sábado, 26 de junio de 2021

SU PRESIO EJ LA VOLUNTÁ

 Los salesianos, en cuyo colegio gratuito cursé mi enseñanza primaria, daban mucha importancia al fútbol. Como es un juego colectivo debían pensar que con su práctica se reforzaba la competencia sana junto con la colaboración y aun la solidaridad.
En aquellos años en los que faltaba de todo, el colegio tenía unos campos formidables, en los que jugaban equipos de Córdoba. De allí salieron muy buenos jugadores. Un jugador para mí inolvidable era Ramón Tejada, que jugaba en el Santiago, si la memoria no me falla, y que acabó en el Real Madrid.

 Con mis ojos de niño, a mí me parecía un jugador extraordinario. Era elegante, fino, pausado y enormemente efectivo. Otro jugador importante fue Crispi, que era alumno del colegio y luego jugó en el Córdoba y creo que en el Español o en el Oviedo.
En aquellos campos jugué yo muchas veces con los compañeros de mi clase. Yo era un jugador malísimo, canijo, pataleto, torpe hasta el cansancio, una nulidad con el balón en los pies. Jugaba de defensa derecho. Me asignaron aquel puesto los que sabían del juego, pero se equivocaban. El puesto que a mí me habría correspondido era el de medio estorbo. O, mejor todavía, el de estorbo entero. Pero creo que esos puestos no existen.
Seguí viendo partidos después, en la Universidad Laboral, donde le daban una importancia enorme a los deportes y también a la gimnasia. ¡Ay, la gimnasia! Teníamos nada menos que tres horas a la semana, tres horas que para mí eran un tormento. Mientras practicábamos gimnasia sueca, muy de moda por aquel entonces, o nos pasábamos la hora de clase corriendo en la pista de atletismo, porque nos sometían a pruebas de esfuerzo, el tormento no era tan grave. 

Pero cuando empezábamos con los aparatos y teníamos que saltar, por ejemplo, el potro, dando una voltereta sobre él, allí empezaba mi calvario. Yo era el tipo más enclenque que imaginarse pueda, mis piernas eran poco más que palillos de dientes, mis brazos algo así como dos alambres, pero del más fino que existía en el mercado, ¿de dónde iba a sacar yo la fuerza para impulsarme y luego para sustentarme con los brazos encima del potro para dar la voltereta? ¡Vamos! Lo intento y me rompo el cuello, seguro. Nada, me negaba a saltar y, conminado por el profesor, un magnífico falangista fuerte como un toro, pasaba la clase en un rincón del gimnasio, como un apestado. Me aprobaban porque era un buen estudiante y no me iban a dejar colgada aquella asignatura. Más tarde, en la mili, sí que logré saltar el potro, pero porque el alférez, que era un buena persona, me casi cogió en sus brazos y me dio la voltereta. Luego, en la cartilla militar pusieron: Valor: se le supone. Se me suponía el valor. ¡Qué poco me conocían!
Después de la universidad laboral el fútbol perdió todo interés para mí, tanto el aficionado como el profesional. Ahora bien, ¿os acordáis del Chindo? Nunca supe como se llamaba, sólo conocía su mote. Era un buscavida, de los que hubo muchos en aquella época. Junto con el Guerra, del que tampoco supe nunca su nombre, tenía una ruletilla que montaba ante la puerta de la ermita del Socorro, al lado del arco bajo de la Corredera; revendía entradas de distintos espectáculos, entre ellos de fútbol y, en fin, practicaba variados negocios de este tipo. La reventa de entradas es un negocio arriesgado. Calculas que un espectáculo va a atraer a una multitud y a la hora de la verdad resulta que no va nadie. Y te tienes que comer las entradas con patatas, o con tomate.
El caso es que, aunque el fútbol hubiera perdido interés para mí, de niño había tenido un equipo favorito, como todos. Era el Athletic de Bilbao. Todavía recuerdo la alineación habitual de los años cincuenta: Carmelo, Orúe, Garay, Canito, Mauri, Maguregui, Marcaida, Artetxe, Arieta, Uribe y Gaínza. Me atraía que todos sus jugadores fueran vascos y que aún así fueran capaces de ganar la liga y la copa al resto de los equipos de España que fichaban jugadores de todas partes, tanto españoles como extranjeros. Hoy, donde el fútbol se ha convertido en un negocio en el que se manejan cifras de verdadero escándalo, que el  Athletic, que sigue con su política de fichajes, gane la liga o la copa es casi imposible.
El caso es que, para volver por donde iba, estando el Córdoba en primera, el Athletic de Bilbao jugaba en el Arcángel y que, a última hora, a mí se me ocurrió ir a ver a mi viejo equipo favorito. Y el caso es que, no sé cómo, tenía diez duros en el bolsillo, así es que, sin pensarlo dos veces, salí disparado a ver si llegaba a tiempo de hacerme con una entrada de las más baratas. 


Qué iba a llegar. Cuando alcancé el estadio, el partido había empezado y las taquillas estaban cerradas. Pero allí estaba el Chindo con un buen fajo de entradas en la mano, treinta o cuarenta lo menos, que se le habían quedado colgadas.
Me acerqué a él y le pregunté qué precio tenían. Debió verme cara de tieso, lo que yo era entonces, y me ofreció la más barata, cuyo precio oficial creo recordar que era de cuarenta pesetas. "Su presio ej la voluntá", me dijo o eso fue lo que yo entendí. No me pareció ilógico, sino todo lo contrario: si iba a quedarse con tantas entradas, sacar algo por ellas era mejor que nada. Fuera como fuese, no estaba yo para una voluntad muy generosa, así es que le di cinco duros, que me parecieron más que suficientes, teniendo en cuenta además que el partido llevaba ya unos minutos jugándose.
El Chindo miró los cinco duros en la palma de su mano, me miró a mí, volvió a mirar los cinco duros y exclamó: "¿Ejto quees?" "¿No ha dicho usted que su precio es la voluntad?", le respondí. "Su precio ¡y la voluntad!", estalló el Chindo pronunciando ahora clarísimamente.
¡Madre mía, qué corte! Recuperé los cinco duros y salí como alma que lleva el diablo. Y nunca más se me ha vuelto a ocurrir ir a ver un partido, ni del Athletic de Bilbao ni de ningún otro equipo.

miércoles, 23 de junio de 2021

LA PACIENCIA DE ÁFRICA

¿Es China un país comunista? Politólogos, sociólogos, comentaristas en general, gente de derechas y gente de izquierdas y libros de texto y de historia contestan que sí, que es un país comunista desde la Revolución encabezada por Mao Zedong allá por 1949.
Yo sé que China está gobernada por el Partido Comunista Chino, pero con todos los respetos a los chinos, al partido, a su gobierno y a todos los expertos y autores de los libros de texto y de historia, la Revolución pudo ser comunista, pero si por las obras se conoce realmente a las personas y a las organizaciones, hoy en China lo que hay, bajo la parafernalia y los símbolos del partido comunista, es una dictadura capitalista y también imperialista.


