sábado, 3 de agosto de 2024

EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE

El doctor Eben Alexander (Carolina del Norte, 1953), eminente neurocirujano y profesor en la Escuela de Medicina de Harvard, sufrió hace algunos años una meningitis bacteriana que lo llevó a un coma profundo en el que se mantuvo durante una semana. Una vez recuperado, escribió y publicó un libro con el título La prueba del cielo. El viaje de un neurocirujano a la vida después de la vida. En él contaba que en el paraíso hay mariposas, flores, almas benditas y ángeles.
Mira qué bonita era
Cuando yo era niño y aun mozuelo, las personas solían morir en sus casas y en ellas se llevaba a cabo el velatorio por parte de sus allegados y de amigos y conocidos, de manera que el difunto no permanecía nunca solo. Luego, el traslado del cadáver, primero a la iglesia y luego al cementerio, se hacía en un coche funerario tirado por caballos, con su cochero vestido de negro, en una comitiva precedida por uno o varios sacerdotes, dependiendo de la pasta que pudieran aflojar los deudos del difunto, y seguida por dichos deudos y todo el que, más o menos cercano, los acompañaba en el duelo. A diario veíamos recorrer las calles de la ciudad a aquellos coches, que los más jóvenes habrán podido ver hoy en las películas de Drácula o en alguna de época. Es decir, la muerte era un suceso cotidiano al que se asistía con respeto pero sin mayor temor, al menos por parte de niños y jovenzuelos.
Entierro de siete capas
Desde entonces, la muerte ha ido sufriendo un proceso de ocultamiento que ha llevado hoy a su práctica desaparición. En la actualidad, la mayor parte de las personas mueren en el hospital, solas o asistidas por un único acompañante; seguidamente, en la misma soledad, una funeraria traslada al difunto a un aséptico tanatorio, en un automóvil que apenas se distingue de los que inundan las calles a casi todas horas; en el tanatorio, después de preparado, el cadáver es expuesto en una especie de hornacina cerrada con cristal y situada en un recodo de la sala destinada a sus deudos y allegados, de manera que nadie lo ve, salvo que hagamos el esfuerzo de doblar el recodo. Con este ocultamiento de la muerte se diría que hemos llegado a un punto en el que nos creemos inmortales, una creencia reforzada muy probablemente porque la esperanza de vida ha crecido de forma casi exponencial.
¿Dónde está el difunto?
Y justamente ahora, un ahora que abarca varias decenas de años, se repiten las historias de personas que, en estado de coma profundo, viven, según cuentan, hechos ciertamente asombrosos, incluso prodigiosos, que han dado en llamarse Experiencias Cercanas a la Muerte. Dando por ciertas, si no todas, la mayoría de esas historias, hay casos hasta escalofriantes, como el de una señora, que, tras salir de un coma profundo después de un tremendo accidente de automóvil y tras ser operada y recuperarse, fue al encuentro de otra señora a la que no conocía de nada y le contó que había visto al hijo que había perdido y que era enteramente feliz. Otras personas son capaces de describir minuciosamente el quirófano en el que han sido operados, así como, paso a paso, la operación a la que han sido sometidos, como si su consciencia, o lo que quiera que sea, saliera de ellos y lo vieran todo lo mismo que el que contempla un paisaje desde la cumbre de un monte. No obstante, la historia que predomina es la de la secuencia ya célebre de la intensa luz al final de un túnel, al otro lado del cual le esperan, alborozados, familiares fallecidos hace más o menos tiempo.
En el túnel
Dejando al margen el hecho sobradamente conocido de que cuando el cerebro empieza a quedarse sin oxígeno debido a la ralentización y casi desaparición del riego sanguíneo se pueden tener todo tipo de alucinaciones, no cabe duda de que casos como el de la señora que se menciona más arriba no tienen explicación. Sin embargo, digámoslo de una vez: estar cerca de la muerte, casi muerto, no es estar muerto, por consiguiente, no se regresa de ninguna muerte, no se vive ninguna vida más allá de esta vida, ni puede, al menos al día de hoy, asegurarse de ningún modo que exista otra vida después de esta, por lo que títulos como el del libro arriba citado son no sólo engañosos, sino absolutamente falsos. La propia denominación de Experiencias Cercanas a la Muerte está certificando que nadie vuelve de ninguna muerte.
Ahora bien, eso no quiere decir que las historias que se cuentan sean falsas también. Son muy numerosas las personas que cuentan tales experiencias, pero, aun siendo muchas, son relativamente pocas y, desde luego, no les ocurre a todo el que sufre una parada cardiorrespiratoria o entra en coma por un tiempo más o menos prolongado. Por tanto, lo que el asunto requiere es un estudio serio, no el parloteo de unos cuanto charlatanes (hoy les llaman comunicadores) y escribidores, cuyo objetivo no confesado, pero real,es forrarse, un estudio de carácter científico, con los parámetros y los condicionantes de la ciencia, renunciando a la invocación de ninguna entidad, espacio o lugar ultraterrenos, de cuya existencia no existe hasta hoy prueba alguna.

Imágenes: Mira qué bonita era: Pintura de Julio Romero de Torres
El resto de internet.

No hay comentarios:

Publicar un comentario