jueves, 28 de julio de 2022

VIVA LA GUERRA


De tanto repetirnos y repetirnos que el ser humano necesita encontrar el sentido de la vida, ahí vamos como autómatas metidos sin pensar en esa búsqueda, retorciéndonos no sólo el cerebro, sino hasta la nariz y el "diodeno", como diría Chiquito de la Calzada. Desde muy pequeñitos nos lanzan por un tobogán interminable en cuya cabecera se encuentra siempre la religión, es decir, los hombres, porque son sobre todo hombres, que de ella viven. ¿De dónde venimos? ¿Qué hacemos aquí? ¿Adónde vamos?, nos repiten una y otra vez mientras nos deslizamos pendiente abajo tratando de encontrar una respuesta. Nos machacan, sobre todo, con la última, la más inquietante, ¿adónde vamos? No pocos de estos controladores religiosos se disfrazan de filósofos y hasta inventan sistemas en los que a primera vista la religión no existe o no se tiene en cuenta, hasta que, en el momento menos esperado, dan un giro y, ¡zas!, el sistema termina justamente en el divino Dios.
Una vez introyectada la necesidad de encontrar el sentido de la vida, cualquier medio es válido y aceptable para proceder a su búsqueda. Así, la británica Karen Armstrong, gran experta en religión comparada, miembro prominente del grupo de la Alianza de Civilizaciones y, en 2017, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, rizando el rizo y retorciendo los hechos hasta llevarlos enteramente a su terreno, en su libro Campos de Sangre y a propósito de la caza en la prehistoria, en la que un pequeño, diminuto, grupo humano se enfrenta con armas rudimentarias a un animal gigantesco, por ejemplo, un mamut, esa señora afirma que: "...estas persecuciones violentas se percibían como actividades religiosas naturales, por muy extraño que parezca a nuestra comprensión actual de la religión (es decir, porque lo digo yo). Las personas, especialmente los hombres, experimentaban un poderoso vínculo con sus compañeros guerreros (guerreros, no cazadores, dice la señora), una intensa sensación de altruismo al poner su vida en peligro por los demás y la sensación de vivir con más plenitud."
Yo no sé cómo puede conocer la señora especialista los sentimientos que embargaban a nuestros antepasados prehistóricos en una situación de peligro como esta, pero por si fuera poco el retorcimiento interpretativo de las pinturas que esos mismo cazadores dejaron en las cuevas en las que habitaban, doña Karen no tiene reparos en echar mano de una cita de Chris Hedge, corresponsal de guerra del The New York Times que dice lo que sigue:
"La guerra hace que el mundo sea comprensible, un cuadro en blanco y negro que divide a buenos y malos (a recordar: los buenos son los del Séptimo de Caballería, los malos los indios). Suspende el pensamiento, en especial el pensamiento autocrítico (es decir, la conciencia de la bondad o maldad de nuestros actos, las cosas por su nombre). Todos se inclinan ante el esfuerzo supremo. Somos uno. La mayoría de nosotros acepta la guerra con gusto (la negrita es mía) siempre y cuando pueda enmarcarse en un sistema de creencias que postule el sufrimiento subsiguiente como algo necesario para un bien superior, pues los seres humanos no sólo buscan felicidad, sino también el sentido. Y por desgracia, a veces la guerra es la herramienta más poderosa de que dispone la sociedad humana para alcanzar el sentido."
Que en pleno siglo XXI, con lo que se conoce ya del cerebro y de nuestras capacidades para controlar la violencia y llegar a entendimientos pacíficos, tengamos que leer todavía alegaciones guerreras como esta y que una señora como Karent Armstrong, que no sólo es experta, sino defensora de la religión, reciba el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales da idea de cómo se mantienen y actúan sobre la sociedad los grandes manipuladores y controladores del rebaño humano. 
