4.- Fraternidad cristiana. 

De todos son conocidas las continuas guerras entre cristianos en la Edad Media y posterior. Aunque no tan sangrienta, esta fraternidad estaba ya en vigor al menos desde el siglo IV. Un par de ejemplos:

-¡Qué desgracia! Nos abalanzamos los unos contra los otros y nos devoramos... y siempre bajo el pretexto de la fe, que sirve de tapadera con su nombre venerable a todas las disputas privadas. Nada tiene de extraño pues el odio que nos profesan los paganos, y lo peor es que ni siquiera podemos afirmar que estén equivocados. Eso es lo que hemos merecido con nuestras luchas fratricidas."

    San Gregorio Nacianceno (329-389) Doctor de la Iglesia.

-He oído a nuestros padres el comentario de que antes, durante las persecuciones, sí había verdaderos cristianos. Pero, ¿cómo vais a convertir infieles ahora? ¿Mediante milagros? Ya no existen. ¿Mediante el propio ejemplo de vuestras acciones? Están totalmente pervertidos. ¿Con el amor? De eso no se encuentra ni rastro.

    San Juan Crisóstomo (347-407) Doctor de la Iglesia
Obispo de Málaga
5.- Acerca de la vida:

Ningún ser humano tiene derecho a eliminar una vida humana porque eso se llama asesinato. (y atención) La Iglesia desde hace dos mil años está a favor de la vida. Estamos a favor de la vida humana en cualquier momento, desde la concepción, no desde el nacimiento, hasta la muerte natural."

               Jesús Catalá (de nuevo)
               Obispo de Málaga

El desahogo que hay que tener para decir una cosa así, después de la historia de muertes con que cuenta la Iglesia: la Inquisición, por supuesto, pero también las cruzadas, los cátaros, la consulta de Amalrico, delegado papal en la cruzada contra éstos cuando se disponían atacar la ciudad de Beziers: "¿cómo podremos saber quiénes son herejes y quiénes no? A lo que responde el papa Inocencio III: matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos, etc. etc. etc. Meros ejemplos, de los que se podrían citar cientos, incluso actuales, de lo que significa la defensa eclesiástica de la vida. Los obispos que hablan de dicha defensa  conocen perfectamente la historia, los que no la conocen son aquellos a los que dirigen su mensaje, de ahí que se lo traguen todo sin rechistar.