Todos los que, en España concretamente, condenan a los africanos que arriesgan su vida cruzando el Mediterráneo para alcanzar lo que creen tierra de promisión, todos son unos miserables que no tienen ni idea, o no quieren tenerla, que es aún peor, de la situación de África y de lo que está ocurriendo ahora mismo en este gran continente, tan castigado por la historia.
Terminó el colonialismo y los pueblos son al día de hoy independientes. Pero eso es sólo en la letra. La realidad es que actualmente los antiguos países coloniales, a los que se suman Estados Unidos y China, seguimos explotando el continente con la misma intensidad de antaño, aunque con modales más finos, si así puede decirse: Estamos enviando a África sin ningún control nuestra basura electrónica; extraemos y nos llevamos su oro y sus diamantes, utilizando, para mayor escarnio o, casi mejor, recochineo, mano de obra autóctona en régimen de semi esclavitud; nos estamos apoderando de sus tierras raras, nombre que se le da familiarmente a determinados minerales imprescindibles al día de hoy para la fabricación de los productos electrónicos que nosotros alegremente disfrutamos: teléfonos móviles, ordenadores, televisores, etc.; estamos arrasando sus mares, siendo esta la principal fuente de alimentos proteicos de multitud de localidades ribereñas, muchas de ellas de gran importancia. Todo con la coartada de contribuir al desarrollo de los países africanos y con la colaboración de gobiernos corrompidos por los mismos explotadores, que también maniobraron lo suyo para que alcanzasen el poder.
Aunque nunca tuviera colonias en el continente, uno de los países explotadores, si no el principal, de todos los que están operando en África es China. Como demostración de lo que acabo de escribir voy a exponer con algún detalle únicamente un ejemplo, a mi entender, suficientemente esclarecedor: En la actualidad, la mitad del pescado que se consume en el mundo es de acuicultura. El crecimiento mundial se ha duplicado desde su despegue en la sexta década del siglo pasado. 

Durante bastante tiempo se extendió la opinión de que la cría de peces en cautividad era el mejor remedio para poner fin a la sobre explotación de mares y océanos. Ese fue el mensaje embustero que logró imponer la industria piscícola, porque los peces que en ellas se crían necesitan alimentarse. ¿Y con qué se alimentan? ¡Bingo! ¡Con harinas de pescado! De manera que ahora se pesca más que antes y además de manera indiscriminada, pues todo lo que se mueve bajo las aguas, con escamas o sin ellas, con concha o sin ella, es susceptible de transformarse en harina. O sea, que cuando usted, señora, o usted, señor, se meten entre pecho y espalda un rodaballo, una lubina, una dorada o unos langostinos mismamente, de entre las muchas especies que hoy se crían en las piscifactorías, debe saber que su pescadito ha devorado a lo largo de su corta vida unos cuantos de kilos de peces salvajes, muchos sin valor comercial, pero de altísimo valor para la conservación de la vida marina.


Situado en el África Occidental, Gambia, con sólo 11.295 kilómetros cuadrados de superficie, es el país más pequeño del continente. Ocupa una franja de terreno a un lado y a otro del río del mismo nombre, que discurre a lo largo de unos trescientos kilómetros tierra adentro. Constituye una especie de cuña clavada en el territorio de Senegal, que lo abraza por completo. Por si la descripción no es suficientemente clara, basta echar un vistazo al mapa para advertir de inmediato que se trata de un país artificial, fruto de la deleznable, en tanto aspectos, colonización europea, de la que nadie en Europa parece acordarse. Su población no llega al millón de habitantes, concentrándose la mayor parte en la costa, donde se sitúa la capital, Banjul. Hacia el interior, a un lado y a otro del río, se suceden pequeñas aldeas en las que se conserva la forma de vida tradicional de esta parte de África. 


No lejos de la capital, hacia el sur, se encuentra la localidad de Gunjur, de unos 15.000 habitantes, y a unos veinte minutos de ésta, por una pista de tierra que con las lluvias se hace prácticamente intransitable, se llega a la Reserva Natural de Bolon Fenyo, muy cerca de la cual, el capitalismo chino instaló hace algunos años la Golden Lead, factoría destinada a la fabricación de harinas de pescado para las piscifactorías. Se trataba de una primera obra del megaproyecto con el que China pretendía y pretende extender sus relaciones comerciales, con la coartada de colaborar en el desarrollo de los países más pobres del mundo.
En Gambia, para empezar, la Golden Lead causó con sus vertidos la práctica destrucción de la reserva natural citada. Tras la correspondiente denuncia y multa exquisitamente simbólica, la factoría enterró sus tuberías bajo la cercana playa y ahora vierte sus venenosos desechos en el mar.


Pero esto es sólo el aperitivo. Tradicionalmente, Gambia ha vivido, sobre todo, de la pesca, a la que desde hace alguna décadas se incorporó el turismo. Pues bien, desde la instalación de la Golden Lead, a la que pronto se añadieron otras dos, decenas primero y cientos de barcos industriales en la actualidad, de todos los calibres, incluidos tremendos arrastreros, arrancan del mar todo tipo de animales marinos para su transformación en harina. Gambia se ha convertido así en el primer exportador del mundo de esta harina, que se envía a Estados Unidos, Asia y Auropa.


Los pecadores gambianos pescan artesanalmente, en piraguas muy características impulsadas por motores fuera borda; lanzan sus redes a mano y, si la consiguen, vuelven con la pesca a la misma playa, donde les esperan sus mujeres para llevarlas al mercado. Tienen reservada una franja del mar de nueve millas náuticas, algo más de dieciséis kilómetros, pero los barcos de la harina faenan sin control y entran impunemente en esta zona. No hay inspecciones y si alguna vez se hace alguna, los barcos reciben el aviso y salen de esta franja, escapando mar adentro.
Hace veinte años, en estas costas abundaba la bonga, se pescaban tantas que en algunos mercados las regalaban con la compra de otros pescados. Hoy, los chinos las transforman en harina, ésta la transportan a su país donde sirven de alimento a las telapias, pescado blanco de mucha calidad, propio del Caribe, pero con una extraordinaria adaptación a su cría en cautividad, parte de las cuales venden luego en Gambia a precio elevado. El mismo precio que han tomado las pocas bongas que consiguen pescar los pescadores locales y que, de ser regaladas, ahora sólo pueden comprar las gente adinerada.


