jueves, 30 de mayo de 2024

BUEYES

Bravo Murillo
1.- Lo que necesitamos no son hombres que sepan pensar, sino bueyes que sirvan para trabajar.

Respuesta del ministro católico, apostólico y romano, don Juan Bravo Murillo (Fregenal de la Sierra, 1803-Madrid,1873), cuando le solicitaron licencia para construir una escuela para seiscientos (600) hijos de obreros. El señor Bravo Murillo fue, agarrémonos fuerte, jurista, filósofo y teólogo, y en sus ratos libres político, diz que liberal, miembro del Partido Moderado (menos mal), Ministro de Hacienda y Presidente del Consejo. Un notable ejemplo de español, mucho español y muy español.

2.- Acerca de la famillia:

"Dios quiere el bien del hombre y por eso ha inventado la familia."
"Qué bonita es la familia cuando responde al plan de Dios."
                    Demetrio Fernández
                    Obispo de Córdoba

"Una familia estable, que nace desde la fidelidad matrimonial, es la gran respuesta a la crisis social que estamos sufriendo en España."

                     Reig Pla
                     Obispo emérito de Alcalá de Henares
Reig Pla

"Destrozar la familia es destrozar la sociedad."

                     Jesús Catalá
                     Obispo de Málaga.

Declaraciones más o menos como estas pueden encontrarse hoy en numerosos medios por parte de la generalidad de los obispos españoles. 

Perfecto. ¿Pero entonces cómo casan estas declaraciones con estas otras, por ejemplo, de las grandes padres de la Iglesia?:

"Los padres se oponen, pero es menester desoírlos... tú, doncella, debes aceptar la obediencia infantil. El que vence a la familia ha vencido al mundo."

                    San Ambrosio.
                   Obispo de Milán (340-397) y doctor de la Iglesia.

"El que tiene ansia de bienes eternos no hace caso del padre, ni de la madre, ni de los hijos que tuviere."

                    Gregorio I. Papa (540-604)

"Y aunque tu padre se hubiese tendido de través en el quicio de la puerta y tu madre descubriéndose el seno te enseñase los pechos con que te crio tú pisotearás a tu padre y pisotearás a tu madre... y correrás sin que se te escape una lágrima a enrolarte bajo las banderas de Cristo.

                   San Bernardo (1090-115) Abad del monasterio de Claraval, cisterciense. Predicador de la Segunda Cruzada y uno de los hombres más influyentes de la Europa de su tiempo.

En cualquier caso, los obispos de hoy defienden a ultranza la familia cristiana, pero ellos, por si la moscas, no forman una.

San Ambrosio

3.- Es sumamente esclarecedor el lenguaje que utilizan numerosos padres de la Iglesia. Aquí va un ejemplo:

"Que todas las bocas entonen tu alabanza, Santa Iglesia, ya que estás limpia del fango y de la suciedad de los partidarios de Marción, el loco furioso; lejos de ti también los embustes y las impurezas de Bardaisan, así como el hedor de los apestosos judíos.

                 San Efrén (306-373) Doctor de la Iglesia

a) Marción (85-160) fue el creador de la herejía marcionita que, en síntesis distingue entre Yahvé, Dios del Antiguo Testamento y el Dios Padre del Nuevo, capaz de engendrar a su hijo.
b)Bardaisan, Bar Daisan (154-222), padre de la poesía siria, teólogo y filósofo de la corte de Abgar IX de Edessa. En materia de religión, predicaba un sincretismo entre la fe cristiana, la filosofía griega y la astrología babilónica. Esta doctrina fue la forma predominante del cristianismo en Edessa y en el reino osroeno hasta el siglo IV.

4.- Fraternidad cristiana. 

