miércoles, 6 de enero de 2021

LOTERÍA

 

Desde hace demasiado tiempo, confiados en el indudable progreso de la ciencia, nos hemos llegado a creer seguros y a salvo de los avatares de la vida, siempre imprevistos y muchas veces oscuros y aún tenebrosos. Si alguna novedad esperábamos era siempre positiva, favorable. Para decirlo de la forma más breve: hemos llegado a creer que la posición que habíamos alcanzado en la vida era inexpugnable y que achaques, enfermedades, el peso de los años o el accidente inesperado no iba con nosotros. La precisión, al menos aparente, con la que los economistas, por ejemplo, pronosticaban el crecimiento del PIB, el aumento o el descenso del paro, el número de turistas que nos visitarían y el gasto que realizarían, no sólo en conjunto, sino individualmente, en restaurantes, espectáculos, recuerdos, etc., nos ha hecho no sólo confiar, sino creer sin margen de duda que todo, absolutamente todo estaba controlado.
Lamentablemente, ha tenido que aparecer un miserable microbio, un virus invisible e insignificante, para que, si no todos, la mayoría caigamos en la cuenta de cuán equivocados estábamos, para que redescubriéramos algo que tenían muy presente nuestros abuelos y aún nuestros padres: que la vida es una lotería, que cada uno de nosotros nacemos con un número y que de lo único que podemos estar seguros es de que, a diferencia de la lotería convencional, en esta todos los números están en el bombo y todos acabarán saliendo, unos saldrán antes y otros después, alguno puede dar la impresión de que no saldrá nunca, pero saldrá, saldrá sin la menor duda. Y es que, adquiramos las seguridades que adquiramos, esta vida, nuestra posición social y o económica, nuestra salud, todo, absolutamente todo, pende de un hilo, y de un hilo tan fino como el de una telaraña.

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