Hace un par de años, el ministro de pesca, James Gómez, declaraba que el sector de la pesca estaba viviendo un periodo de prosperidad. Desde luego, las fábricas harineras son las mayores empleadoras del país, pero con una manifiesta explotación de los trabajadores; los que van en los barcos, donde los gambianos tienen reservado un cupo de puestos de trabajo, afirman que son tratados como perros. Los beneficios económicos se van a China, menos un pequeño porcentaje que le sirve a los chinos para comprar la voluntad del gobierno.
Mientras tanto, las fábricas harineras se han extendido a lo largo de las costas de Guinea- Bisau, Senegal y Mauritania, contándose más de cincuenta de ellas. Ahora, pues, el expolio de los recursos marinos se ha extendido a toda la costa occidental africana. De momento, estas fábricas han arruinado la economía local de Gambia y lleva camino de hacerlo con la de las costas de los tres países mencionados. Pero la pregunta es: ¿Qué ocurrirá cuando se agoten los recursos marinos, que a este paso no tardarán mucho en hacerlo?.
Pues, a pesar de todo esto, que es sólo una ínfima parte de la explotación a la que estamos sometiendo África, ahí están los que siguen condenando y despreciando a estos migrantes, diciendo, como esa verdulera indecente que tiene por nombre Celia Villalobos, que "no los queremos en nuestra casa." 

Fuentes:
Le Monde Diplomatique. Septiembre, 2020 y junio, 2021.
La Vanguardia. 15-4-2020
La Francofonía. El nuevo rostro de la colonización en África.- Justo Boleki
China en África: Pekín a la conquista del continente africano.- Serge Michel y Michel Beuret

sábado, 19 de junio de 2021

EL TRIUNFO DEL CRISTIANISMO


"Y el cristianismo triunfó." "Se produjo el triunfo del cristianismo." "El cristianismo, tan perseguido, acabó alzándose con el triunfo." "Y a las persecuciones sucedió el gran triunfo del cristianismo."
Frases más o menos como estas y otras parecidas, en las que el término triunfo constituye el elemento determinante, repiten una y otra vez los historiadores que se acercan a la época de los albores de la nueva creencia, no importa que estén interesados exclusivamente en la religión o que su interés se extienda a la historia del imperio romano, como tampoco importa que se trate de historiadores católicos, protestantes, agnósticos o ateos, salvo muy escasas excepciones, la conclusión en todos ellos, es siempre la misma: el cristianismo acabó triunfando.
El que esto escribe se asombra y se maravilla de que ni uno solo de estos historiadores haga la más mínima referencia a las características o principios esenciales que diferenciaba al cristianismo de la totalidad de las religiones, denominadas despectivamente, tanto por los cristianos como por los historiadores posteriores, religiones paganas, principios fundamentales que avocaban a la nueva religión a exigir, a perseguir y a alcanzar precisamente el triunfo. Tales principios son el exclusivismo, el absolutismo, el proselitismo y el universalismo. Estos principios se encuentran en los textos de los primeros padres, empezando por San Pablo, pero no es necesario esforzarse mucho para descubrirlos, porque aparecen en la práctica diaria de la Iglesia desde los primeros tiempos casi hasta la actualidad.


El exclusivismo es el principio por el cual el cristianismo católico, que es el que terminó triunfando no sólo sobre las religiones paganas, sino también sobre los otros cristianismo existentes entonces, como el Marcionismo, el Gnoticismo, el Donatismo, etc., se declara en posesión de la única Verdad posible, la Verdad absoluta, y, en consecuencia, tacha de falsas y rechaza al resto de las religiones.
Mediante el absolutismo, el cristianismo católico pretende abarcar y controlar la totalidad de los actos, actitudes y pensamientos de los fieles, es decir, la totalidad de su vida, incluso en los aspectos más insignificantes. No es otra la razón por la que proclama que Dios está absolutamente en todas partes y nos vigila a todos y cada uno de nosotros en toda ocasión y en todo momento.
El proselitismo es la característica que lleva al cristianismo católico a ganar cada vez más fieles. Para ello los misioneros, predicadores ambulantes, impulsados por la jerarquía vaticana, incluido el papa, han utilizado distintos medios, desde la predicación pacífica hasta otros más expeditivos, como se ve a lo largo de la historia. En bastantes ocasiones, los misioneros se han dirigido expresamente al rey o al jefe de un país o de un grupo, porque convertido éste, era ya sumamente fácil convertir a la totalidad de los súbditos o subordinados.


El universalismo conlleva la ambición del cristianismo de extenderse y abarcar hasta el último rincón del mundo y de tener entre sus fieles a la totalidad de los seres humanos. Católico significa precisamente universal. Y con esta característica, el cristianismo católico no sólo tacha de falsas al resto de las religiones, no sólo las rechaza, sino que exige su desaparición total. 
En toda la historia de la humanidad, hasta la aparición de esta nueva religión, no había existido ninguna otra que reuniese estos cuatro principio o características. Algunas habían sido proselitistas, pero no con la intensidad que actuaría el cristianismo, acuciado no sólo porque, según el evangelio, este fue el mandato de Cristo, sino porque lo exigían los otros tres principios, especialmente el universalismo. El judaísmo era también exclusivista. Los judíos manifestaban ser el pueblo elegido de Dios, por tanto, ellos, antes que los cristianos proclaman poseer la verdad absoluta. En consecuencia, rechazaban al resto de las religiones, pero sólo dentro de su espacio vital, nunca exigieron su desaparición porque nunca fueron universalistas y, como bien puede verse en la Biblia, reconocían la existencia de otros dioses. 
Estos principios son tan evidentes que es imposible que su omisión por parte de los historiadores sea fruto de descuido o de olvido. Por el contrario, da la impresión de que lo que unos y otros pretenderían sería cubrir con el manto del silencio unos principios que niegan la proclama oficial de la Iglesia. 
En efecto, la Iglesia sostiene una y y otra vez que el catolicismo es una religión de paz y de amor. Pero tal proclama no se sostiene con unas características que inevitablemente llevan al enfrentamiento. No ya una religión, ninguna entidad u organización acepta tranquilamente que otra entre en su territorio con el propósito de restarle seguidores y menos aún con la intención no oculta, al proclamarse como la única verdadera, de hacerla desaparecer.