De todos son conocidas las continuas guerras entre cristianos en la Edad Media y posterior. Aunque no tan sangrienta, esta fraternidad estaba ya en vigor al menos desde el siglo IV. Un par de ejemplos:

-¡Qué desgracia! Nos abalanzamos los unos contra los otros y nos devoramos... y siempre bajo el pretexto de la fe, que sirve de tapadera con su nombre venerable a todas las disputas privadas. Nada tiene de extraño pues el odio que nos profesan los paganos, y lo peor es que ni siquiera podemos afirmar que estén equivocados. Eso es lo que hemos merecido con nuestras luchas fratricidas."

    San Gregorio Nacianceno (329-389) Doctor de la Iglesia.

-He oído a nuestros padres el comentario de que antes, durante las persecuciones, sí había verdaderos cristianos. Pero, ¿cómo vais a convertir infieles ahora? ¿Mediante milagros? Ya no existen. ¿Mediante el propio ejemplo de vuestras acciones? Están totalmente pervertidos. ¿Con el amor? De eso no se encuentra ni rastro.

    San Juan Crisóstomo (347-407) Doctor de la Iglesia
Obispo de Málaga
5.- Acerca de la vida:

Ningún ser humano tiene derecho a eliminar una vida humana porque eso se llama asesinato. (y atención) La Iglesia desde hace dos mil años está a favor de la vida. Estamos a favor de la vida humana en cualquier momento, desde la concepción, no desde el nacimiento, hasta la muerte natural."

               Jesús Catalá (de nuevo)
               Obispo de Málaga

El desahogo que hay que tener para decir una cosa así, después de la historia de muertes con que cuenta la Iglesia: la Inquisición, por supuesto, pero también las cruzadas, los cátaros, la consulta de Amalrico, delegado papal en la cruzada contra éstos cuando se disponían atacar la ciudad de Beziers: "¿cómo podremos saber quiénes son herejes y quiénes no? A lo que responde el papa Inocencio III: matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos, etc. etc. etc. Meros ejemplos, de los que se podrían citar cientos, incluso actuales, de lo que significa la defensa eclesiástica de la vida. Los obispos que hablan de dicha defensa  conocen perfectamente la historia, los que no la conocen son aquellos a los que dirigen su mensaje, de ahí que se lo traguen todo sin rechistar.


 

