domingo, 5 de septiembre de 2021

PIO IX Y LAS FINANZAS VATICANAS

Además de jefe espiritual de los católicos del mundo, el papa es el jefe político de un Estado terrenal, nacido al comienzo de la Edad Media gracias al hundimiento del Imperio romano, pero sobre todo a la falsa DONACIÓN DE CONSTANTINO, que estuvo circulando como auténtica durante varios siglos y que le permitió a Esteban II esgrimirla ante Pipino el breve para obtener y acrecentar un dominio territorial. Hoy, el Estado eclesiástico se reduce al Vaticano, territorio de sólo 44 hectáreas en el que tienen su sede los papas actuales, pero hasta 1870, fecha de la toma de Roma por las tropas que luchaban por la unificación de Italia, el territorio bajo soberanía papal abarcaba prácticamente el centro de Italia, con las actuales regiones del Lacio, Emilia Romaña, Umbría y Las Marcas. Como cualquier otro y a pesar de su carácter religioso, este Estado disponía, entre otras cosas, de un ejército, cuyo jefe supremo era el pontífice, y contaba con una economía que, a pesar de las ingentes cantidades de dinero que el Vaticano ingresaba, era casi siempre deficitaria y que durante el reinado de Pío IX adquirieron carácter dramático.
Juan María Mastai Ferreti, nombre real de Pío IX, había nacido en 1792 en Seniglagia, Marca de Ancona, en el seno de una familia noble, como lo mayoría de los pontífices, lo que constituye una prueba no pequeña de la inclinación del Espíritu Santo hacia la aristocracia. Con fama de liberal en sus comienzos, su pontificado, que se extendió de 1846 a 1878, concluyó como uno de los más reaccionarios de la historia.
En lo que se refiere a las finanzas, que es de lo que esta entrada trata, durante el reinado de Pío IX destacó la figura de Giacomo Antonelli, (1806-1876) un laico que había sido nombrado Tesorero Segundo de las Finanzas por Gregorio XVI, en 1844 y que Pío IX nombraría cardenal nada más ser elegido papa.
Aquí conviene aclarar que hasta 1917, con Benedicto XV, para ser cardenal no se necesitaba ser sacerdote, grado que en 1962 fue elevado a obispo por Juan XXIII. La jerarquía cada vez más cerrada y centralizada.
Giacomo Pertenecía a una familia de clase media, que él se encargó de ennoblecer desde sus privilegiados puestos. Doctor en Derecho, gozó de un poder extraordinario que, con el conocimiento y la anuencia del pontífice, administró a su manera. El historiador Henry Hearder lo califica de "personaje de la época de los Borgia", lo que hoy llamaríamos un fullero integral y hasta peligroso. Enemigo acérrimo del nacionalismo italiano, así como del liberalismo político, influyó poderosamente en Pío IX, quien siempre estuvo enterado de los trajines de su subordinado.
En 1845, todavía bajo el reinado de Gregorio XVI, organizó la conocida como Operación Leuchtenberg, consistente en la adquisición para el papado de una vasta extensión de terreno en la región de las Marcas, región que, aunque formaba parte de los Estados Pontificios, no eran propiedad del papa. Esta exitosa operación le valió el cargo de Gran Tesorero. Tras la revolución de 1848, Pío IX lo eligió para presidir el Consejo de Estado, cargo que simultaneó con el que ya tenía. Desde su nuevo puesto procedió, de una parte, a separar las finanzas del Estado de las propiamente papales y, de otra, a convertir el territorio bajo jurisdicción pontificia en un Estado policial, con el propósito, nunca logrado, de detener o, al menos, frenar la unificación de Italia.
A pesar de estas reformas, tanto las finanzas estatales como las propias de la Santa Sede continuaron siendo deficitarias. Para equilibrarlas, Pío IX no tenía inconveniente en pedir préstamos a los judíos de la casa Rotchild, a pesar de la inquina que tenía hacia los de su raza. Los Rotchild, por su parte, no dudaban en conceder tales préstamos, mientras el papa mantenía el último Gheto que existía en Europa, en el que se hacinaban los judíos romanos en condiciones higiénicas deplorables y sin libertad para entrar y salir cuando les pareciera oportuno. El negocio ha sido siempre el negocio, lo realice Agamenón o lo realice su porquero.
El papado perdió definitivamente sus Estados entre 1860 y 1870 y así se esfumaron los ingresos que, en forma principalmente de impuestos, procedían de ellos. La situación de quiebra se salvó gracias al llamado Óbolo de San Pedro, una contribución existente desde el siglo VIII que la Iglesia de Inglaterra hacía llegar a la Santa Sede. Pío IX consiguió que esta contribución se extendiera a los católicos de todo el mundo. Pero, aunque las aportaciones fueron importantes, no llegaron a ser suficiente, ni mucho menos.
En 1866, cuatro años antes de la toma de Roma y de la  lacrímogena declaración de prisionero por parte del papa, se creó la Unión Monetaria Latina, claro antecedente de lo que ciento cuarenta años después sería la Unión Monetaria Europea. Participaron en su creación Francia, Italia, Bélgica y Suiza, Estados a los que se fueron añadiendo España, Grecia, Rumanía, Austria, hasta un total de treinta y tres, entre los que había incluso países sudamericanos, como Venezuela, Colombia o Perú. Se estableció que las monedas de plata y oro de todos los miembros debían ser intercambiables. La Iglesia, siempre tan viva allí donde puede conseguir un beneficio económico, vio en aquella organización la ocasión de equilibrar su presupuesto y el papa, a través de su Gran Tesorero, Giacomo Antonelli, no tardó en solicitar y en obtener el ingreso en dicha Unión.
El Vaticano entonces abandonó el escudo, que era la moneda de uso en sus Estados, y se pasó a la lira decimal. Seguidamente, en una de las operaciones muy propias de la Iglesia, tan ducha en falsificaciones, procedió a la acuñación masiva de monedas de plata con una cantidad del preciado metal inferior a la prescrita por la Unión Monetaria Latina. De este modo, la Iglesia, y en su nombre Antonelli, consiguió grandes beneficios, pues largaba la moneda propia y conseguía la buena, que volvía a fundir para aligerarla de plata.


La operación era tan burda que los bancos franceses y suizos no tardaron en advertirla. Durante un tiempo, sin embargo, no hicieron nada, esperando la rectificación de la propia Iglesia una vez que sus finanzas mejoraran. Pero tanto Antonelli como el papa le habían tomado gusto al negocio fácil y persistían en el engaño, por lo que, finalmente, el Vaticano fue expulsado de la citada Unión Monetaria Latina. Poco después se iniciaría la época de las inversiones especulativas mediante la adquisición en las bolsas mundiales de acciones de todo tipo de empresas, incluidas las de armas y hasta ¡las de preservativos!
 
Fuentes:
El Vaticano y sus banqueros.- John F. Pollard
blognumismatico.com
Historia de los papas.- Juan María Laboa

Imágenes: 
Las monedas de numibids.com
El resto de internet

No hay comentarios:

Publicar un comentario