Es decir, que por más que lo proclamen sus dirigentes y voceros, por más que los fieles puedan creerlo, es falso que el cristianismo sea la religión del amor. Cristo pudo ser lo que quiera fuese, pero, en la práctica, el cristianismo es una religión provocadora y avasalladora, una religión totalitaria. Y así empezó a manifestarse en cuanto tuvo la ocasión de hacerlo. En fecha tan temprana como el 303, el concilio de Elvira (Granada) ya prohibía a los fieles cualquier relación con los judíos, desde el matrimonio hasta compartir con ellos la comida o asistir a sus fiestas.


En el 313, Constantino y Licinio emitieron el edicto de Milán. En él se equiparaba el cristianismo, hasta hacía poco perseguido, al resto de las religiones del Imperio.
Este edicto le otorgaba a los cristianos la entera libertad para practicar sus cultos, pública o íntimamente. Sin embargo, el cristianismo no se conformaba con esta libertad. Su exclusivismo exigía no sólo ser libre, sin ser único. Por consiguiente continuaron rogando, batallando y conspirando, hasta que, al fin, alcanzaron su propósito cuando Teodosio I, llamado el Grande, exclusivamente por los cristianos, por cierto, nacido en España, en el año 380, emitió el dicto de Tesalónica, que convertía al cristianismo paulino, es decir, el cristianismo católico salido de Nicea, en la única religión del imperio, prohibiendo, bajo pena de muerte, la practica de todas las demás, incluso si se practicaban en el recogimiento de los hogares.


Y así fue: el cristianismo acabó triunfando. Ahora bien, hasta su aparición, en toda la historia de la humanidad ninguna religión había necesitado ni pretendido ni exigido el triunfo sobre las demás, ni siquiera el judaísmo. Ninguna había buscado la desaparición de las demás. Si hoy en día da la impresión de que la Iglesia se conforma con la existencia de otras religiones, si incluso busca el acuerdo con, al menos, las otras dos religiones llamadas del Libro, judaísmo e islamismo, es porque no le queda otro remedio, pero recuérdese como en España, sin ir más lejos, se produjo la expulsión de los judíos y la de los moriscos, porque el país debía ser exclusivamente cristiano y católico.

Imágenes: Internet


jueves, 17 de junio de 2021

LA FLAUTA DEL AFILADOR

 
Mi padre era un hombre muy supersticioso. Había muchas cosas y muchos sucesos que perturbaban su ánimo con el temor de que, a causa de ellos, le iba a ocurrir algo malo a él o a su familia. Ante cualquiera de aquellos elementos, con los que se topaba sorpresivamente, no reaccionaba huyendo como el gato escaldado ante el agua e incluso, como llegaban a hacer muchos, metiéndose en la cama y no saliendo de ella en todo el día. El reaccionaba con cabreos más o menos considerables, según la importancia que le daba al elemento o al suceso en cuestión. 
Pero, misterios del ser humano, había, sobre todo, dos cosas que lo sacaban por completo de quicio: un tuerto o tuerta del ojo izquierdo y la flauta del afilador. Como a los primeros solía encontrárselos únicamente en la calle, sólo manifestaba su cabreo con gestos, bien es verdad que muchas veces demasiado ostensibles, y con bufidos por lo bajo, para que no se diese cuenta la persona privada del ojo izquierdo, porque, en realidad, no tenía nada con ella, sino sólo contra su defecto.
Por el contrario, la flauta del afilador sonaba muchas veces cuando él se encontraba en la casa. Y entonces... ¡San Pascasio de las gominolas y los caramelos de menta! Lo que aquel hombre echaba por su boca. Aunque la flauta del afilador tiene algo de mágico y misterioso, a mí al menos me recordaba y me sigue recordando al flautista de Hamelin, con la procesión de niños detrás de él, encantados por la música de la flauta, yo, en el umbral de la adolescencia, me partía de risa con él. "Pero papá", le decía cebando su ira, "¿qué va a pasar? ¿No es más que un afilador que trata de ganarse la vida? Y añadía, hundiéndole por completo el dedo en el ojo: "Imagínate que fueras tú el que ejerciera ese oficio, ¿te gustaría que la gente reaccionara como tú? Entonces, ¡uffff!, ya no eran sólo sapos y culebras lo que salía por su boca, eran caimanes, cocodrilos y hasta dinosaurios. "Yo ejerciendo...", bramaba. "¿Yo acercando a mi boca esa mierda de flauta? ¡Antes me moriría de hambre!" Porque lo mismo que con los tuertos, mi padre no culpaba al afilador de nada, a la que le temía era a la flauta. 
Luego, naturalmente, no pasaba nada. ¿Qué iba a pasar? Pero aunque pasara, por qué suerte de críptico malabarismo tenía que ser a causa de la flauta del afilador. Sin embargo, él siempre encontraba algo, por insignificante que fuera, para seguir alimentando la caldera de su furia: un formón recién afilado -era carpintero- que se le caía y se le mellaba; el lápiz que habitualmente llevaba en la oreja y que no encontraba, porque, mire usted por donde, lo había dejado inadvertidamente en una esquina del banco; La lija, que se había terminado y no se había acordado de comprar más, etc., insignificancias que no representaban nada pero que para él eran una montaña levantada por la maldita flauta del afilador.
En Andalucía, la tierra de María Santísima, con sus, en muchos casos, fanatismo religioso, la superstición ocupaba un lugar de privilegio en la vida de muchas personas, motivada por las más diversas causas. Muchas de estas supersticiones perduran, aunque hayan perdido fuerza y sólo se mantengan en núcleos especialmente retrasados. Veamos algunas de ellas:

-Antiguamente, en los velatorios, que, entre rezos y lágrimas, se hacían en las casas, donde moría la gente, ponían un plato de sal en el vientre del difunto para ahuyentar a las fuerzas del mal e impedir que su alma o su espíritu regresara al cuerpo, o se quedara a medio camino entre este lado y el otro.


-Un mal regalo fue tiempo ha unas tijeras: se creía que cortaban el hilo del parentesco o de la amistad.

-En las casas en las que se recibían visitas pesadas, inevitables muchas veces porque se trataba de familiares cercanos, se ponía una escoba detrás de la puerta, porque gracias a ella las visitas se iban enseguida.