sábado, 25 de mayo de 2024

LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA ESPAÑOLA

Mezquita de Córdoba
El 3 de enero de 1979, cinco días después de la aprobación de la actual Constitución española, que tuvo lugar el  29 de diciembre de 1978, se firmaron en la sede del Estado Vaticano cuatro acuerdos que anulaban y sustituían el Concordato de 1953 firmado entre el Estado franquista y el Vaticano
Por la parte española, estos acuerdos fueron negociados y firmados por el entonces Ministro de Asuntos Exteriores Marcelino Oreja Aguirre (Madrid, 1935), miembro de una destacada familia de empresarios y políticos tradicionalistas vascos y miembro también de la Asociación Católica de Propagandistas. Por parte del Vaticano, la negociación y la firma corrieron a cargo del cardenal Jean Marie Villot (1905-1979), Secretario de Estado, siendo papa ya, recién elegido, Juan Pablo II (1920-2005).
A estos Acuerdos no se les llamó Concordato, que es lo que, en realidad, son porque a los gobernantes españoles del momento, con Adolfo Suárez al mando, les dio vergüenza (no hay otro calificativo) de relacionarlos con el Concordato de 1953, señal inequívoca de que no tenían la conciencia demasiado tranquila por haber formado parte de la estructura de un régimen nacido de un golpe de Estado y esencialmente represivo.
Catedral de Toledo
La negociación se llevó acabo en el más riguroso secreto, no publicándose lo acordado hasta después de su firma. Una vez más el pueblo español in albis, no se le dio la oportunidad de decir si estaba de acuerdo o no. De cualquier forma, puedo equivocarme, pero tengo para mí que dichos Acuerdos no los han leído más allá de un par de cientos de españoles. Y son realmente interesantes.
El primero de los Acuerdos es de carácter general y se refiere a Asuntos Jurídicos, es decir, al estatus que ocupará la Iglesia en España a partir del momento de la firma. Recoge el derecho de la Iglesia a "ejercer su misión apostólica", libre y públicamente, derecho que quedaría garantizado por parte del Estado. Se reconoce la personalidad civil de las diócesis y parroquias, de las Órdenes, Congregaciones y Fundaciones religiosas, así como de la Conferencia Episcopal. Se reconoce la validez civil del matrimonio católico, de modo que basta la certificación eclesiástica para su anotación en el registro civil. (Hablando llanamente: que España autoriza que un Estado foráneo, el Vaticano, que es con quien se firman los acuerdos, pueda actuar libremente y sin interferencias en el territorio español)
El segundo acuerdo hace referencia a la enseñanza y a los asuntos culturales. Su acuerda que la religión sea una asignatura más en los planes educativos de la E.G.B, bachillerato y Formación Profesional, aunque los alumnos podrán decidir si la siguen o no. Los profesores (esto tiene tela) serán elegidos por los obispos y pagados por el Estado, es decir, por todos los españoles que pagamos impuestos, incluidos los padres de los alumnos que no sigan la asignatura. (Un pedazo de chollo en toda regla, ¿o no?)
Basílica de Segorbe (Valencia)
El tercer acuerdo establece la asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas. Aquí se detalla el estatus de los capellanes castrenses, esto es: sacerdotes que entran en la carrera militar y alcanzan los distintos grados de la milicia. (Ay, si Cristo volviera) Igualmente regula el acuerdo el servicio militar de clérigos y religiosos, regulación que sigue en vigor, aunque en desuso por la eliminación del servicio militar obligatorio.
Y llega el cuarto acuerdo, la guinda del pastel. Recoge los asuntos económicos, estableciendo que el Estado se compromete a colaborar en el sostenimiento económico de la Iglesia española. Aquí aparece la famosa X que todo el que quiere marca en la declaración del IRPF, para que una parte de su impuesto vaya destinado a la Iglesia católica. Este punto, en concreto, es, realmente, una marrullería. La explicación es bien fácil: el señor o la señora que marcan la X en su declaración no hacen esfuerzo alguno específico para sufragar a la Iglesia. Por el contrario, el esfuerzo lo hacemos, una vez más, todos los que sufragamos ese impuesto, pues la cantidad que se destina a la Iglesia se detrae de otros destinos, como, por ejemplo, la sanidad o la educación, ambas públicas, naturalmente. El que desee sostener a la Iglesia debería pagar una cuota especial y aparte del impuesto, como se hace, por ejemplo, en Alemania. Aunque lo correcto en un Estado aconfesional sería que éste no interviniese para nada, sino que fuera la propia Iglesia la que recaudara directamente la aportación de sus fieles. Dentro de este acuerdo se encuentra también la exención de impuestos en favor de la Iglesia. Ésta no paga IBI, ni IVA, ni la tasa por licencia de obras, etc.
La Giralda de Sevilla
Pero lo más chachi de los cuatro acuerdos se localiza en el punto quinto del artículo II de este cuarto acuerdo. En él la Iglesia manifiesta expresamente su propósito de lograr por sí misma los recursos suficientes para la atención de sus necesidades. Pues bien, cuarenta y cinco (45) años después de la firma de los Acuerdos, la Iglesia no sólo sigue sin autofinanciarse y sin dar señal alguna de que algún día lo hará, sino que se ha apoderado de más de 35.000 bienes públicos, algunos de tanta relevancia como la Mezquita de Córdoba. De buena parte de estos bienes, además, está obteniendo importantes sumas dinerarias, libres, naturalmente, de impuestos, y libres de dar explicación alguna acerca de su uso.


