sábado, 6 de febrero de 2021

CABEZAS Y ASADURAS

 

a)
Si malos para nuestro país han sido los Borbones, desde el primero hasta el penúltimo (el último no creo que los mejore), agárrense ustedes con los Austrias. 
La práctica totalidad de los historiadores ponen por las nubes a Carlos I y a Felipe II, siendo así que el mérito mayor de estos dos caballeros consistió en gastarse la totalidad de las inmensas riquezas que venían de América en sus absurdas guerras de religión -católicos contra protestantes- en Europa y, por parte del segundo además, contra el creciente poderío de Gran Bretaña. Durante el reinado de Felipe II, que se encontró un imperio en el que no se ponía el sol, sin que él hubiese movido un dedo para conseguirlo, el Estado quebró al menos en tres ocasiones. Todo ello mientras en el país la mayoría de los españoles se quitaban el hambre a bofetadas. A partir de Felipe III y hasta Carlos II, que era ya completamente imbécil, resultó que si inepto era uno más inepto era el siguiente. Es lo que suele ocurrir cuando la jefatura del Estado recae necesariamente en el primogénito del anterior.
b)
Cuenta la leyenda (algunos la llaman tradición) que el moro Abu Ceit-Abu tenía en su castillo de Caravaca un buen número de prisioneros cristianos, entre los que se encontraba un fraile de la Orden de Predicadores de nombre Chirinos. Cierto día, tal y como, siempre según la leyenda, lo dejó escrito de su mano el propio Abu Ceit-Abu, deseando el rey moro burlarse de los cristianos y de sus, a su parecer, ridículos ritos, invitó al sacerdote a decir misa. Mas cuando el padre Chirinos, ya revestido con los ornamentos de rigor, se disponía a iniciar el acto entre las sonrisas y las muecas de burla del moro, se detuvo y alzando los ojos al cielo exclamó que no podía continuar porque le faltaba la cruz ante la que debía decir la misa. Las sonrisas del moro y de su séquito se convertían ya en carcajadas, cuando a la altura del techo se encendió una potente luz y en medio de ella aparecieron dos ángeles portando la cruz de dos brazos que desde entonces, el 3 de mayo de 1231, se venera en la ciudad. Y diz la leyenda que ante aquel portentoso milagro el rey moro se convirtió de inmediato al cristianismo, una decisión que acabaría costándole la vida.
c)
La corrupción que en los últimos tiempos venimos sufragando con nuestros impuestos los españoles, no es de ahora, sino que tiene bastantes siglos de antigüedad. Debe ser herencia de Roma, donde los sobornos, las mordidas y la compra de voluntades eran el pan cotidiano del imperio.
Aunque no fuese el único, Felipe III (1578-1621) fue un pésimo monarca. Alcanzó el trono y con él la jefatura del Estado únicamente por ser hijo de Felipe II, ese fue su único mérito, porque por lo demás no hubiera servido ni para cuidar marranos, con perdón de los chavalines que los cuidaban y creo que en muchos casos los siguen cuidando, ya que su coeficiente intelectual rallaba con la cretinez. Su afición al juego de naipes desde jovencito lo convirtió en un ludópata, llegando a perder inmensas cantidades dinero (total, como no era suyo) Aparte de esto, sólo vivía para las fiestas, la danza, la música, la cría de caballos y la caza. O sea, que abandonó completamente la dirección del Estado y se la entregó a un valido: el Duque de Lerma, ese caballero que aparece a caballo en la imagen de más arriba. El hecho más importante de don Felipe como rey y jefe del Estado español consistió en introducir en toda Europa la moda del bigotazo. 
Don Francisco Gómez de Sandoval Rojas y Borja, I duque de Lerma, I marqués de Cea y valido de Felipe III fue uno de los tipos más corruptos que han existido en este país, ¡y ya tenía que ser corrupto el elemento! No hay más que acercarse a Lerma, su lugar de origen, pegada al Arlanza, en la provincia de Burgos, para hacerse una idea de todo lo que a lo largo y ancho de su ocupación del cargo robó el individuo. Sólo con ver la plaza Mayor, con sus 6.862 metros cuadrados, la mayor de España, presidida por el palacio ducal, puede ser suficiente. Robó hasta dejar vacías por completo las arcas del Estado y la bolsa de un número incalculable de españoles. Robó y como premio a sus robos, cuando, ante el lamento que subía de todo el país, el rey no tuvo más remedio que apartarlo del cargo, no alcanzó la horca, que hubiera sido lo suyo, sino que la Iglesia le otorgó el capelo cardenalicio (conviene aclarar que para ser cardenal no se necesitaba ser sacerdote, este requisito no ha sido necesario hasta una fecha muy posterior, estando recogido actualmente en el nuevo Código de Derecho Canónico aprobado en 2005), lo que hace sospechar que la Institución diz que fundada por Jesús debía llevarse un porcentaje de los robos. Pero el colmo del recochineo es que al señor Duque lo sustituyó... ¡su hijo! O sea, que todo quedaba en casa.
d)
Cabezas y asaduras
La fabulosa aparición de la bendita cruz levantó oleadas de piedad en toda la España cristiana, achacándole numerosos milagros y su intervención en las victorias de las huestes cristianas frente a las musulmanas. Se levantó un santuario y desde Fernando III, el rey de Castilla primero y, más tarde, el rey de España sufragaba su mantenimiento. Hasta que llegó el de Lerma. El elemento se cargó la aportación real, 7.000 ducados de oro al año (1.170.000 € de hoy, más o menos), sin duda para quedársela también, y le endiñó la carga al Marqués de Espinardo, el cual, como es lógico, dijo que se cantaran otra el señor duque y los de Caravaca. De este modo, el santuario corrió el riesgo de desaparecer.
Pero entonces, cuando más angustiosa era la situación para Caravaca y su cruz, surgió un inteligente, el padre Luis Ferrer, de la Compañía de Jesús, el cual le propuso al de Lerma que las cabezas y las asaduras de las reses que se sacrificaban en la ciudad se vendieran al mismo precio que la carne, mucho más cara, y que la diferencia se destinara al santuario. El de Lerma no tuvo tiempo de responder, porque fue depuesto por el rey, momento en que recibió el capelo cardenalicio. Al respecto, corrió por el país una coplilla que decía: "para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se vistió de colorado.", porque de este modo consiguió la inmunidad.
No obstante, el impuesto, ya que de un impuesto se trataba en el fondo. fue aprobado por el nuevo valido, el duque de Uceda, hijo del señor cardenal, y por el rey. Desde entonces, hasta la finalización del privilegio, a la caída de Alfonso XIII, los caravaqueños se han debido de hartar de comer cabezas y asaduras de ganado, ya que sobre ellos recaía en último término el impuesto, y el santuario se ha mantenido en pie a lo largo de los siglos. Y ahí sigue.
La ciudad celebra la aparición de su cruz con una gran variedad de festejos que se prolongan del 1 al 5 de mayo, fiestas que tienen un prólogo el 25 de abril, en el que, entre otras actividades, recorre las calles una comitiva de gigantes y cabezudos que hacen las delicias de los más pequeños.

P.S. Las fotografías son de internet




No hay comentarios:

Publicar un comentario