Al señor periodista se le han olvidado varias cosas. La primera, quizás, que para alcanzar el sentido de la vida lo mejor es hacerse miembro de la OTAN, porque seguro que no van a ser guerras lo que nos va a faltar. Mi padre, que, como ya he dicho alguna vez en este mismo medio, hizo la guerra del treinta y seis en la legión no contaba nada de ella, sólo una mínima, aunque rocambolesca, historia de cómo y por qué había llegado a la legión. Pero en cierta ocasión, le oí comentar con un familiar que en aquella guerra él cambiaba agua por coñac. Tal vez se le escapara, porque fue un comentario fugaz, pero de él yo deduje que el ardor de los soldados en el combate debía deberse a la ración de alcohol que le facilitaban y no a ideal alguno, puesto que, a despecho del comentario del señor periodista de más arriba, la práctica totalidad de los seres humanos no desean morir y a muy, pero a que a muy pocos les satisface matar. Si al alcohol le añadimos la arenga de los mandos la desaparición del pensamiento autocrítico está servida y entonces, sí, lo que aparece es la sed de sangre y el ansia de matar a quién, por el mismo camino que tú, anhela matarte a ti. Aquella intuición no tardé demasiado en corroborarla a través de mis lecturas al respecto.
Bien, pues por mucho que se empeñen los pensadores y dirigentes del cotarro religioso, por más que se empeñen filósofos y teólogos, lo único que de verdad conocemos de Dios es su silencio, un silencio aplastante, abrumador, continuo e interminable. Por consiguiente, en el asunto de la búsqueda del sentido de la vida es más que conveniente aplicar la navaja de Ockham y decir lo que Laplace le dijo a Napoleón: No, sire, Dios no es necesario en mi sistema."
La proposición buscar el sentido de la vida, es una proposición malévola que interesa sobremanera a los dirigentes religiosos, al señor obispo de Córdoba, por ejemplo, gran inventor de bulos, entre otras cosas, a los miembros de la Conferencia Episcopal y a personas en general que viven no por la religión, sino de la religión. 
Nacida de un farragoso azar, en lo que hoy parecen estar de acuerdo la mayoría de los científicos, la vida no tiene, no puede tener sentido alguno. Sencillamente es. Y punto. Surgida, además, en un medio hostil, en el que los individuos nacen y mueren, porque aquello mismo que los alimenta es lo que los mata, su único objetivo es mantenerse trasmitiéndose de unos seres a otros, adaptándose y evolucionando. La pregunta, pues, ¿de dónde venimos? queda contestada de este modo. La respuesta a la pregunta ¿qué hacemos aquí?, no es otra sino la de transmitir nuestros genes, esto es, transmitir la vida, cosa que hacemos todos los seres vivientes incluidos los humanos, ese y no otro es nuestro principal y único objetivo, todo lo demás es accesorio y, desde luego, innecesario para la vida. La pregunta que al día de hoy sigue sin respuesta es ¿adónde vamos? Pero ni debemos inquietarnos ni, mucho menos, atender a la respuesta que sostienen los representantes y vividores religiosos, porque no tienen prueba alguna de esa respuesta. No debemos inquietarnos, porque lo más probable es que no vayamos a ningún sitio. En cualquier caso, dejemos a la ciencia que siga investigando, pues será de ella de quien nos llegue la respuesta correcta, si es que realmente existe.
El sentido de la vida no lo vamos a encontrar nunca, aunque busquemos y busquemos, mucho menos en esa infernal brutalidad que representa la guerra, donde lo que se desatan realmente son los peores instintos de la especie humana, alojados en el cerebro reptiliano que seguimos poseyendo. Y no lo vamos a encontrar porque, como ya he dicho y repito, la vida carece por completo de sentido, no tiene lógica ni fundamento.
Otra cosa absolutamente distinta es darle un sentido a nuestra vida. Todos los animales, incluidos los superiores, se limitan a vivir y a luchar por su supervivencia. Dotado a lo largo de la evolución de la capacidad de pensar en sí mismo y en su entorno, únicamente el animal humano, siempre insatisfecho, puede, si no es capaz de limitarse tranquilamente a vivir, darle un sentido a su vida, cualquiera, el que le parezca mejor, material o espiritual, eso carece de importancia, lo importante es que ese sentido será único y personal, cada persona tendrá el suyo propio, porque lo contrario, tratar de imponer a los demás el sentido que yo le doy a mi vida sería caer precisamente en la misma dictadura mental y uniformista  que pretenden los vividores de la religión.