-Poner un paraguas encima de la cama, especialmente si no estaba hecha, anunciaba la muerte de alguien de la casa.

-Una muerte anunciaba también mecer una cuna vacía.



-Y, que a nadie se le ocurriera, si con una sola cerilla se encendía el cigarrillo de tres fumadores, el tercero tenía los días contados.

-En mi casa, cuando se perdía algo mi madre rezaba una salve -si no recuerdo mal era la única oración que se sabía- y nos instaba a acompañarla a mi hermana y a mí. Lo perdido solía aparecer antes de terminar la oración.

-En muchos sitios de Andalucía lo que se hacía cuando se perdía algo era un nudo en un pico de un pañuelo y recitar la siguiente oración:
                         San Cucufato, san Cucufato,
                         los cojones te ato,
                         hasta que no aparezca (lo que fuera)
                         no te los desato.
Y cuentan que la cosa aparecía enseguida.

-En la parroquia de San Pedro, en Córdoba, se tocaba el campanillo de San Rafael para ahuyentar las tormentas. Soy testigo de que esto funcionaba siempre, claro que el párroco ordenaba tocar cuando la tormenta estaba en todo lo alto, de manera que a los pocos instantes empezaba a alejarse. 


Por cierto, cómo asustaban a mi madre las tormentas. Se descomponía nada más oír el primer trueno. Y entonces eran bien puntuales: hacia el ocho de septiembre allí estallaban las primeras. Y mi madre, pálida, retorciéndose las manos y musitando una vez tras otra:
Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita... Y no recuerdo más, pero era una oración bien larga.

-En distintos puntos de la hoy Comunidad la gente creía que si en una boda alguien hacía un nudo en un pañuelo el novio quedaba "ligado", es decir, embrujado e impotente. 

-En Albox (Almería), el árbol que sobrevivía a un incendio adquiría carácter divino, es decir, conseguía cualidades protectoras. Esta creencia devino en la costumbre del "nochebueno", tronco especialmente grueso que se coloca en el fondo de la chimenea y que al arder protege la vivienda y a sus ocupantes.


-Dicen que todavía se oye galopar por las laderas de Sierra Mágina a los Juancaballos, misteriosos centauros que en épocas de sequía o de nieves intensas bajaban hasta los pueblos en busca de comida. Una creencia que se une a la de los duendecillos domésticos que cambiaban las cosas de sitio, o a la de los malos espíritus, que se colaban en las casas por el ojo de la cerradura. Para evitarlo, la noche de difuntos los vecinos tapaban dicho ojo con gachas.


-En todo el arco del Mediterráneo, principalmente, se sigue celebrando la
Noche de San Juan, noche mágica durante la que en muchos sitios se siguen quemando en la playa toda clase de muebles viejos y, a partir de las doce de la noche, arrojando al mar papelitos con todos los males sufridos a lo largo del año anotados en una cara y, en la otra, los deseos para el año siguiente.

-Los santuarios andaluces rebosan de exvotos, muchos realmente llamativos, cuando no estremecedores. Entre los que cuentan con un mayor número están el de la Virgen de los Santos, en Alcalá de los Gazules (Cádiz); Consolación, en Utrera (Sevilla); Gracia, en Archidona, (Málaga); Rocío, en Almonte, (Huelva), y Virgen de la Cabeza, en Andújar (Jaén).
En ellos se exponen fotografías, cartas, pinturas, prendas de ropa y reproducciones de miembros del cuerpo humano, objetos todos ellos que responden a una curación milagrosa o a un favor importante hechos por  la titular del santuario.


Uno de los que contaban con más exvotos, muchos de ellos terroríficos, era el santuario de Nuestra Señora de los Ángeles, en la Peña de Arias Montano, sobre el bello pueblito de Alájar, en la Sierra de Aracena. Hace no mucho tiempo los retiraron porque, al parecer, asustaban a los numerosos turistas que visitaban el lugar.

Fotografías:
La de la hoguera de San Juan es de El País
Las demás son de Internet