Imágenes.- Mezquita y Catedral de Toledo.- Michal Osmenda
Las otras dos de Internet

Las negritas son de un servidor


martes, 21 de mayo de 2024

UNA BODA DE TRONÍO

Mi abuelo paterno fue el hijo menor de una familia de acaudalados comerciantes sevillanos que acabaron arruinándose cuando él era todavía un adolescente. Mi abuelo fue el menor con una considerable diferencia de años, fue lo que vulgarmente se llama un penalti. Como consecuencia de esta circunstancia, creció entre los mimos y los juegos de los mayores y el consentimiento por parte de los padres de todo cuanto hacía y/o deseaba.
Cuando llegó la ruina, los hermanos mayores tenían ya encaminada su vida, mi abuelo, en cambio, perdió no sólo el estatus económico, sino todo lo demás. Se quedó literalmente sin nada y para colmo convertido en un ser engreído y, al mismo tiempo, abúlico, con muy escasa capacidad de iniciativa. 
En aquel momento su formación consistía únicamente en saber leer y escribir, junto a lo que se conocía como las cuatro reglas: sumar, restar, multiplicar y dividir, y poco más. No era tan mal bagaje en la España en la última década del siglo XIX, con una tasa de analfabetismo del 70%, poco más o menos. Tenía, además, una letra preciosa, lo que era muy valorado en una época en que todo se escribía a mano.
Se casó el muchacho joven, con una damita de una familia venida también a menos y, por tanto, tan pobre y sufriente como él. Su primer hijo, mi padre, nació en Sevilla, pero enseguida la familia se trasladó a Córdoba, donde fueron naciendo los demás, incluida la luego famosa señorita Toni.
A mi abuelo no le faltaba el trabajo, siempre de carácter administrativo, pero cambiaba continuamente, no por falta de aprecio de los jefes o para mejorar, sino porque, secuelas de la infancia, no soportaba estar mucho tiempo en el mismo sitio. Para colmo, desde bastante joven empezó a sufrir de artrosis generalizada, enfermedad que acabaría incapacitándolo para el trabajo. De este modo, la familia perdió su principal fuente de ingresos, únicamente le quedó lo que ganaba mi padre, que había empezado a trabajar con doce años. Fue un tiempo duro, de fuertes privaciones, que la familia capeaba como podía, sin ayuda alguna de nadie.
Aquí conviene señalar que hoy, prácticamente, no se da una situación así, gracias a la protección social que proporciona el Estado, empezando por la sanidad pública, que en aquellos tiempos no existía, motivo por el cual mi abuelo no tuvo apenas atención médica, al no poder pagar un médico privado. Una protección que desde hace algún tiempo pretenden eliminar los llamados neoliberales, fascistas, realmente, como Abascal, Ayuso, Meloni, etc. Esta gente esconde sus intenciones tras grandes banderas nacionales, pero sabe muy bien lo que quieren. Otra cosa son sus seguidores y votantes, cada día, tristemente, en mayor número y en su inmensa mayoría trabajadores de no muy alta cualificación. Estos, desde luego, no saben lo que les espera con tales elementos en el poder, algo que están descubriendo ya en Italia y, con mayor dureza, en Argentina.
Pero volviendo a mi abuelo y a mi padre, a medida que fue pasando el tiempo, se fueron incorporando al trabajo los hermanos varones, no obstante, el grueso de los ingresos procedía, con gran diferencia, de mi padre. Llegó la guerra y pasó y mi padre, el único de sus hermanos que participó en ella,  volvió sano y salvo y se reintegró a su trabajo y a entregar su sueldo en la casa.
Poco después de la guerra, mi padre se echó novia y la familia torció ostensiblemente el gesto, todos, los padres, pero también los hermanos. Mi madre nunca fue aceptada ni por sus suegros ni por sus cuñados, incluida la famosa renombrada señorita Toni. Pero, aceptada o no, mi padre decidió que había llegado el momento de crear su propia familia y anunció que se disponía a casarse con mi madre. No era un niño mi padre, había cumplido ya treinta y tres años, de modo que sabía lo que hacía. Aquí no sólo torcieron el gesto, se llevaron también las manos a la cabeza: ¿Ya? ¡Nos dejas tirados! Mi padre tuvo que buscarse una armadura de buen acero para soportar las embestidas. Y es que era el que aportaba la mayor parte del dinero que entraba en la casa.
La boda se celebró en noviembre de 1944 en la iglesia de San Pedro, la parroquia de la novia, mi madre. Fue una ceremonia sencilla, porque mi madre había perdido a la suya hacía menos de un año. Entre los invitados que se reunieron en la iglesia, siete llegaron ostensiblemente tarde: mis abuelos paternos y los cinco hermanos de mi padre. Se presentaron además como pordioseros, el pelo revuelto, las manos y la cara tiznadas, la ropa, si ropa podía llamarse, hecha jirones, con remiendos de colores variados, los zapatos destrozados, avanzaron por el pasillo central y se colocaron en primera fila delante de los bancos. Sí, también la señorita Toni, que un día, empingorotada y relamida, habría de llegar a creer de verdad que era descendiente por línea paterna de la bragueta de Pelayo. Todo para reprocharle a mi padre su "abandono" y, de paso, para dejar en ridículo tanto a mi padre como a la que se convertía en su mujer.
Es lástima que en aquella ceremonia no hubiera habido un fotógrafo que hubiese dejado constancia de todo para la posteridad.

