jueves, 7 de diciembre de 2023

TREINTA Y DOS

Durante los ya lejanos días de mi infancia y de mi adolescencia, la Iglesia católica nos ofrecía y nos obligaba a aprender una versión monolítica del cristianismo, mediante la narración de una historia lineal, dirigida por el Espíritu Santo y de la cual ella era la única y exclusiva protagonista. En tan maravillosa historia no aparecían desgajamientos ni ramas que se separaran del tronco principal. Sólo, de tarde en tarde, surgía algún disidente que junto con sus seguidores era enviado de inmediato al reino de las tinieblas. Esta versión que yo recibí casi como un dogma es rigurosamente falsa.
No voy a andarme con elucubraciones. Porque creo que es suficientemente significativo, me limitaré, a exponer un sólo ejemplo de tal falsedad, transcribiendo casi literalmente los datos que aporta el escritor José María Gironella (1917-2003) en su libro El escándalo de Tierra Santa. Aunque crítico, el autor de esta importante obra fue un ferviente católico. Durante varios meses vivió en Israel, anotando todo lo que veía con sus propios ojos, de manera que difícilmente puede ser tachado de exagerado o de tendencioso.
Gironella es un escritor de estilo más bien ramplón, plano, con escaso juego de figuras literarias, pero escribe con mucho convencimiento y gran sinceridad, de manera que los datos que aporta en sus diferentes obras suelen ser exactos, fruto de una minuciosa investigación. 
Pues según nuestros autor, en 1973, vivían en Israel casi tres millones de judíos, un millón de musulmanes y alrededor de cien mil cristianos (100.000), una exigua minoría. A pesar de su escaso número y de encontrarse en territorio potencialmente hostil, dichos cristianos no constituían ni mucho menos una unidad, sino que se repartían nada menos que en treinta y dos confesiones. Así, había veinticuatro mil católicos romanos, muchos de ellos musulmanes conversos, cuyo jefe era el Patriarca Latino de Jerusalén. Otros veinticuatro mil eran católicos griegos, que, aunque obedientes en parte a Roma, seguían el rito bizantino y estaban comandados por un Patriarca de la Iglesia Católica Griega. Cuarenta mil eran griegos ortodoxos, con matriz en la separación de las iglesias oriental y romana en el siglo XI. Había también cristianos ortodoxos dependientes del Patriarcado Ruso de Moscú, así como cristianos armenios, coptos, sirios y etíopes, sumando en conjunto unos cuatro mil miembros. Los ocho mil cristianos restantes, hasta los cien mil, se repartían entre veintidós grupos protestantes, con predominio de las confesiones anglicana, presbiteriana, luterana y baptista. Como al autor no le interesa, no nos cuenta si en el territorio había también o no ateos y, en su caso, el número de los existentes.
Lo que si cuenta Gironella es que la convivencia entre los distintos grupos de cristianos distaba mucho de ser pacífica. Nuestro autor no es remiso en detallar las continuas disputas entre los distintos grupos de cristianos no por cuestiones teológicas, sino por las muchos más terrenales de la posesión de un trocito de tal o cual templo o terreno, disputas con disparos y puñaladas entre unos y otros, incluidos los católicos, que acababan con la intervención de la policía del Estado israelí, tal era la virulencia que llegaban a alcanzar.
Desde entonces casi hasta el día de hoy no ha cambiado más que el ligero aumento del número de afiliados a las distintas confesiones cristianas, cada una de ellas reclamándose como la auténtica iglesia de Jesucristo. Sólo el templo del Santo Sepulcro se lo reparten seis grupos: católicos, armenios, griegos ortodoxos, sirios, coptos y etíopes, todos ellos disputándose la recepción de los turistas (peregrinos los llaman) que llegan a visitar los denominados Santos Lugares. Una de las peleas más monumentales se produjo el diez de noviembre de 2008, a puñetazos, en el interior del templo del Santo Sepulcro entre ortodoxos griegos y armenios, pelea que concluyó con la intervención de la policía judía, obligada a entrar en un templo cristiano para que la pelea no degenerara en batalla a sangre y fuego, como recogía la prensa internacional.
Actualmente, los citados enfrentamientos están calmados, pero porque el genocidio que Israel están llevando acabo en Gaza ha hecho desaparecer casi por completo la llegada de nuevos turistas. Pero la situación volverá, sin duda, a la normalidad, cuando Israel, con el vergonzoso silencio o la más vergonzosa aún aceptación internacional, culmine el genocidio.


1 comentario:

  1. Marian gui12/08/2023

    Qué pena de humanidad. Venir al mundo a engañar con patrañas y a dar por saco al vecino.
    Cuando se extingan la religiones , seguro que seremos mejores.
    Gracias por compartir
    Un abrazo, Rafael

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