En los últimos tiempos las procesiones con imágenes católicas invaden como nunca las calles de Córdoba. Aparte de las tradicionales de la Semana Santa, vamos a un ritmo de dos y hasta tres procesiones por semana. A ellas se unen de tanto en tanto las llamadas Magnas, que consisten en reunir y sacar a la calle en una sola procesión todas las imágenes correspondientes a una sola advocación existentes en la diócesis. Un ejemplo de este último evento fue la Magna Nazarena del año 2019, con treinta y un pasos del Nazareno recorriendo por distintos itinerarios las calles de la ciudad desde las 19,30 del 14 de septiembre, hasta enfilar uno detrás del otro la carrera oficial, que discurrió por la Puerta del Puente y calles Torrijos y Cardenal Herrero, para entrar a la Mezquita-Catedral por el Patio de los Naranjos.
Es, como mínimo, asombrosa la dinámica que ha seguido la Iglesia Católica en relación con las imágenes. En el capítulo cinco, versículos 7 a 21 del Deuteronomio se recogen los diez mandamientos del Dios bíblico, que para la Iglesia es el Dios Padre de la Trinidad. El segundo de estos mandamientos es tan claro como contundente. Dice así: No te harás imagen de escultura de ni figura alguna de cuanto hay arriba, en los cielos, ni abajo, sobre la tierra, ni de cuanto hay en las aguas abajo de la tierra. No las adorarás ni le darás culto, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castiga la indignidad de los padres hasta la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen y hago misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos."
La Iglesia modificó a su capricho la lista de estos diez mandamientos, cambiando el sentido de varios, adulterándolos, como veremos en una próxima entrada, pero este segundo, sencillamente, lo eliminó, como si nunca hubiera existido. Ahora bien los cristianos condenaron desde el principio las imágenes griegas y romanas, las tacharon de ídolos y en tanto les fue posible procedieron a su destrucción. Tras Constantino, insistieron e insistieron ante los emperadores hasta que, finalmente, lograron que Teodosio I prohibiera su culto en todo el imperio, junto con todas las religiones denominadas paganas. Sólo quedó como única religión el cristianismo católico.
En su afán universalista (católico significa universal, y es un calificativo que la propia Iglesia se aplicó a sí misma) que, junto al proselitismo y al exclusivismo, forma parte de su ADN, bien pronto advirtieron los Padres de la Iglesia que sin imágenes no conseguirían atraer a las grandes masas del Imperio criadas y educadas durante bastantes siglos en su veneración, de modo que imágenes católicas no tardaron en aparecer, sustituyendo a las paganas, es más, mientras seguían persiguiendo y destruyendo éstas, hacían su aparición aquéllas. Hacia finales del siglo II podían verse ya en las catacumbas, cementerios subterráneos y extramuros en los que los cristianos enterraban a su muertos, numerosas pinturas, entre las que predominaba la figura de Cristo como el Buen Pastor. Por esas fechas, siguiendo el ejemplo de las propias religiones paganas y del judaísmo, del que procede el cristianismo, se iniciaron también las procesiones, medio clandestinas, eso sí, dotadas de cierto aire militar, que el ambiente era todavía hostil, las hacían trasladando al cementerio a sus difuntos, especialmente a los caídos en las persecuciones.
En el 325, el primer Concilio de Nicea estableció oficialmente la Semana Santa en conmemoración de la muerte y resurrección de Cristo, aunque guardó silencio respecto a las imágenes. No obstante, éstas, ya escultóricas, hicieron su aparición en el cristianismo occidental a lo largo del siglo V, imágenes que el cristianismo oriental rechazaba. Por esta razón, el séptimo Concilio de Nicea, celebrado en el 787, justificó el culto de las imágenes fundándose en el misterio del Verbo encarnado, expresión ésta con la que San Juan abre su evangelio, aunque en su primera carta, capítulo 5, versículo 21 y a manera de despedida, dice textualmente: "Hijos míos, guardaos de los ídolos"
Las procesiones se sucedieron en toda Europa a lo largo de la Edad Media. Ahora bien, la Semana Santa, como la conocemos hoy, con sus imágenes dolientes y sus pasos o tronos es original de España, de donde pasó a Sudamérica. El Concilio de Trento (1545-1563) y esto es importante en relación con lo que sucede hoy, decretó su potenciación con el objeto de mostrar músculo ante los protestantes, que, siguiendo el mandato bíblico, las criticaban fuertemente. En España, el XVII fue el siglo de oro de la imaginería, no había templo en todo el país que no reclamara un Cristo, una imagen de la Virgen o de cualquiera de los numerosos santos que existían ya por aquel entonces.