Imágenes: Abanicos de la colección del Museo Lázaro Galdeano, de Madrid.

miércoles, 15 de mayo de 2024

EL SUJETO DE LA CULPA

T.S.Eliot
Llega un momento en la vida en que un lector, incluso un lector empedernido, más que leer, lo que hace es releer. Eso es lo que me viene pasando a mí, desde hace algún tiempo, y hoy, esta mañana, he cogido de mi biblioteca un libro de Eliot editado por Círculo de Lectores en 2001, que contiene el célebre La tierra baldía, Cuatro Cuartetos y Otros poemas.
Thomas Stearns Eliot, conocido como T.S. Eliot, nació el 26 de septiembre de 1888 en Saint Louis (Missouri). en una acomodada y muy puritana familia. Tras estudiar Filosofía Medieval y Literatura Francesa en Harvard, en 1910 se trasladó a París, donde siguió un par de cursos de Bergson y escribió su primera composición, el admirable y desalentador poema La canción de amor de J.Alfred Prufrock. En 1914 se afinca en Inglaterra, donde conoce a Vivien Haigh Wood y se casa con ella, un matrimonio desgraciado, de caracteres contrapuestos, que terminará en separación, no en divorcio, en 1927. En 1925 entra a formar parte del consejo de dirección de la editorial Faber & Gwyer, en la que permanecerá hasta su muerte, ocurrida el 4 de enero de 1965.
Formalmente hablando, Eliot es un inmenso poeta, de hecho, en 1948 recibió el premio Nobel de Literatura. Influido, entre otros, por el fascista, gran admirador de Mussolini y propagandista nazi Ezra Pound, norteamericano también, y por el irlandés James Joyce, cuyo Ulises, leyó antes de su publicación, Eliot marcó un tiempo en la poesía europea y su influencia se ha venido notando casi hasta el día de hoy.
En lo relativo al contenido, es ya otra historia. Eliot se autodefine como: "clasista en literatura, monárquico en política y anglocatólico en religión." Pero si lo traigo hoy aquí no es, propiamente, por su poesía y tampoco por esta declaración, aunque es curioso comprobar como un artista puede ser rompedor y vanguardista en su arte y, al mismo tiempo, conservador en su manera de pensar y de vivir. Pura esquizofrenia, se diría, que, sin embargo, es, en buena medida, responsable de su obra.
Ezra Pound
No, si lo traigo hoy aquí es porque Eliot, el gran poeta Eliot "tiene una concepción sumamente negativa del ser humano, al que juzga manchado por el pecado original: a sus ojos, el ser humano es una criatura caída, imperfecta, digna de la ira y el castigo de Dios", como escriben Juan Malpartida y Jordi Doci en la introducción que hacen del libro citado. Esta concepción es la que la religiones en general, y en nuestro caso el cristianismo, tratan de inculcarnos en nuestra más tierna infancia, para que perviva en nosotros durante toda nuestra vida. Como se ve, estamos, una vez más ante el temor, ante el miedo, y eso es, justamente, lo que me subleva.
Eliot no fue sólo un poeta, fue un intelectual. Su poesía está trufada de citas que van desde Dante hasta el misticismo oriental, desde la Biblia hasta Shakespeare, citas y referencias más o menos ocultas, de ahí la dificultad y la, en muchas ocasiones, oscuridad de su poesía. Pero además escribió ensayos y estudios literarios, escribió obras de teatro y, en fin, desde su puesto en la editorial controlaba buena parte de la vida literaria e intelectual del país. De manera que, resulta sorprendente y hasta increíble que un intelectual crea y ajuste su vida a una barbaridad semejante.
Joyce
Para pensar así, y actuar en consecuencia, es necesario olvidarse por completo de la razón. En realidad, es lo que vienen a hacer los creyentes, que no sólo reniegan de la razón, sino que exigen que los no creyentes también lo hagan. Richard Dawkin en El espejismo de Dios, cuenta cómo Lutero afirmaba que "cualquiera que desee ser un cristiano debe desgarrarle los ojos a su razón." y también: "La razón debería ser destruida en todos los cristianos." Según esto, el iniciador del protestantismo no escribió sus noventa y cinco tesis ni se rebeló contra la Iglesia de Roma utilizando la razón, debió hacerlo utilizando el culo.
Pero es que, así enfocado, el asunto es demencial: Dios, según el creyente, nos crea dotándonos de razón, justamente para que renunciemos a ella. Es lo mismo que los Padres de la Iglesia, empezando por San Pablo, venían a pedir para el sexo, sólo que mucho más grave. Sin la razón, el ser humano se convierte en un muñeco, en una marioneta fácilmente manejable, cosa, como puede observarse, que les ocurre a muchos, incluidos poetas.

