No se conoce su fecha de nacimiento ni, con exactitud, la de su muerte. Tampoco se sabe quiénes fueron sus padres. No existe una imagen de ella y no se tienen más señas de identidad que su nombre de pila. Pero fue una de las personas más influyentes durante durante el reinado del emperador Cómodo y el pontificado del papa Víctor I, hacia finales del siglo II.
En la época del imperio romano, cuando una mujer daba a luz, la matrona o quien la estuviera atendiendo, depositaba al recién nacido en el suelo. Entonces entraba en el aposento el marido de la parturienta y si lo recogía del suelo significaba que reconocía al bebé como su hijo o hija; pero si no lo recogía, el hombre no lo reconocía y el nuevo ser quedaba condenado a lo que los romanos llamaban "exposición", esto es, su abandono en la calle, unos en la puerta misma de la casa y otros bajo la columna lactaria, frente al templo de Pietas. Tanto en un sitio como en otro, cualquiera que pasara podía cogerlo para sí y destinarlo a lo que le pareciera oportuno. Tiempos duros para estos recién nacidos: muchos acababa muriendo, de frío, de calor o de hambre. Los que sobrevivían no lo tenían mejor: serían esclavos en alguna casa más o menos importante y, por tanto, vivirían toda su vida privados de libertad. Se abandonaban más niñas que niños. La mujer siempre perdedora. Pero en este hecho no veamos sólo crueldad o maldad: hoy no resulta nada complicado prevenir un embarazo; en aquellos tiempos, sin embargo, la prevención era misión casi imposible. Así, muchas familias "exponían" al nuevo vástago no porque no lo quisieran, sino porque carecían de medios para criarlo. La prueba es que en tanto las familias pudientes se despreocupaban por completo y no querían saber nada del destino del "expuesto", las familias humildes, las de baja extracción económica, acechaban al abandonado y respiraban tranquilas cuando descubrían que alguien lo había recogido. Quizás fueran esclavos, pero, al menos, estaban vivos y, quién sabía, la vida daba muchas vueltas, muchas más que hoy, y acaso aquel niño o aquella niña tuvieran un destino glorioso.
Marcia fue una de estas niñas "expuestas". Se sabe que la recogió un cristiano de nombre Jacinto, quien la educó en el cristianismo. Ahora bien, cristiano y todo, el tal Jacinto era un elemento. Tenía montado un negocio de altura consistente en recoger niñas "expuestas", sólo niñas, criarlas y, a punto de entrar en la adolescencia, venderlas a los prostíbulos de la ciudad.
Entre las niñas que se criaron con ella en la casa de Jacinto, Marcia destacó enseguida por su enorme, abrumadora belleza. Como sus compañeras, estaba destinada a la prostitución, sin embargo, fue su belleza la que la salvó de este aciago destino. En efecto, a la edad de doce años la adquirió para sí el senador Marco Ummidio Cuadrato. Corría el año 182.
Desde nuestra concepción hasta nuestra muerte, viajamos a lomos del azar. Podemos hacer tantos proyectos como nos vengan en gana, podemos acopiar los medios para llevarlos a cabo, podemos conseguir las colaboraciones necesarias, podemos tenerlo todo. Pero basta la simple torcedura de un tobillo, o el tren que sufre una avería y se retrasa o la quiebra de un banco a miles de kilómetros o un bichito que invade las vías respiratorias de alguien más lejos todavía, para que no sólo el proyecto se venga abajo, sino para que nuestra vida de un cambio radical.
Cuando el senador compró a Marcia había en marcha una conspiración para matar a Cómodo, el emperador, encabezada por su hermana Galeria Lucila. Por lo que cuenta el historiador Dion Casio, parece que lo que empujaba a Lucila era la fatuidad que mostraba Brutia Crispina, esposa de Cómodo.
En aquella conspiración estaban implicados el senador que había adquirido a Marcia, Marco Ummidio, y Claudio Pompeyano, también senador. Ambos intentaron asesinar a Cómodo a la entrada al teatro, pero fueron descubiertos unos momentos antes de iniciar el ataque, apresados por los guardaespaldas del emperador y ejecutados de inmediato.
En aquel mismo año, 182, Lucila había descubierto y puesto en conocimiento de su hermano que Brutia Cristina estaba embarazada. La boda con aquella mujer de la clase más elevada había sido concertada por los padres de ambos y Cómodo tampoco la tragaba, por lo que podía estar seguro de que aquel embarazo no era suyo. De manera que Brutia fue acusada de traición y exiliada en la isla de Capri. A esta isla fue enviada también Lucila tras descubrirse su juego. Y poco después ambas fueron decapitadas allí mismo.
El emperador ordenó la muerte de todos los miembros de las familias de los dos senadores, incluidos sus esclavos, pero cuando los ejecutores descubrieron a Marcia, asombrados por su belleza, decidieron enviarla a Cómodo para que formara parte de sus concubinas. Hábil, además de bella, y astuta, la muchachita no tardó en ascender entre sus compañeras de concubinato, convirtiéndose muy pronto en la amante de Cómodo y, con sus consejos, controlar en la práctica la política imperial.
Cuando Marcia contaba con dicienueve años alcanzó el trono papal Victor I (189-198). Este papa, el primero que adoptó el rol de monarca universal, que armó una muy hermosa tratando de imponer en toda la cristiandad la misma fecha para la celebración de la Pascua, fue también el primero que tuvo relación directa con la casa imperial. Y Marcia no tardó en hacerse su amante. Gracias a ella, el emperador ordenó la liberación de un número importante de cristianos condenados a trabajos forzados.
Pero el emperador, que había alcanzado su cargo a los diecinueve años, estaba sufriendo una paranoia que cada vez se acentuaba más y más y que lo empujaba a llevar a cabo toda clase de excentricidades, al tiempo que organizaba una fuerte represión de todos los que consideraba sus enemigos. Al principio, Marcia pudo conseguir cierta moderación en la conducta de su amante. Pero llegó el momento en que el amante se tornó incontrolable y ni Marcia ni nadie podía contener sus impulsos, cada día más aviesos y criminales.
Se organizó entonces una nueva conspiración y, formando parte de ella, Marcia envenenó la comida de Cómodo. Pero éste vomitó el veneno y sin sospechar de su amante, fue a darse un baño. Allí, siguiendo la indicaciones de Marcia, lo estranguló el liberto Narciso, que, al parecer, era también amante de la hermosísima muchacha.
Algún tiempo después, Marcia fue igualmente asesinada por orden del emperador Didio Juliano, que ocupó el cargo desde el 28 de marzo del 193 a 1 de junio del mismo año.
Fuentes:
Historia de la vida privada. Tomo I
Los papas y el sexo. Eric Frattini
Historia de los papas.- Laboa
Historia oculta de los papas. Javier García Blanco
Contagiado por la incredulidad de las redes sociales y sus historias, pienso si esta no será ficción de alguien, no los hechos concretos de abandono de los niños, u otros similares, sino la biografía de esta señora. La pregunta es dónde empieza la realidad y termina la ficción.
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