sábado, 12 de junio de 2021

LA FOSA DE LOS HEREJES


Marburgo, en el Estado de Hesse, es una bella ciudad alemana con un casco antiguo de gran sabor medieval. El río Laha, que recorre el valle de su nombre, cruza su caserío, recorrido también por numerosos arroyos que bajan de las cumbres de los alrededores y crean rincones llenos de encanto y de misterio.
Alejada de la rutas turísticas, Marburgo cuenta en la actualidad con algo más de 80.000 habitantes, posee un enorme y espectacular castillo, situado en lo alto de una elevación desde la que se obtienen preciosas vistas de la ciudad, especialmente en invierno, cuando aparece totalmente cubierta con un manto de nieve levemente teñido del azul diamantino del cielo. Ciudad universitaria una de las seis que existen oficialmente en el país, y ciudad libre desde el siglo XII, en su universidad, de la que han salido nueve premios nobel, estudiaron los hermanos Grimm, cuya impronta ha quedado marcada en las diversas estatuas que aparecen repartidas por el caserío.
La imponente iglesia de Santa Isabel, en la que estuvo enterrada la santa, es la primera que se construyó en Alemania en estilo gótico y constituye el antecedente de la famosa catedral de Colonia. Precisamente hasta esta iglesia llega el Arroyo de los Herejes, hoy cubierto su cauce y convertido en calle, significativo nombre que evoca una de las tragedias que vivió la ciudad, en la que se encuentra también la Fosa de los Herejes, de la que contados historiadores y cronistas hablan.
En 1231, el papa Gregorio IX escribió una carta a su "amado hijo" Konrad von Marburg en la que le nombraba gran inquisidor de Alemania, con el encargo de que pusiera fin a la herejía cátara que se había extendido hasta el actual Estado federal. Konrad ya había actuado contra herejes de diversas tendencias, incluidos cátaros, en 2014, por mandato del papa Inocencio III, pero ahora el encargo de Gregorio IX era mucho más importante. El papa le pedía que utilizara tantos ayudantes como estimara pertinente y que empleara los medios que fuesen necesarios, aun los más expeditivos.
Los papas saben bien a quien escogen para realizar los trabajos más sucios, aquellos que el dirigente de la religión del amor jamás debía encargar. Aunque me equivoco: es tanto y tan grande el amor que embarga a los dirigentes de la Iglesia, de manera especial al papa, que si mandaban a la gente a la hoguera no era por rencor, por odio o por sadismo, sino por amor, por verdadero amor, para hacer que su alma, liberada de la cárcel del cuerpo, se elevara directamente al cielo, donde sería recibida con los brazos abiertos por el Creador.
Nacido en 1880, en Marburgo, Konrad era un cura secular con un poderoso pico de oro, enorme magnetismo y carácter abrumador. Hipotéticamente, era también un masoquista. Al parecer, se castigaba la espalda hasta la sangre con un flagelo que acostumbraba a mostrar en público. En el mausoleo que puede verse en la iglesia de Santa Isabel aparece su figura yacente con dicho flagelo en la mano derecha. Pero era sobre todo un criminal despiadado, sádico y cruel, de lo que ya había dado sobradas muestras en 2014 con los herejes que había logrado apresar.
Konrad, o Conrado, en español, reunió un equipo de sólo dos personas, tan criminales y tan sádicas como él, y se dedicó a extender el terror por Alemania. El Magister, como le llamaban sus paisanos, se jactaba de ser capaz de descubrir a un hereje a través de los muros de su casa. Pero además aceptaba todas las denuncias que le llegaban, sin analizar siquiera mínimamente cual tenía visos de ser verídica y cual era manifiestamente falsa. Y el acusado era detenido de inmediato y sometido "a cuestión", como hipócritamente le llamaba la Inquisición al interrogatorio, en el que no sólo no se descartaba, sino que con enorme frecuencia incluía la tortura.
En la cuestión aparecían tres tipos de "herejes". Los que confesaban y no estaban dispuestos a arrepentirse. Estaban los que negaban ser herejes, incluso sometidos a las más crueles torturas. Unos y otros eran entregados al brazo secular y ejecutados en la hoguera. Porque eso sí, los clérigos eran tan cínicos y tan pulcros, que en modo alguno estaban dispuestos a mancharse las manos de sangre. De hecho, la tortura tampoco la practicaban ellos, sino seglares por ellos contratados y enteramente a sus órdenes. Finalmente, estaban los que, aún siendo inocentes, se declaraban culpables y arrepentidos de sus deslices antes incluso de empezar el interrogatorio. Lo hacían porque esta era la única forma de librarse del tormento y de la hoguera. Pero no se iban de rositas: les cortaban el pelo a trasquilones; los obligaban a llevar una cruz bien visible en su ropa como marca por haber sido herejes; (como puede verse, los regímenes políticos dictatoriales que aparecieron luego no inventaron nada, ya lo había inventado la religión del amor); y todos los domingos tenían que asistir a la misa mayor, durante la que, entre la lectura de la epístola y la del evangelio, medio desnudos o desnudas, eran azotados; un castigo, a modo de penitencia, por tiempo indefinido, que podía ser de años. 
En Marburgo, precisamente, patria chica de Konrad, tuvo lugar uno de los sucesos más trágicos de toda la persecución. Allí el inquisidor reunió a más de cien herejes y los obligó a cavar una profunda zanja a la que, una vez terminada, los arrojaron. Seguidamente, los ayudantes del Magister, la llenaron de leños y les prendieron fuego. Se cuenta que en el profundo silencio de las noches de invierno se escuchan aún los gritos de dolor y de agonía de los desgraciados que se cocían bajo los leños (de nuevo vemos cómo los nazis no tuvieron que esforzarse mucho para inventar los hornos crematorios: aunque rudamente, ya los había inventado la religión del amor.)Mientras los herejes cavaban, familiares y amigos, les suplicaban que se arrepintieran, pero todos ellos se mantuvieron firmes en su fe. Ahora que vengan los historiadores y la propia jerarquía católica a tratar de justificar las barbaridades de la Inquisición con la milonga de que la autoridad civil también practicaba la tortura. A ver si son capaces de poner un sólo ejemplo de una atrocidad siquiera parecida, en el ámbito de la justicia.
Para entonces, Konrad estaba ya lanzado. Invocando una vez más la autoridad papal, en el propio Marburgo detuvo a varios sacerdotes y a personas principales por meras y, en la mayoría de los casos, infundadas sospechas de herejía. Envió a la hoguera al preboste de Goslav Henri Minnike. Acusó de hereje al conde Heinrich III de Sayer y mantuvo su acusación a pesar de que una asamblea de obispos no encontró en él culpabilidad alguna. No se detenía ante nada ni ante nadie. Y como quiera que se tenía la convicción de que de nada iban a servir las reclamaciones y protestas ante el papa de Roma, en 1233 Konrad fue asesinado, más bien ejecutado, cuando viajaba desde Maguncia a Marburgo.

Fuentes:
La corte de Lucifer.- Otto Rahn
Las claves de la Iglesia en la Edad Media.- Emilio Mitre
Las grandes herejías de la Europa cristiana.- Emilio Mitre/Cristina Granda
Historia de las papas.- Laboa
Historia política de los papas.- Pierre Lanfrey

miércoles, 9 de junio de 2021

ESTO ES ESPAÑA

 Siguiendo la definición de Cánovas del Castillo, el que esto escribe es español porque no puede ser otra cosa. Como español que además peina canas desde hace tiempo, el que esto escribe se admira más cada día de la incongruencia podíamos decir natural y desde luego autóctona que ofrece de continuo "este país de todos los demonios", que decía el poeta Jaime Gil de Biedma. Pondré algunos ejemplos, sencillos, pero creo que suficientemente reveladores:
1.- LA NUEVA TARIFA ELÉCTRICA.- Alguien en una reunión en la que estamos varias personas hace un comentario acerca de la nueva tarifa de energía eléctrica recién implantada y cómo con ella se va a encarecer bastante el recibo mensual, salvo que por la noche, en lugar de dormir, nos dediquemos a cocinar, planchar y a poner en marcha los distintos electrodomésticos de los que dispongamos. Uno de los presentes dice textualmente: "¿Dónde están ahora los que iban a bajar la luz, Iglesias, Irene Montero, Yolanda Díaz, etc.?" Yo le pregunto: "¿Los has votado tú?" "No", responde tan pancho el buen señor. O sea, como otros muchos españoles, el tipo no ha votado a los que iban a bajar la luz, de este modo no han conseguido la fuerza suficiente para poner en práctica  la propuesta incluida en su programa, y va el hombre y los critica porque no hacen lo que no pueden hacer, entre otras cosas, por su culpa. Cuando le hago ver su falta de lógica se encoge de hombros y responde: "¿eso qué tiene que ver?" ESTO ES ESPAÑA.