Imágenes de internet


 

martes, 26 de julio de 2022

IMPUNIDAD Y SOBERBIA


 "Lo que está ocurriendo en este país es increíble", decía Ernesto Caraba el jueves pasado en nuestra tertulia, "cualquiera inventa un bulo, lo publica en su diario, tira por los suelos la honra y el honor de una persona o de un grupo entero y cuando se descubre la falsedad, no pasa nada. 
No hablamos de cualquier cosa, sino de difamación. Y la difamación es un delito penal. Ahora bien, lo tienen todo atado y bien atado, porque aquí, en España, la justicia no actúa de oficio ante este delito, sino que, para que lo haga, el perjudicado tiene que denunciar el hecho. O sea, que, además de ser víctima de un delincuente, tienes que empezar soltando la pasta, cuatrocientos o seiscientos euros, no recuerdo, que cuesta de entrada poner una denuncia. Pero es que si eres persona pública, lo que al denunciar consigues en primera instancia es darle más vuelo a la difamación, puesto que si el bulo lo publicaron siete medios, ahora lo van a publicar todos, haciendo que por lo menos entre la duda entre los lectores, oyentes, o televidentes. Y tal como está la justicia en nuestro país, aunque el bulo, la falsedad, la difamación sean más que evidentes, porque están publicados incluso por escrito, no es seguro que un juez falle a favor de la víctima, mucho más si es persona pública y ya el colmo se se dedica a la política. O sea, que el difamador puede quedar libre y encima con una publicidad de tres pares de narices para él y para su medio, que ahora sí que se van hartar de publicar bulos. ¡Y no pasa nada!
"Ya se ha visto lo que entre ese tal Inda, un verdadero indeseable, que en cualquier país medio decente hace tiempo que estaría en la cárcel, y el otro tal Ferreras, tres cuartas de lo mismo, le montaron a Pablo Iglesias y, como derivación a Podemos. Ahí , como bien sabéis, intervinieron policías y políticos, las cloacas del Estado. Un delito de una gravedad más que importante, porque ataca la esencia de la democracia. Es igual, no pasa nada, ni por parte de la justicia ni por parte de los españoles en general.  Impunidad total. Para el delincuente, para el juez y para el sursum corda, menos para la victima, que con fallo en contra o a su favor acaba enfangado hasta las orejas.
"Tan no pasa nada que el tal (buitre) Inda sigue publicando bulos en el libelo que montó gracias al apoyo del ministro Fernández Díaz. Y no se frena ante nadie. Ya sabéis también que hace unos días el presidente del gobierno viajó a Extremadura a visitar la zona afectada por el tremendo incendio que llegó a tocar el parque de Monfragüe. Allí le hicieron una foto en la que está con el presidente de la Junta extremeña y con una señora que no sé quién es. Bueno, pues el Inda recorta la foto, deja sólo al presidente y la publica con un pie en el que más o menos decía: 'Sánchez posando como un Adonis en la zona quemada' Inmediatamente, como suele ocurrir, gentuza de diverso pelaje, replica la foto sin detenerse a comprobar si es válida o no. ¡Y no pasa nada! No pasa nada ¿porque os imagináis la que se puede montar si el presidente Sánchez pone la correspondiente denuncia?
"Pero es que, en otro orden de cosas, aunque por la misma senda, hace un par de semanas los familiares de los presos en las cárceles andaluzas se quejaban de que con el tremendo calor que está haciendo la cárceles carecen de aire acondicionado o los tienen averiado. Pues bien, no os podéis imaginar la cantidad de comentarios absolutamente críticos, negativos, despreciativos y hasta cargados de odio que se dirigían a los presos y a sus familiares en la red esa del cara libro."
"Es verdad", lo interrumpió mi mujer, "yo los he leído y es tremenda la falta de piedad, de compasión que manifestaban. Estuve a punto de añadir yo también un comentario en contra de tanta barbarie, pero luego me dije, para qué, esta ciudad es como es, más de 250 procesiones al año, miles de cofradieros, que, según dicen ellos mismos, realizan una gran labor social, y un obispo embustero y bulero él mismo (acordaos cuando dijo que la ONU tenía un plan para hacr homosexuales a la mitad de la población mundial), cuya última preocupación es si con el marxismo se alcanza o no el cielo, al que nunca se le ha visto por barrios como las Palmeras, las Moreras o Guadalquivir y al que este tema de los presos se la trae al pairo. 'Odia el delito y compadece al delincuente', decía, bien repleta de piedad, Victoria Kent, aquella eminente mujer republicana que, como bien sabéis, fue directora general de prisiones. Desgraciadamente, en nuestra ciudad ocurre más bien lo contrario: se odia mucho más al delincuente que el delito.
"Lo que choca de esos comentarios es que los comentaristas, muchos de los cuales, estoy segura, deben andar a la cuarta pregunta, se niegan a ver que el 90% al menos de las personas que están en las cárceles son de baja o muy baja extracción social y, aunque haya grandes criminales, la mayoría sólo han cometido delitos menores, como aquel chaval que con un tarjeta encontrada compró comida por valor de 75 € y, cuando lo trincaron, le metieron tres años de cárcel. En éstas no veremos a nadie de los que han robado miles o incluso cientos de millones,  eso están tranquilamente en la calle, con las argucias más peregrinas, como el Zaplana ese, al que soltaron hace un montón de tiempo porque padecía una enfermedad terminal, ¿terminal?, en la calle y hasta en la playa y sin devolver ni medio euro."



