Desde el castillo de Montsegur (Francia), enclavado en la cumbre del monte Pog, la vista es sobrecogedora. Este es el país de la lengua de oc, el Languedoc, lengua en la que los trovadores ofrecían a su enamorada delicadas y aun sublimes endechas de un amor exquisitamente platónico, compuesto sobre todo de miradas, sonrisas, versos y canciones. Es también, junto con la Provenza, el país de los cátaros.
A los pies del castillo, que hoy conserva sólo los muros exteriores, abajo de un cortado de casi mil metros de altura, se contempla la pequeña población de Montsegur, de aspecto medieval y con no más de 120 habitantes. Más abajo aún, en medio de una espesura de un verde exuberante, se descubre el poderoso monasterio de Dame de Prouille, fundado por Domingo de Guzmán para acoger a mujeres cátaras que se habían convertido al catolicismo. Es también la cuna de la Orden Dominicana, fundada igualmente por el santo de Guzmán, los dominicos, nombre que no procede del de Domingo, sino que viene del latín domini canis, que significa perros de Dios, porque eso eran los dominicos, perros, pero perros de presa. Según cuenta su hagiografía, aquí también recibió Domingo la aparición de la Virgen María, quien le enseñó el rezo del rosario y le ordenó que lo difundiera entre la cristiandad. Y, por último, de aquí salió Domingo de Guzmán para encabezar junto a Arnoldo Amalrico, abad de Citeaux y al mercenario Simón de Monfort, la cruzada contra los cátaros y albigenses que en 1209 había decretado Inocencio III. Domingo de Guzmán fue el responsable de la muerte en la hoguera de centenares de herejes, así como de la quema de numerosos libros considerados heterodoxos.
El pintor Berruguete lo inmortalizó en dos célebres cuadros, en uno quemando los libros, en otro presidiendo un auto de fe. Sin duda fueron estos los méritos principales que inclinaron al papa Gregorio IX a canonizarlo en 1234.
Volviendo a Montsegur, al norte y nada menos que a 82 Km. se divisa en días claro Toulouse, al nordeste de la cual y a unos 40 Km. se sitúa Carcassonne, plaza fuerte y sede de la corte de los reyes visigodos, ciudad que sufrió duramente el ataque del ejército católico. Entre empinadas y escalofriantes cumbres se divisa Albi, población que dio a los cátaros el nombre de albigenses, porque en ella se congregaban numerosos de aquellos herejes.
A unos 30 Km. de Montsegur, enclavada entre boscosos montes que la resguardan y protegen, se divisa perfectamente Foix, sede del condado del mismo nombre, en cuyo castillo nació en 1151 Esclarmonde de Foix, hija del cuarto de los condes y una de las mujeres más relevantes de la Edad Media, recordada en el país como Esclarmonde la Grande. El anatema que sufrió por parte del papa y el odio de Felipe IV, rey de Francia, así como la destrucción sistemática de los escritos cátaros, han hecho que al día de hoy no quede apenas noticia de ella.
Esclarmonde de Foix, cuyo nombre significa claridad del mundo, es conocida entre los historiadores que se han especializado en el tema cátaro (la mayoría de los demás no tiene ni idea de quien fue esta señora) como Esclaramonde la Mayor, para distinguirla de su biznieta, llamada también Esclarmonde de Foix, que fue reina de Mallorca por su matrimonio con Jaime II de Mallorca y, paradójicamente, si recordamos de quien descendía, acabaría subiendo a los altares como beata
En 1200, tras quedar viuda de Jourdan III, señor de L'Isle Jourdan, con quien tuvo 6 hijos, Esclaramonde se estableció en Pamiers, a unos 17 km. de Foix. Es esta una notable ciudad encajada en un cerro a orillas del río Ariège, que nace en las cumbres nevadas de Andorra, dotada incluso de catedral. En su castillo, residencia de Esclarmonde, se celebró la conocida como Conferencia de Pamiers, organizada por la castellana, en la que clérigos y teólogos católicos, encabezados por Domingo de Guzmán, debatieron con representantes del catarismo. Para entonces, el papa Alejandro III había desatado ya la primera persecución contra los herejes y el abad Henrich de Clairvaux, a quien encargó la dirección de la empresa, iba por el país ajusticiando cátaros en la hoguera. Esclaramonde preguntó a los católicos asistentes a la conferencia si creían que aquella persecución tenía algo de cristiano, a lo que Domingo de Guzmán muy enfadado y escandalizado de la presencia de la dama, replicó: "señora, usted debería de estar en su huso. En una reunión como esta nada tiene que hacer." Poco después terminó la conferencia sin ningún acuerdo, pues los católicos no habían acudido con el propósito de acordar otra cosa que no fuera la renuncia de los cátaros a sus creencias y su ingreso o reingreso en la Iglesia de Roma.
