Como se sabe, la guerra de Troya fue ganada por los griegos después de diez años de asedio y gracias a la trampa del caballo de madera ideado por Ulises, uno de los tipos más genialmente fulleros de la historia. Entre otros muchos, en dicha guerra perecieron Aquiles, famoso por sus berrinches, además de por su espada, y Príamo, rey de la ciudad. Concluida la guerra, los vencedores decidieron ofrecer a los dioses el sacrificio de una virgen troyana como expiación por la muerte de Aquiles. Escogieron a Polixena, la menor de las hijas de Príamo, de la cual estuvo muy enamorado Aquiles, hasta el punto de que de no haber muerto en una de las continuas escaramuzas se habría casado con ella. Enterada la esposa, entonces viuda, de Príamo, rogó a la muchacha que implorara el perdón de los vencedores, ya que de todos sus deudos no le quedaba ninguno más que ella. Esta fue la respuesta de la muchacha.
Tal vez llegará un día en que los reyes
sean vulgares ladrones de etiqueta
y sus hijos bandidos de opereta
que no respetarán ni honor ni leyes.
Mas hoy, madre, hasta los simples bueyes
se niegan a llevar una careta,
vistiendo siempre la misma chaqueta
y los mismos sencillos zaragüelles.
Por eso no me pidas que me humille
y suplique al verdugo su clemencia,
no permitas que el miedo me mancille.
Honra y honor son de mi padre herencia,
ambos impedirán que me arrodille
y en paz podré morir con mi conciencia.
PS.- Tanto el texto en prosa como el poema son propiedad del autor del blog
Importante la posdata pues he pensado durante su lectura que no me sabía a griego. Un abrazo
ResponderEliminarEs un griego muy, muy actualizado.
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