"A mí, de esos comentarios", intervino de nuevo Caraba, "más que la inquina, lo que me llama la atención es la soberbia y la seguridad con la que se expresan los comentaristas, aunque el apelativo que realmente les cuadra sería el de hienas. Me pregunto si esa gente, que ya se cree inmortal, se cree también inmune a cualquier desgracia. ¿Cómo pueden hablar con esa firmeza? ¿Tan ciegos están que no comprenden que en cualquier momento ellos pueden verse en el mismo lugar en el que se encuentran esos presos a los que tan furiosamente critican? Hoy mismo, dentro de un rato, cualquier de esos criticones antiempáticos va a coger su coche a la calle en que lo dejó y cuando está llegando a él descubre a un individuo que está tratando de forzar la cerradura. "¡Eh!", le grita, "¿qué hace usted?" Y el individuo en lugar de salir corriendo se revuelve y se le encara, nuestro criticón lo empuja, con tan mala fortuna que el posible ladrón cae de espaldas, se golpea la cabeza con el bordillo de la acera y muere. Y ya tenemos al criticón en la cárcel. 
"Aunque ellos no lo crean, estos caso ocurren, por lo que ya podrían atarse los machos antes de atreverse a criticar como lo hacen."

Imágenes.- Internet.

sábado, 23 de julio de 2022

HAMBRE EN ÁFRICA

 
"Lo que los seres humanos le estamos haciendo al planeta sólo puede calificarse de criminal, en el más amplio sentido de la palabra. Hasta no hace tanto, nuestros crímenes los cometíamos sobre otros seres humanos, o sobre los animales o las plantas. Ahora, sin embargo, con la acción de unos y el espantoso silencio de la mayoría, el crimen va directamente contra la tierra, un crimen que, paradójicamente, es también un suicidio."
Una vez por semana, los jueves, vienen a mi casa mis amigos Ernesto Caraba y Sancho Dávila. El jueves pasado, como no podía ser menos hablábamos de la guerra de Ucrania y el que, de repente, soltó la parrafada anterior fue Sancho Dávila. La verdad, nos sorprendió un poco, porque Dávila es un hombre muy comedido, más bien taciturno, casi melancólico y conciliador, un hombre que difícilmente daba una opinión tan rotunda. Pero el caso es que no se detuvo allí, sino que prosiguió:
"Vaya por delante que la práctica totalidad de las grandes empresas de nuestro país y de fuera de él crean fundaciones no para proteger o promocionar nada o para ayudar a nadie, esa es la excusa, las crean realmente para evadir impuestos. Pasan por organizaciones benéficas, pero la realidad es que si destinan a una causa equis importe económico es para ahorrarse como mínimo dos equis en impuestos. 

"Os pondré el ejemplo de una de estas organizaciones, la del famoso Bill Gates y señora, la BMGF, por sus siglas en inglés, que se parece como un huevo a otro huevo a la del gallego ese que va regalando (eso cree la gente) máquinas médicas a la Seguridad Social. Bien, pues la BMGF no sólo evade impuestos, sino que su principal actividad consiste en lucrarse y facilitar el lucro de unas cuantas grandes empresas con las que está compinchada.
"Acabamos de comentar cómo la guerra de Ucrania está aumentando considerablemente los problemas alimenticios en África. Veinticinco países africanos importan un tercio del trigo que necesitan de Rusia y de Ucrania; dos países, además, Benín y  Somalia, importan el cien por cien. Este trigo no está llegando ahora, con lo que el hambre y, como consecuencia de ella, la muerte de decenas, cientos de miles de personas está servida. Es verdad que no son rubios ni tienen los ojos azules y esta circunstancia hace mucho menos dramática la situación para nosotros, los occidentales.
"Pero no para todos. La fundación BMGF, junto con otras organizaciones no gubernamentales, en apariencia, al menos, llevan años tratando de que África aumente su producción agrícola para llegar, como mínimo, a autoabastecerse. Una actividad loable, ¿no es cierto?."
Sancho Dávila dejó la pregunta en el aire durante unos segundos que parecían no terminar nunca, paseo sus ojos por los nuestros y, tras carraspear ligeramente, prosiguió:
"La BMGF forma parte de una organización mayor denominada Alianza para la Revolución Verde en África (AGRA, por sus siglas en inglés). Esta organización tiene un presupuesto de unos mil millones de dólares al año, de los cuales, la fundación BMGF, siempre tan generosa, aporta seiscientos cincuenta millones. Sin embargo (cómo miente esta gente y cómo juega con nuestras cabezas, mejor, muchísimo mejor que aquellos jíbaros que las cortaban y las reducían casi al tamaño de un llavero) tal cuantiosa aportación tiene truco. ¿Sabéis cuál es? que tan rimbombante revolución consiste en implantar monocultivos, principalmente de maíz y de arroz, con el uso intensivo de fertilizantes químicos y de semillas mejoradas, es decir, tratadas genéticamente. Todo ello en detrimento de cultivos autóctonos tradicionales como el sorgo, el mijo, la batata, etc. que se obtenían de forma natural.

