domingo, 21 de julio de 2024

LA MATANZA DE BEZIERS

Beziers
Las palabras herejía y hereje proceden del griego clásico haireté y hairetikós. En este idioma significaban tener una opinión distinta y particular de la existente en un grupo social, ciudad o Estado  y tomar decisiones de acuerdo con ella. No tenían nada de peyorativo o de ilegal y, por tanto, no eran perseguibles en modo alguno. En el mundo romano la interpretación siguió siendo la misma, hasta la aparición del cristianismo. Fueron los cristianos y, más en concreto, los cristianos católicos (había unos cuantos de cristianismos más) los que la convirtieron en un delito ideológico perseguible y punible. Fue en los concilios de Nicomedia (317) y de Nicea (325) en los que se determinó que herejía era toda creencia que se alejara o contradijera los dogmas de fe del canon católico prescrito por la Iglesia.
Desde este punto de vista y sólo desde él, los cátaros eran herejes. Uno de los problemas que la teología católica no ha sido hasta la fecha capaz de explicar es la existencia del mal. Los teólogos católicos han sostenido diferentes conclusiones, desde que el mal no existe, sino que se trata de ausencia de bien, hasta que estaríamos ante el sacrificio a que debe someterse un elemento de un orden determinado para la obtención o el provecho de un elemento de orden superior, como cuando, por ejemplo, te cortan una pierna gangrenada para salvarte la vida. Paparruchas. Cuando el león salta sobre la gacela, cuando es necesario matar para vivir, está más que clara la objetividad y la autonomía del mal.
Teólogos debatiendo sobre el mal
Los cátaros trataron de resolver este problema de una forma mucho más lógica. Sintetizando mucho, en su teología, existe un Dios que es bueno y está sentado en su trono en la cumbre de su paraíso, y el mundo, donde vivimos los seres humanos y en el que se encuentra el mal, no fue creado por Él, sino por un ser intermedio y maligno. O lo que viene a ser lo mismo: el mal está en la materia; el alma, que es espiritual, es, por ello, buena y está convocada a su unión con Dios, una vez que abandone la cárcel del cuerpo.
De ello deducían la necesidad de vivir modestamente, alejándose de una iglesia ostentosa, descomunalmente rica, egoísta y carcomida por el apego a este mundo, con todos sus vicios y sus obscenidades. Eran, desde luego, cristianos, seguían, según su versión, al Cristo de la sencillez, de la pobreza, del desprecio de este mundo y de la esperanza, lo que les parecía que era el contenido real y verdadero del evangelio. Aunque llegaron a tener obispos, su organización no era jerárquica y centralizada, como el catolicismo, sino que se constituían en iglesias locales mancomunadas. Sus sacerdotes, los buenos hombres -también admitían sacerdotisas, Esclarmonde la Grande lo fue- recorrían los caminos de ciudad en ciudad únicamente con la Biblia cátara, compuesta por los cuatro evangelios, los hechos de los apóstoles y las epístolas.
Con estas simples armas y una absoluta honradez, libre de la hipocresía católica, se extendieron por el sur de Francia, Occitania y la Provenza, por Alemania y por Italia, comiéndole el terreno al catolicismo, cosa que, con su afán universalista y exclusivista, la Iglesia no podía tolerar. Así es que, después de algún intento fallido de conversión mediante la predicación y el debate, en 1208, el papa Inocencio III convocó una cruzada, al frente de la cual puso a Arnaut Amalric, abad del monasterio cisterciense de Citaux. Éste reunió un ejército formado por un tropel de mercenarios en el que no faltaban campesinos y obispos.
Matadlos a todos
En el verano del año1209, este ejército cercó la ciudad de Beziers, donde se habían refugiado bastantes hombres buenos y algún obispo cátaro. Los ciudadanos se negaron a entregarlos y el ejército, con el abad Amalric al frente, consiguió entrar en la ciudad. En ella organizaron una auténtica carnicería, en la cayeron igual hombres, mujeres, niños y ancianos. "Matadlos a todos, Dios distinguirá a los suyos", había respondido Amalric a la pregunta de cómo distinguirían a los cátaros de los que no lo eran. Y no dejaron ni un solo superviviente. Derribaron las puertas de la Iglesia, en la que se habían refugiado varias centenares y los degollaron a todos.
Aquella noche Amalric le escribía al papa, regodeándose de su acción: Hoy, su Santidad, veinte mil ciudadanos fueron pasados por la espada sin importar el sexo ni la edad." En sólo un día, bajo el pontificado de Inocencio III, la Iglesia católica, mató a veinte mil  cristianos, porque cristianos eran todos, muchos más, pero muchos, que todos los que a lo largo de varias centurias habían matado los emperadores romanos.

Fuentes:
Cruzada contra el Grial.- Otto Rahn
Los cátaros.- Jesús Mestre
Historia de la Iglesia Católica. Tomo II.-Llorca, Villoslada, Leturia y Montalbán
La puta de Babilona.- Fernando Vallejo

2 comentarios:

  1. Como siempre un lujo leerte. Esta gente malas personas, desde que sacaron la cabeza de la historia, dejaron de ser perseguidos para ser uno perseguidores de todo el que no pensara como ellos. Un abrazo.

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    1. Así es, Paco, primero perseguidos, no tanto como ellos afirman y, desde luego, no por ser cristianos, sino por negarse a aceptar el ritual del culto al emperador, que era mucho más una cuestión política que religiosa. Pero es que, además de perseguidores, saben hacerse la victima como nadie en cuanto el viento les soplas ligeramente en contra.

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