Adán y Eva (Tiziano)
El sueño de la razón produce monstruos, dejó dicho  Goya en el número 43 de sus maravillosos Caprichos. Produce monstruos y pensamientos y creencias como la de la culpa. Eliot, como los Padres y los "grandes pensadores" de las religiones sitúa la culpa en el ser humano, hombres y mujeres son criaturas caídas. O sea, Dios nos crea sin pedirnos opinión, nos hace débiles, llenos de flaquezas, capaces de lo mejor pero también de lo peor, ¿y somos culpables los seres humanos? ¿Culpables de qué? Entonces van los cristianos y te dicen: nuestra culpa tiene su origen en la caída de nuestros primeros padres, Adán y Eva, todos los seres humanos la hemos heredado. Y aquí es cuando ya te descacharras, porque veamos: dando por válida la existencia de Adán y Eva y todo lo que cuenta la Biblia al respecto, hace más de seiscientos años que, al menos en el mundo occidental, los seres humanos dejamos de perseguir en los hijos los delitos de los padres, ¿Y Dios no ha tenido tiempo todavía de hacer lo mismo?
El capricho 43 (Goya)
Calderón se olvida de Adán y Eva y afirma que "la culpa del hombre es haber nacido." Pues ni siquiera eso, porque ni el hombre ni la mujer nacemos, nos nacen, no somos en absoluto responsables de nuestro nacimiento, como no lo somos de la creación de aquellos míticos e imaginarios Adán y Eva. Los cristianos se equivocan: si la obra de cualquier autor es imperfecta, la culpa de esa imperfección no es de la obra, es del autor. Esto es tan evidente que no necesita de mayor explicación, de manera que si, como quiere el creyente, Dios nos ha creado, ante él, los culpables de nuestras imperfecciones, de nuestras acciones, de nuestros "pecados" no somos nosotros, es Él. 


Imágenes: Internet