"Por si no lo sabéis, el principal suministrador de los productos químicos es la multinacional Monsanto. Entre los maravillosos pesticidas que esta empresa produce y comercializa está el Roundup, el herbicida más vendido en el mundo, cuyo principal activo es el glisofato, un componente, como mínimo peligroso, del que algunos estudios independientes han llegado a la conclusión de que produce el linfoma no Hodgkin, un tipo de cáncer que ataca a los linfocitos. De hecho, algunos países como Sri Lanka y Colombia ya lo han prohibido y Francia está en camino de hacerlo. 
"Sea como sea, en un extraordinario ataque de altruismo, en 2010, la BMGF compró 500.000 acciones de Monsanto, empresa que algún tiempo después fue adquirida por la alemana Bayer, principal productora mundial de productos fitosanitarios. Por si la cosa no va quedando suficientemente clara, cabe añadir que de esos seiscientos cincuenta millones de dólares aportados por la BMGF a la AGRA sólo se destinó como ayuda directa a los agricultores un tercio de ellos, aproximadamente, yendo a parar el resto a grandes empresas y grupos que promueven el citado monocultivo intensivo, forma brutal de cultivar la tierra que en modo alguno ha conseguido acabar, ni siquiera frenar el hambre en África. Lo que sí ha conseguido es acabar con el ochenta por ciento, 80%, de la biodiversidad africana.
"Pero en relación con la BMGF, que era el ejemplo que os había puesto, la realidad  es que no sólo no produce en África resultado benéfico alguno, sino que, independientemente de los beneficios que debe estar obteniendo de aquellas quinientas mil acciones, así como la exacción correspondiente de impuestos, la fundación del señor Bill Gates no es más que un caballo de Troya de las grandes compañías productoras de semillas y de pesticidas, que encuentran en la explotación sistemática de África uno de sus principales caladeros de beneficios económicos."
Sancho hizo una nueva pausa y nos miró uno a uno detenidamente, como si pretendiera comprobar el efecto de sus palabras. Sus ojos chispeaban, poniendo de relieve una exaltación que no le habíamos visto nunca.


"Supongo que así se entiende algo mejor lo que es el capitalismo explotador; se entiende que ya no es necesario el colonialismo físico para seguir esquilmando a África y a los africanos; y se entiende, creo yo, la tragedia de hace unas semanas en Melilla. Una tragedia que volverá a repetirse, que no nos quepa la menor duda, porque, si no se revierte esta situación, y no se va a revertir, la emigración de subsaharianos no se va a detener, por más vallas, rejas o muros que levantemos.
"Supongo que, como me conocéis, no pondréis en duda nada de lo que os he dicho, pero, por si dudáis, sabed que los datos los he tomado de un clarificador artículo publicado este mes en Le Monde Diplomatíque."
Qué podíamos decir, aparte de callar, consternados. Nada. Y eso fue lo que dijimos, nada.