2.- BALÓN DE REGLAMENTO.- Vivo en una urbanización que cuenta con un patio jardín de gran amplitud. En nuestro estatuto que elaboramos y aprobamos todos los vecinos al ocupar nuestra vivienda no se prohibió el juego de pelota, pero sí el del balón de reglamento. Sólo en los dos últimos años, el administrador ha enviado más de media docena de cartas personales a cada vecino recordando esta prohibición. En el patio hay un vistoso cartel con el rótulo: PROHIBIDO JUGAR CON BALÓN DE RAGLAMENTO. Bien, pues ahí tienen cada día a unos cuanto chavalines jugando con balón de reglamento. ¡Y nadie dice nada! Más todavía, cuando rompen algo de un balonazo, un farol, un cristal, etc. la reposición la paga la Comunidad, incluidos los papás de los jugadores. ESTO ES ESPAÑA.

3.- CORRUPCIÓN.- Afectados por la corrupción, en Italia desaparecieron la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, desaparecieron no porque los prohibieran, sino porque la gente dejó de votarlos. Bettino Craxi, el líder socialista, que aparece en la fotografía de más arriba, tuvo incluso que salir del país por piernas para librarse de la cárcel. Se exilió en Túnez, país que no tenía un tratado de extradición con Italia, donde murió en el año 2000, con 66 años.

Aquí hay un partido que ha sido condenado por corrupción, el partido, no un número más o menos alto de sus miembros, que también, y no sólo no desaparece, sino que ahora mismo es el segundo partido más votado en el país, ejerciendo además el gobierno en media docena de comunidades y con un líder, el que aparece en la fotografía de más arriba, al que le regalaron la carrera de Derecho y un máster, con el trabajito que le cuesta conseguir ambas cosas a la mayoría de los estudiantes españoles. ESTO ES ESPAÑA.
4.- JUSTICIA.- El Consejo General del Poder Judicial, presidido actualmente por Carlos Lesmes, un verdadero indeseable, lleva dos años y medio en funciones, pues nombrados en 2013, con un mandato de cinco años, debieron renovarse en 2018. Sus miembros son elegidos en el Parlamento, Congreso y Senado, y si no se han renovado en estos dos años y medio es sencillamente porque el Partido Popular, cuyos votos son necesarios, no está dispuesto a realizar la renovación en tanto el Presidente del Gobierno no rompa con su socio en dicho Gobierno, una excusa absolutamente insólita en toda Europa. Mientras tanto los miembros del Consejo General del Poder Judicial no sólo no dimiten, acción que seguramente precipitaría la renovación, sino que continúan actuando como si no estuvieran en funciones. ESTO ES ESPAÑA.
Otro sí: Hasta el recoge pelotas de la pista de tenis a la que van a jugar unos amigos míos, un chavalín de poco más de diez años, sabe que el M. Rajoy que aparece en los papeles de Bárcenas es Mariano Rajoy, el señor de la fotografía y anterior Presidente del Gobierno. Lo sabe todo el mundo en este país, menos los jueces del Tribunal Supremo, presididos por un tal Marchena, no el de la arena, que era honrado, sino otro que no le llega al de la arena ni al tacón del zapato, que llevan años preguntándose quién puede ser el tal M. Rajoy. ESTO ES ESPAÑA.
5.- SOBORNOS.- No todos los políticos roban ni andan metidos en asuntos de corrupción, claro que no. Es más, el que esto escribe está convencido de que la mayoría son honrados y muchos están en política con un afán de verdadero servicio público. Por lo que se refiere a los españoles ocurre más o menos lo mismo: la mayoría ni roba ni lo harían aunque se les presentarse la ocasión de robar impunemente. Pero no son pocos los que o están robando o están deseando de hacerlo. 
Hace algunos años la concejala del Ayuntamiento de Camas, Carmen Lobo sufrió un intento de soborno para que firmara, junto con el resto del equipo de gobierno, un plan urbanístico que era, en realidad, un jugosísimo pelotazo para sus promotores. A Carmen le ofrecieron dinero, un piso en la playa "puesto a nombre de una persona de su confianza" y dinero para solucionar la vida de su hija y la de varias de sus generaciones. Carmen Lobo rechazó el soborno y el caso saltó a la prensa. Más de medio pueblo de Camas y un importante número de españoles de todo el territorio nacional la tacharon de tonta, de imbécil, de subnormal, etc, etc. Nadie fue capaz de reconocer el valor que se necesita para mantener una postura como la de la señora concejala cuando hay grandes cantidades de dinero por medio. ESTO ES ESPAÑA.

jueves, 3 de junio de 2021

TEOLOGÍA DEL SANTO PREPUCIO

 