Mujer muy culta, Esclaramonde fundó escuelas y hogares para los necesitados y en 1204 recibió el "Consolamento", especie de ordenación sacerdotal mediante la cual entró a formar parte de los "puros" o "perfectos", esto es, los pastores encargados de la predicación y de la atención espiritual de los creyentes, ya que, a diferencia de los católicos, los cátaros aceptaban que la mujer pudiera recibir órdenes sagradas en pie de igualdad con el hombre. En el acto de su "ordenación", los nuevos perfectos formulaban el siguiente voto: "Prometo consagrarme A Dios y a su verdadero evangelio, no mentir nunca, no jurar nunca, nunca más tocar a una mujer (o a un hombre, según el sexo), no matar ningún animal, no comer carne y vivir solamente del fruto. Y prometo no traicionar nunca mi creencia." Se podrá estar o no de acuerdo con este voto, pero el caso es que lo cumplían. A rajatabla. No se puede decir lo mismo de los católicos con los suyos.
En 1207 accedió al papado el megalómeno y semidios Inocencio III. Como la persecución de Alejandro III no había dado todo el fruto que Roma esperaba, este papa, ambicioso y belicoso, proclamó una cruzada contra los cátaros. Inmediatamente tuvo el apoyo del rey de Francia Felipe IV, que ambicionada apoderarse del Languedoc y la Provenza, territorios entonces independientes del Estado francés. Se formó un enorme ejército y empezó la cacería. Sin Piedad. Como Cristo había ordenado a sus apóstoles. Ciudad tras ciudad fueron cayendo en poder de los católicos quienes pasaban a cuchillo o enviaban directamente a la hoguera a hombres, mujeres y niños considerados herejes. El rey francés había prometido a la hueste rico botín y el papa, la salvación eterna a todo el que se mantuviera en la lucha durante cuarenta días. Alrededor de quinientas mil personas, según los cálculos más restrictivos, perecieron en aquella verdadera tormenta del infierno que cruzó de punta a punta el país una y otra vez durante más de treinta años. Los católicos perseguían sobre todo a los puros, con objeto de descabezar la herejía, pero en su vesania no perdonaban a nadie. Incluso en más de una ocasión, Beziers, es el principal y más duro ejemplo, los cruzados mataron a la totalidad de los habitantes de una ciudad, sin comprobar si eran cátaros o católicos, con el argumento de que Dios reconocería a los suyos en la otra vida.
Al final sólo quedó Montsegur. Castillo inexpugnable, en él se refugiaron los puros, entre ellos Esclarmonde, dispuestos a resistir el tiempo que fuera necesario. Y resistieron todavía cinco años más, hasta que en la madrugada del Domingo de Ramos de 1244, unos pastores a los que habían sobornado les mostraron a los sitiadores una senda por la que era posible llegar casi hasta las almenas. Poco después cayó el castillo y aquel mismo día en el Campo de la Pira, nombre que recibió entonces el espacio y conserva hasta el día de hoy, transidos de pura caridad cristiana, los católicos quemaron a doscientas cinco personas. Otras cuatrocientas fueron trasladadas a Carcassonne, donde no tardarían en morir víctimas de los malos tratos y de la insalubridad de las mazmorras a las que fueron arrojadas. Qué mejor forma por parte de los católicos de iniciar la Semana Santa con el recuerdo de la muerte y resurrección de Cristo. Aquel día debió perecer también la hoguera Esclaramonde, aunque no quedó constancia del nombre de los condenados.
Los cátaros tenían muchas creencias singulares, pero hay una especialmente poética: creían que tras la muerte el alma viajaba de estrella en estrella hasta fundirse enteramente con la divinidad.
Fuentes principales:
Cruzada contra el Grial.- Otto Rahn
La Corte de Lucifer.- Otto Rahn
Los Cátaros.- Paul Laval
Historia de los papas.- Juan María Laboa
Historia concordada de los Concilios ecuménicos.- José Delgado
Las grandes herejías de la Europa cristiana.- Emilio Mitre
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