martes, 19 de julio de 2022

EN LA ZONA DEL MAL

 
¿Qué haría usted si tuviera el poder de lograr que todos los seres humanos que nacieran a partir de este momento carecieran por completo de maldad, de modo que sólo pudieran hacer el bien? ¿Ejercería ese poder o preferiría que el mundo siguiera como está?
El problema del mal ha ejercido y ejerce un poderoso atractivo sobre la mayor parte de la humanidad. Filósofos y teólogos, sobre todo, se vienen ocupando de él desde tiempo inmemorial, tratando de encontrarle no sólo una explicación, sino también su justificación. ¿Por qué existe el mal? ¿Hay alguna razón de peso que justifique su existencia? Estas vendrían a ser las dos preguntas claves referidas al asunto. 
Ahora bien, cuando tanto los filósofos como los teólogos tratan este tema siempre lo centran exclusivamente en el ser humano. Es extraño que no lo hayan advertido, pero al reducir de este modo su campo de visión, ambos estudiosos no hablan propiamente del mal, sino de la maldad, que no es exactamente lo mismo. La maldad puede definirse como la capacidad del ser humano para, conscientemente, obrar mal o procurar el mal. La consciencia en el obrar es la que hace que esta capacidad sea privativa del ser humano. Desde luego, en nuestro mundo, ningún otro ser la posee.
En principio y en sí mismo considerado, la existencia del mal no tiene justificación alguna. El problema surge cuando se cree que nuestro mundo y el universo todo con la totalidad de cuanto en ellos existe se debe a un creador y no a un creador cualquiera, sino a un Creador omnipotente e infinitamente bueno, es decir, un ser que tiene un poder absoluto, sin reducción alguna, y al mismo tiempo, una bondad total, sin ni siquiera una mínima mancha de mal. Es en ese momento cuando surge la pregunta clave: ¿Cómo puede Dios, un ser omnipotente e infinitamente bueno permitir la existencia del mal? Pregunta de la que se desprende la siguiente alternativa: O Dios no es omnipotente y entonces creó lo que pudo, o Dios no es tan bueno como se cree, pues de serlo no permitiría la existencia del mal.
Algunos de los filósofos y teólogos que se han ocupado de este problema niegan la mayor, esto es, niegan la existencia del mal. San Agustín afirmaba precisamente que el mal no es más que ausencia de bien. Como el argumento no puede ser más cochambroso, el propio Agustín añadió que lo que creemos un mal es en realidad un bien, como cuando te cortan una pierna gangrenada para salvarte la vida. Este argumento es más cochambroso aún que el anterior, pues no explica qué clase de bien era esa gangrena que dio lugar a que te cortaran la pierna.
A partir de aquí se disparan y parten en distintas direcciones los argumentos que tratan de conciliar tamaña y evidente contradicción, pero sintetizando mucho, un primer argumento afirma que el mal, siempre referido exclusivamente al ser humano, propiamente no existe más que en nuestra consideración, pues aquello que nosotros reconocemos como malo es, en realidad, algo así como un obstáculo o una prueba a modo de ejercicio gimnástico- espiritual, podríamos decir, que Dios nos propone y que, de aceptarlo como tal sin condiciones, nos aproximaría a un bien infinitamente mayor que todos los concebibles: el bien del cielo o del paraíso, en la otra vida, la que no dudan que existe más allá de esta, después de la muerte. Este argumento tiene también no poco de cochambre intelectual.
El otro argumento es bastante más cauto y, quizás, también con un basamento algo más firme, pues, aunque sigue contando con Dios, no le es tan imprescindible la fe. Consiste en afirmar que Dios no creó al ser humano como un autómata, sino que le otorgó lo que se llama el libre albedrio, esto es, la libertad para realizar tanto el bien como el mal, con lo que el ser humano es plenamente responsable de sus actos. El argumento sigue pecando de centrar el problema exclusivamente en el ser humano y, además, ese libre albedrío es muy, pero muy limitado, a pesar de que cuando filósofos y teólogos exponen el argumento ofrezcan la visión de una amplitud casi inabarcable. Los últimos avances médicos en el conocimiento del cerebro, limitan más aún y bastante ese libre albedrío. En cualquier caso este argumento le pareció suficiente a un filósofo tan eminente como Leibniz, que además era matemático, para afirmar que el nuestro es el mejor de los mundos posibles.
Pero limitar el problema al ser humano es casi, casi, una falacia. Porque no hablamos de maldad, sino del mal y éste es una entidad que se sitúa en el mismo nivel que el bien. Bien y mal no pugnan, sino que se encuentran establecidos en todos los estratos de nuestros mundo. Si existe un Creador inteligente y omnipotente es más que evidente que solo puede tratarse de un ser maligno, porque el mal está incluido en la misma concepción del mundo. No hay más que asomarse ahí fuera un momento y ver cómo el león salta sobre el cuello de la gacela o cómo los cocodrilos se apoderan y devoran a los ñúes que tratan de cruzar el río, o, mucho más cerca, ver cómo el lince caza y devora a un conejo, etc. Es decir que para vivir, los seres animados necesitan matar y lo que para el león es un bien, conlleva impepinablemente un mal para la gacela. Francamente, yo no sé cómo nadie puede creer en un Dios bondadoso después de ver en televisión casi cualquier documental de animales. No sólo la muerte es consecuencia de la vida, sino que la vida nace y se mantiene gracias a la muerte. Dentro mismo de nuestro cuerpo hay millones de bacterias en una guerra permanente por la supervivencia.
Desde cualquier punto de vista que se adopte, el mal no tiene justificación. Un Creador omnipotente y bondadoso pudo crear un mundo bien distinto de este, en el que no se produjera esta guerra permanente e ineludible. Los teólogos insisten porque, a fin de cuentas, viven del Creador y no van a tirar piedras sobre su propio tejado. Ahora bien, lo que ocurre realmente es que tal Creador no existe, que todo es fruto de la naturaleza, es decir de un medio en el que la vida, los seres animados se han ido desarrollando y se mantienen como pueden. Por eso, no es que el mal no tenga justificación, es que es absurdo buscarla, porque no la vamos a encontrar. 

En la naturaleza no hay bondad ni maldad, no hay mal ni bien, eso es algo que valoramos nosotros, los seres humanos, que en el camino de la evolución hemos desarrollado la razón, la capacidad de pensar y de clasificar. Vida y muerte en la naturaleza son hechos ni buenos ni malos, sino necesarios, porque con los elementos que existían la vida no pudo aparecer y desarrollarse de otra forma. Todo lo demás son ganas de enredar la madeja. Ah, y olvidémonos del cuentecito del paraíso terrenal, ese paraíso no ha existido jamás.