Muy bien, pero en qué se diferencian estas imágenes católicas de los "ídolos" paganos. Para un observador imparcial en nada. Ah, pero la Iglesia tiene argumentos para todo y ella sí que ve diferencias. "El que venera a una imagen venera en ella a la persona que está representada", se afirma en los concilios de Trento y Vaticano II. Tomás de Aquino, el excelso más excelso de todos los teólogos católicos sostiene que: "el culto de la religión no se se dirige a las imágenes mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. El movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen."
O sea, vienen a decir tanto los concilios como santo Tomás, que las imágenes son una mera representación. ¿Qué responder, pues, ante un argumento tan aplastante? ¿Qué responder?: en primer lugar que la Iglesia debe creer o intenta hacer creer que griegos y romanos eran imbéciles y estaban convencidos de que la imagen que tenían ante sí no era una representación, sino el propio dios o la propia diosa en ella retratados. Pero, además, es que, creyeran lo que creyeran griegos y romanos, el argumento eclesiástico es absolutamente falso en la práctica. ¿Alguien puede creer, por ejemplo, que los que en España, en el Rocío, pugnan casi salvajemente por apoderarse del trono de la Virgen para pasearla por el llano piensan realmente en la Virgen y no sólo en la imagen? Y los que acuden al Rescatado, en Córdoba, a pedirle favores, ¿lo hacen a Cristo, en ella representado, o la propia imagen? Si el favor se lo piden a Cristo, ¿qué necesidad tienen de postrarse ante su imagen? ¿Acaso existe alguna semejanza en esta forma de pedir y la que el propio Cristo enseñó, según cuenta el evangelio? Hay en este país centenares, miles, de casos en los que resulta más que evidente que la que importa es la imagen, no lo que ella representa.
Lo mismo que después de Trento, la Iglesia, al menos en la ciudad de Córdoba, vuelve a llenar las calles de procesiones. Debe, como entonces, sentir que pierde influencia en la sociedad. Desde luego, en lo que se refiere a España no deja de ser cierto, ya que, según las últimas estadísticas publicadas en diversos medios de comunicación, un 28% de los españoles se declaran ateos o agnósticos, y de los católicos sólo el 20% cumple el precepto dominical y, más o menos, el resto de los mandamientos. Pero hoy no son los tiempos de Trento y del orden de unas 150 procesiones anuales, tirando por lo bajo, son demasiadas procesiones, máxime sin tenemos en cuenta que prácticamente todas discurren por el casco urbano. Se mire como se mire, tal avalancha supone un abuso por parte de la autoridad religiosa, permitido por la autoridad política. Y no se diga que otras manifestaciones, como, por ejemplo, la Vuelta Ciclista a España, ocupan también las calles a lo largo del año, porque éstas no llegan ni a la docena. Las calles se cierran y los desplazamientos se hacen penosos para muchísimas personas que necesitan llegar a su domicilio o que salen de él para dirigirse a su trabajo. Al centenar y medio de procesiones hay que sumarle, además, los ensayos con los pasos por las calles adyacentes al templo en el que se encuentra la imagen. ¿Y todo para qué? ¿Para proporcionar un espectáculo que es mucho mas molesto que piadoso? ¿O para mostrar músculo ante quienes pretenden, con justicia, que la Iglesia española deje de recibir los cuantiosos privilegios que mantiene? Una decisión que, atendiendo simplemente al contenido del evangelio, debería salir de ella misma.
Imágenes. Pinturas de Klimt
Muy bien explicado pero es predicar en el desierto, cuando ves a los jóvenes llorar cuando llueve en Semana Santa, o pagar por ir debajo de la imagen, icluso lesionarse con ello. De todas formas felicidades por este extraordinario y didactico trabajo.
ResponderEliminarTienes razón, Paco, la Iglesia ha sabido ganarse a los jóvenes ofreciéndoles un reto físico el de cargar con los pasos, algo que no ha sabido hacer ninguna otra organización. Recordarás cuando era la revés, las cofradías pagaban a los porteadores del mercado para lo que hacen hoy los jóvenes, la cosa se encareció tanto que aparecieron los pasos con ruedas. Sin embargo, los jóvenes lo hacen más que nada para fardar, como se decía en mi juventud, para alardear y en buena parte también para ligar, no por motivos religiosos. En la recuperación de mi pierna me trató un fisio joven, tío fuertote de unos 23 o 24 años, que iba de costalero en tres hermandades. Hablando con él, no me dio ningún motivo religioso, sino eso, el de gallear, el de sentirse fuerte, machote, etc. Y es verdad que lloran, pero es la frustración de no poder realizar lo que han estado practicando durante un tiempo y para lo que se han preparado. Es decir, a la mayoría no les importa nada la imagen con la que cargan. La televisión ha hecho mucho por esto que yo creo que no deja de ser moda, si bien no pasajera en poco tiempo. Desde luego, el fisio que me trataba ni iba a misa los domingos ni cumplía ni uno solo de los preceptos eclesiales. Creo que la mayoría están en la misma onda.
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