sábado, 10 de julio de 2021

EL FIN DE LA ACADEMIA

 Muchos son, sin duda, los que conocen la destrucción de la Biblioteca de Alejandria, llevada a cabo por los parabolanis, hordas de monjes al servicio de Cirilo, patriarca católico de la misma ciudad, doctor de la Iglesia y santo, por supuesto, cuya beatífica imagen, de no haber roto nunca un planto y, por el contrario, haber sufrido mucho, es la que aparece al lado.
Ni el gran patriarca ni los parabolanis, se conformaron con destruir la Biblioteca alejandrina, la mejor de la época y una de las mejores de todos los tiempos, sino que asesinaron también brutalmente a su conservadora, Hipatia, filósofa y científica, entre otras cosas porque el catolicismo rechazaba la participación de la mujer en la vida pública, mucho más como oradora y no digamos ya como filósofa y científica, esto era el colmo. Lo afirma rotundamente San Pablo en el capítulo dos, versículos doce a catorce,de la primera epístola a Timoteo, cuando dice textualmente: "No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio. Porque Adán fue formado primero y Eva en segundo lugar. Y el engañado no fue Adán, sino la mujer que, seducida, incurrió en transgresión."
Aunque algo más suave, esta prohibición la sigue manteniendo la Iglesia Católica al día de hoy. Pues bien, siguiendo a San Pablo, un tipo, hay que decirlo, chiquitillo, feo y con ataques epilépticos, motivos por los cuales, jamás pudo comerse una rosca, San Cirilo y sus secuaces asesinaron a Hipatia, pero no de cualquier manera, sino desollándola viva, para que sirviera de escarmiento a cualquier mujer que intentara, como la bibliotecaria, sacar los pies del planto. (Entre paréntesis, el que esto escribe se pregunta cómo puede haber todavía mujeres dentro de esta institución)
Sin embargo, con toda seguridad, son poquísimos los que tienen conocimiento de la clausura de la Academia de Filosofía de Atenas, creada por Platón en el siglo V de nuestra era, un hecho de tanta gravedad como el de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría.
Con el cristianismo entró en el mundo por primera vez en la historia de la humanidad el exclusivismo religioso y, con él y como su consecuencia, el fanatismo igualmente religioso que, andando no mucho tiempo, derivaría también en fanatismo político. A partir del año 313, con la victoria de Constantino sobre Majencio en la famosa batalla del Puente Milvio, el cristianismo consiguió la libertad para ejercer sus cultos y promover su doctrina. Al mismo tiempo comenzó a restringirse seriamente por parte del emperador la amplia libertad de la que, en materia de religión, venían disfrutando los ciudadanos romanos. No obstante, antes de esa fecha, hordas de monjes, verdaderas jaurías de hasta quinientos miembros,  que habitualmente vivían en el desierto, abandonaban su habitat y recorrían principalmente la zona oriental del imperio destruyendo los templos que ellos llamaban paganos, así como sus venerables imágenes, que igualmente los cristianos denominaban ídolos. 
Porque, frente a lo que han transmitido y siguen transmitiendo la inmensa mayoría de los historiadores, sean de la tendencia que sean, el cristianismo católico, que a la postre fue el triunfador, no se impuso sobre las religiones paganas por la acción del Espíritu Santo ni por la capacidad dialéctica de sus propagandista, sino en el mayor porcentaje por la fuerza del palo y el cuchillo.
Salvo Juliano, al que despectivamente llamaron El apóstata, los sucesivos emperadores tras Constantino, fueron dictando leyes cada vez más favorables a los católicos, hasta que Teodosio I proclamó el catolicismo como la religión del imperio, prohibiendo todas las demás. Con este edicto se le abría definitivamente a los cristianos la veda para la destrucción masiva de todo lo pagano.
La Academia de Atenas contaba ya con una antigüedad de setecientos años cuando se produjo la proclamación de Teodosio. Cuna de la filosofía, recibió el nombre de Academia debido a que se asentaba en una finca propiedad de un tal Academos, un olivar sagrado dedicado a Atenea situado a las afueras de Atenas. Era una escuela de estudio y de discusión y en ella se estudiaban también las matemáticas, la retórica, la astronomía y las ciencias naturales.


Famosa en todo el mundo conocido, en ella estudiaron personajes tan relevantes como Anaxágoras, quien dio una explicación racional de los eclipses y de la respiración de los peces; Eratóstenes de Cirene, quien calculó por primera vez en la historia la circunferencia de la tierra, con asombrosa precisión, dados los medios con los que contaba, Aristóteles, filósofo y naturalista, del que resulta innecesario resaltar sus aportaciones; Heráclites Póntico, astrónomo y matemático; el emperador Juliano. Incluso, pásmense, algunos de los que luego serían padres y doctores de la Iglesia. Así Basilio de Cesarea, Gregorio Nacianceno y, entre otros, Cirilo de Alejandría, sí, Cirilo, el que alentó la muerte de Hipatia.
El último director de este centro del saber fue el filósofo Damacio (458-550), cuyo nombre es en realidad un apelativo, por haber nacido en Damasco. Desde la época de Teodosio I la Academia venía recibiendo cada vez críticas más severas, al mismo tiempo que crecía también el hostigamiento por parte de los cristianos, quienes no toleraban la enseñanza de conocimiento alguno que no estuviera encuadrado en el marco bíblico y evangélico. La presión ejercida al mismo tiempo sobre los emperadores culminó en el año 529, cuando Justiniano I ordenó la clausura de la veterana institución, que ya contaba con casi mil años de existencia. 
Uno de los hechos más graves llevado a cabo por la religión del amor, que enterró el conocimiento científico y filosófico acumulado por los griegos, sumiendo en la oscuridad intelectual a las generaciones posteriores durante otros cientos de años, hasta que Averroes, desde Córdoba, recuperara en primer lugar a Aristóteles, por la vía del Oriente, y un poco más tarde, en el Renacimiento, se redescubriera la arquitectura y, sobre todo, la escultura griega.
Y todavía, historiadores como García de Cortázar, por ejemplo, tienen la desvergüenza de sostener que la Iglesia logró conserva todo el conocimiento clásico. Y por supuesto, al señor arzobispo de Granada, como a toda la jerarquía, se le olvidan estos hechos cuando critica con la dureza que lo hace la legalización de la eutanasia, o la ley trans.

Fuentes: García Cortázar.- Historia General de la Edad Media, Tomo I
Historia de la Iglesia, Tomo I.- Llorca, Villoslada, Montalbán
Historia criminal del cristianismo.- Deschner
La edad de la Penumbra.- Nixey

Imágenes: Cirilo.- Biografíasyvidas.com
Hipatia.- National Geographic
Resto.- Internet.





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