Imágenes:
Primera.- De Tonybaggett
Segunda.- De hablemosdereligión.com
Tercera.- De desmotivaciones.es
Cuarta.- Pintura de Peter Wenzel

 

jueves, 7 de julio de 2022

HOMENAJE EN ROMA

¿No nos da vergüenza a los españoles? ¿Qué nos pasa? ¿Tan profundamente nos comió el cerebro el maldito franquismo que cuarenta y ocho años después de la muerte del dictador no somos aún capaces de reaccionar? ¿Acaso el miedo se ha instalado en nuestros genes y no nos va a abandonar ya nunca?

Los homenajes a los exiliados españoles con motivo de su derrota en la guerra civil se suceden fuera de nuestro país. En 2016, en Francia, en la persona de los sobrevivientes, se homenajeó públicamente a los 9300 que habían sufrido prisión en los campos de concentración nazis de Dachau, Auschwitz, Buchenwald y, sobre todo, Mauthausen. El acto, muy emotivo, se celebró en el Memorial de la Deportación, muy cerca de Notre Dame y al mismo asistieron el entonces primer ministro francés Manuel Valls y la alcaldesa de París Anne Hidalgo. François Hollande, presidente de la República, le concedió la Legión de Honor a cuatro de ellos: Manuel Alonso, Virgilio Peña, Juan Romero y José Alcubierre. De todos aquellos prisioneros el último sobreviviente falleció fuera de nuestro país, en la ciudad de Ay, a los 101 años, se llamaba Juan Romero y era natural de Torrecampo (Córdoba).


 
En septiembre de 2021 se celebró en Roma, capital de Italia, un homenaje a Rafael Alberti, que vivió en la capital italiana durante una década en los años 60 y 70 del siglo pasado, y a los artistas españoles republicanos que, como Alberti, tuvieron que exiliarse para escapar de su asesinato por parte del régimen franquista.

En 1966,´en París, artistas españoles exiliados, pero también del interior del país, entre los que se encontraba alguno adicto al régimen, como José María Pemán, rindieron ya un primer homenaje a Rafael Alberti en exclusiva como símbolo y representante de la lucha por la libertad. Allí le entregaron al poeta gaditano una carpeta con más de cien obras pictóricas, cartas y poemas. Alberti se quedó con algunos, el resto, acabó en poder de la Academia de Bellas Artes de Cádiz que las  cedió al Instituto Cervantes para la exposición en su sede de la Plaza Narbona de Roma. 

Tardaron bastante en reconocer su valor, pero, al fin, en 2015 y en Francia también, recibía reconocimiento público a su valor y entrega la Novena Compañía de la Segunda División Blindada del general Leclerc que, en la tarde-noche del 24 de agosto de 1944, fue la primera que entró en París enfrentándose a las últimas fuerzas nazis que existían aún en la ciudad y que, en cumplimiento de las órdenes de Hitler, ofrecieron feroz resistencia. Esta Compañía estaba formada casi en su totalidad por españoles republicanos que, tras luchar contra los golpistas en la guerra civil española, se alistaron en el ejército francés para luchar contra los nazis, es decir, a favor de la libertad.
Mientras tanto, aquí en España son poquísimos los españoles que conocen estos hechos. Nos va costando la misma vida recuperar para sus familiares los restos de los ejecutados por los franquistas, en realidad asesinados en su casi totalidad, pues los mataron sin juicio previo alguno, y fueron enterrados de mala manera en fosas comunes o en las cunetas de carreteras y caminos. Se pueden contar con los dedos de las manos los españoles que saben que Franco mantuvo 296 campos de concentración por los que pasaron entre 700.000 y 1.000.000 de personas, la mayoría civiles cuyo único delito era el de haber formado parte de organizaciones republicanas o haber estado cerca de ellas, sufriendo en ellos toda clase de vejaciones y de malos tratos, que a muchos les produjo la muerte.


Naturalmente, si no somos capaces de recuperar de una vez estos restos mortales como vamos a homenajear a exiliados. Si no sabemos que aquí hubo también campos de concentración, como vamos a reconocer a los españoles que murieron en los campos nazis. En 2014, el Congreso de los Diputados aprobó una moción para instar al gobierno a brindar un homenaje a dichos españoles en 2015, coincidiendo con el 70 aniversario de la liberación de los campos. El gobierno de entonces, presidido por Mariano Rajoy, dedicado a afanar, a favorecer a las grandes empresas, a abaratar y a precarizar el empleo y a cargarse las pensiones, hizo caso omiso a la moción y de ella nunca más se supo. 
Es decir que, en relación con lo sucedido en la época de la República, la Segunda Guerra Mundial y la posguerra seguimos mudos, sordos, ciegos y sin memoria. Bueno, todos no: la Iglesia católica no para de elevar a los altares a sacerdotes asesinados en aquellos días por los republicanos. Y no contenta con nombrarlos santos los declara además mártires, cuando, como la Iglesia sabe muy bien, para ser mártir, no sólo de la religión, sino de cualquier causa, que también los ha habido, no es necesario que haya tortura, cierto, pero sí que a la víctima se le haya dado, al menos, la oportunidad de apostatar de su fe. Detener a alguien y matarlo de un disparo sin más no pasaría de homicidio o incluso de asesinato, pero jamás sería un martirio. Y además, mire usted que casualidad, de los sacerdotes vascos asesinados por los franquistas, la Iglesia no quiere saber nada de nada.