Aunque hoy muchos parecen ignorarlo, Cristo era judío. Así es que, cumpliendo con el ordenamiento judío, a los ocho días de su nacimiento fue sometido al ritual de la circuncisión, esto es, la extirpación de la piel que cubría su sagrado glande o bálano.
Esta sencilla operación, si bien muy dolorosa y propicia a la infección, pues se realizaba con un cuchillo de piedra, ha traído de cabeza a los teólogos católicos desde prácticamente los orígenes del cristianismo hasta el siglo XX. ¿Qué fue de aquel trocito de carne, del triste, por diminuto, anillito con el que la naturaleza dotó a los varones no se sabe bien con qué objeto, pues suele originar no pocos problemas? Los judíos tenían por costumbre enterrarlo inmediatamente de amputado. Pero el prepucio de Cristo no era un prepucio cualquiera. Como el resto de su cuerpo participaba de su carácter divino, o lo que viene a ser lo mismo, era un trozo de Dios y, según los más afamados teólogos, es imposible que un trozo del cuerpo de Dios, por más insignificante que sea, siga el camino de la putrefacción. Luego si a Cristo se lo extirparon y no se pudrió, existe. ¿Pero dónde está? Peor todavía: ¿Cuando en la comunión los fieles toman el Cuerpo de Cristo, lo toman entero o le falta este precioso y delicado trocito?
Si la respuesta a la primera pregunta exige la pericia no ya de un historiador, sino de todo un detective histórico, la segunda constituye un problema teológico de primera magnitud. Tan importante es para la teología católica que desde Orígenes las discusiones al respecto no dejaron de crecer. Primera cuestión: ¿ascendió al cielo con Jesús o sigue en la tierra esperando la resurrección de la carne? Muchos argumentaban que, puesto que al cielo entraremos completos, el carismático anillo había ascendido junto con Cristo. Perfecto, replicaban otros, pero si esto es así, ¿cuándo se reintegró en su cuerpo, en el momento de la resurrección o más tarde, en el de la ascensión? Para algunos, el prepucio se encontraba en el cielo, donde se reintegró en el cuerpo del Redentor tras la Ascensión. Tras la extirpación, un ángel lo había recogido y se lo había llevado con él. Por tanto, los fieles podían estar tranquilos, porque cuando comulgaban se tragaban enterito el cuerpo de Cristo.
Sin embargo, no todos lo tenían tan claro. Esgrimiendo argumentos de carácter histórico, muchos sostenían que, como el de cualquier bebé de su tiempo, tuvo que ser enterrado, pues, en primer lugar, el Jesús terreno no pretendió nunca distinguirse del resto de sus compatriotas. Además su cuerpo era un cuerpo humano, semejante al de cualquier fulano de la época que, aunque acogía al mismo Dios, no formaba estrictamente parte de la divinidad, por lo que tanto daba si estaba completo o no. Por otra parte, y este era el argumento de Tomás de Aquino, el prepucio venía a ser un elemento prescindible, más o menos lo mismo que las uñas o que el pelo, que Jesús se cortaría de cuando en cuando. El teólogo Leo Allatius (1586-1669) hacía un exhaustivo resumen de estas discusiones en su obra De Prepucio Domini Nostri Jesu Christi Diatriba (Discusiones acerca del Prepucio de Nuestro Señor Jesucristo)
Atareadísimos, como se ve, andaban los teólogos desde hacia ya tantos siglos, incapaces de llegar a un acuerdo y a punto más de uno de volverse loco cuando hete aquí que aparece la monja vienesa, capuchina, Agnes Blannbekin (muerta en 1715), con la monumental historia de que en toda su vida no había tenido una preocupación mayor que la de conocer el destino real del preciosísimo trocito del carajo, perdón, del pene, del Salvador, preocupación que se transformaba en horrible sufrimiento no sólo psíquico o espiritual, sino también físico a medida que, año tras año, se acercaba la fiesta de la Circuncisión, establecida por la Iglesia el primer día del mes de enero. En la actitud más sumisa que pudo adoptar, la monjita declaró que su sufrimiento había obtenido al fin una maravillosa recompensa por parte del Señor: cierto día, al comulgar, se preguntó una vez más, angustiada y ya casi desesperada, dónde podría estar el divino prepucio. ¡Y aquel día lo supo! De repente, tan pronto como recibió la hostia, la hermana Agnes sintió en su boca un pellejito, de una suavidad indescriptible y de una dulzura absolutamente desconocida para ella. Entonces se lo tragó, pero apenas lo había hecho cuando el pellejito estaba otra vez en su lengua. Se lo tragó de nuevo y al momento otra vez había salido de su estómago. Prepucio adentro, prepucio afuera, estuvo la monjita  durante un buen rato, hasta que el propio Cristo le reveló que aquella maravilla era su prepucio, que había resucitado al mismo tiempo que Él y, por tanto, se encontraba en el cielo, bien engarzado de nuevo en su cipote, perdón, en su pene. Tan grande fue el dulzor que la hermana Agnes experimentó cuando se tragó el prepucio por última vez, tales flaccidez, frescor y gloria se apoderaron de su cuerpo todo que creyó que fallecía y que ascendía directamente al paraíso.
Las revelaciones de la monja vienesa tenían tal viso de verdad que resultaban concluyentes. Por tanto, los teólogos podían descansar al fin y olvidarse de sus diatribas. Ah, pero no todo era tan fácil, porque la monjita podía contar lo que quisiera y nadie ponía en duda su experiencia, ¿pero, si todo lo que ella contaba era verdad, volvieron a la carga los teólogos, cómo explicar la existencia de los prepucios que se conservaban en distintas iglesias de la cristiandad, todos ellos con la vitola de auténticos? En su libro El sagrado prepucio de Cristo, publicado en 1907, el dominico A.A. Müller da cuenta de trece de ellos, localizados en los siguientes lugares: uno en San Juan de Letrán (Roma), otro Charroux, cercad de Poitiers  otro en París, otro en Amberes, otro en Brujas, otro en Bolonia, otro en Bensançon, otro en Nancy, otro en Metz, otro en Le Puy, otro en Conques, otro en Hildestehein, y otro en Calcata (Italia), la mayoría de ellos traídos directamente de Tierra Santa durante las Cruzadas y algunos transportados amorosamente por ángeles. Cada uno de estos prepucios, y otros que el dominico no recoge, como el de Burgos (España siempre menospreciada en Europa) tienen fantásticas historias que llenan de unción a los fieles y de óbolos a las iglesias que los poseen. Por ejemplo, el de Calcata, pequeña localidad de Viterbo, Italia, fue entregado por la Virgen María a María Magdalena, conservado en un frasco lleno de aceite de nardos, regalo que añadiría leña a otra portentosa discusión para la que tampoco se alcanzan acuerdos: la de si María Magdalena fue la esposa o, al menos, la amante de Cristo, con la que habría tenido por lo menos un hijo. Mucho tiempo después y sin que se sepa cómo, el preciadísimo pellejito fue entregado por un ángel a San Gregorio Magno, quien se lo regaló al papa León III, la Navidad del 800, cuando coronó emperador a Carlomagno. Después de distintas peripecias acabó en Calcata, donde todos los años se celebraba una procesión con la reliquia, que atraía a numerosos fieles de los alrededores y también a muchos turistas. Su robo por un desalmado en 1984 produjo gran quebranto en la devoción de la feligresía y en los ingresos económicos que percibía ese día la localidad.
Reputados como muy útiles para lograr el embarazo de las mujeres con dificultades, todos estos prepucios fueron altamente venerados hasta 1900, fecha en que la Iglesia acabó con las discusiones derogando su culto (muerto el perro, se acabó la rabia), derogación que se extendió a la propia fiesta de la Circuncisión tras el concilio Vaticano II, con la excusa de que se trataba más de una curiosidad irrespetuosa que de una verdadera devoción. En la prohibición de 1900, se incluía la de la Cofradía del Santo Prepucio, cuya fundación se remontaba nada menos que a 1427, y por cuya recuperación abogaba el periodista Jesús García Polo en un artículo publicado el 18 de marzo de 2008 en El Norte de Castilla, es verdad que con su puntito de ironía y hasta de cachondeo.