Imágenes:
1ª y 3ª de El Diario. es
2ª loquevienesiendounadocumentalisa.blogspot.com 
4ª Internet.
5ª.- La voz de Galicia
6ª.- Propia.

domingo, 3 de julio de 2022

EL ATAÚD


Mi amigo Ernesto Caraba tiene unas cosas... Anoche, en la terraza de Los Merinos, mientras mi mujer y yo nos tomábamos unas cervezas con él y con Fernando Morón, otro amigo recién jubilado, que durante más de treinta años ha ejercido el oficio de enterrador en un cementerio de la capital, Ernesto prorrumpió, casi sin venir a cuento:
"A mí hay muchas cosas que me molestan, pero dos, especialmente, me sacan de mis casillas: la publicidad y los Centros de Llamada o Call Center, para decirlo en inglés, que está tan de moda. ¿Vosotros conocéis una profesión en la que se mienta más que en la publicidad? Yo creo que el oficio les ha colonizado el cerebro de tal manera que los publicistas mienten hasta dándote la hora. Y, además, lo hacen los tíos con tanto arte y habilidad que hasta acabas creyéndolos. Aunque este no es mi caso, porque hace ya mucho tiempo me juré que no compraba nada que se anunciara en la televisión, en la radio o en la prensa, nada.
"Lo de los Call Center es otra historia. Yo ya ni siquiera me pregunto por qué cojones un tipo al que no conocemos de nada tiene que irrumpir en nuestra casa, aunque sea sólo vía telefónica, y además casi siempre a las horas más intempestivas. Yo sé que quien llama es un simple empleado que, probablemente, tendrá un contrato temporal y un sueldo de mierda, acompañado de algún incentivo igualmente insignificante, si consigue endosarle a algún primo aquello que vende, generalmente contratos de telefonía o de electricidad. Pero ¿qué queréis?, no puedo contenerme y muchas veces los interrumpo nada más abrir la boca con un potente: '¡no me interesa' o mandándolos directamente a hacer puñetas. En otras ocasiones lo que hago es seguirles la corriente y dejarlos que suelten todo el rollo, para al final responderles con el ya mencionado 'no me interesa.'
"Ayer, a media mañana, me llamó una señorita de un centro comercial muy conocido, cuyo nombre me callo porque no voy a hacerle publicidad ni ante vosotros. La señorita tenía una voz joven y muy agradable. Yo, temiendo una llamadita de esa especie, había cambiado la mía para que pareciese la de un señor mayor, y el diálogo que mantuvimos fue más o menos el siguiente:
Ella.- Hola, buenos días, mi nombre es Isabel, ¿es usted don Ernesto Caraba?
Yo.- El mismo, señorita.
Ella.- Le llamo desde (aquí el nombre del centro comercial), es que tenemos una muy buena oferta que hacerle: un magnífico jamón cien por cien ibérico al ridículo precio...
Yo.- (Interrumpiéndola) Ay, señorita, verá, yo es que tengo la tensión alta y no puedo comer alimentos salados.
Ella.- Ah, vaya. Pues mire, tenemos otra oferta que es casi mejor, un colchón... (y me soltó una perorata más que considerable)
Yo.- (Cuando ella calló esperando mi respuesta) Pues mire usted, señorita, es que precisamente me he comprado un colchón más o menos de esas características no hace todavía un mes.
Ella.- (Irreductible) Bien, no se preocupe, tenemos otra oferta todavía mejor. Verá...
Y me fue largando otras siete de sus ofertas y yo rechazándolas una detrás de la otra con una razón convincente. Hasta que, cuando me pareció que llevábamos un buen rato con la cháchara, le dije:
Yo.- Mire, señorita, yo es que tengo ya noventa y dos años y, claro, ninguna de esas ofertas me interesa. Pero verá, a mí lo que me puede convenir a estas alturas es un ataúd, así es que si tuviera usted por ahí uno baratito, podría considerar su compra, más que nada para estar preparado.
Ella.- (Más que alarmada) ¡Uy no, por favor! ¡Eso no lo trabajamos! Eso tiene que ser en una funeraria. Ojalá viva usted muchos años más. Buenos días. (Y colgó)