domingo, 21 de agosto de 2022

SOBRE LOS ÁNGELES

 

¿Existen los ángeles? Si está pregunta se la hacemos a un creyente católico, a un judío o a un mahometano, nos responderán que sí, sin duda. Si la pregunta me la hubieran hecho a mí cuando era niño, hubiera contestado exactamente lo mismo. Ángel de la guarda, dulce compañía, no me abandones ni de noche ni de día. Que levanten la mano los que allá por los años cuarenta, cincuenta y mitad de los sesenta, por lo menos, no recitó esta invocación en ningún momento de su vida. En la habitación en la que dormíamos mi hermana y yo había un cuadro con una litografía de bajísima calidad, pero en la que se veía perfectamente un tenebroso paisaje con un puente en regular estado tendido sobre un abismo, en un extremo un niño empezando a cruzarlo y a su lado, casi sujetándolo por los hombros, un ángel andrógino, con una larga melena rubia, como de oro, y relamido hasta el cansancio. El mismo cuadro u otro semejante se encontraba en buena parte de los hogares españoles. ¡Cómo para negar su existencia!
Si la pregunta se le hubiéramos hecho a Pitita Ridruejo (1930-2019), no sólo nos habría contestado afirmativamente, sino que, seguidamente y sin solución de continuidad, nos habría largado una conferencia de no te menees en la que nos habría contado todo lo que se puede saber sobre estos seres invisibles e inefables. Nos habría dicho, ante todo, que los ángeles son espíritus puros. Nos habría contado que eran, como todo, creación divina y que allá por los tiempos de María Castaña (el que sepa quién era esta señora que nos lo cuente), todos vivían en paz y armonía, pero que cierto día un grupo de ellos, encabezado por el más bello de todos, Luzbel, hasta las mismas narices de soportar las perfectas inmovilidad e inmutabilidad del Gran Hacedor, se rebelaron contra él. El Gran Hacedor no movió ni un dedo, pero los ángeles fieles a Él, encabezados por Miguel, se enfrentaron a los rebeldes a los que derrotaron en descomunal batalla. Aquel fue un día terrible para el cielo, porque los derrotados fueron condenados al infierno, creado para ellos en aquel mismo momento. Pero, de rebote, fue también un día terrible para los seres humanos, quienes aún no habían sido creados, pero que cuando Dios los creara y los pusiera en el paraíso terrenal y, más tarde, los expulsará de él irían a parar a aquel mismo infierno todos los que no cumplieran sus mandamientos y, en su día, también los de su Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Pitita Ridruejo nos contaría después que en el cielo hay tres estratos o esferas en las que se reparten los ángeles que ganaron aquella batalla. En la primera esfera, que es la más cercana al trono divino, están los Serafines, Querubines y Tronos; en la segunda están los gobernadores celestes: Dominaciones, Virtudes y Potestades; y en la tercera esfera, los mensajeros celestes: Principados, Arcángeles y Ángeles.
Ahora bien, el ángel más célebre de todos es, precisamente el de la guarda, que hemos mencionado al principio. Se sabe, porque se sabe, y si no Pitita Ridruejo, nos los habría asegurado, que cada persona, sea de la condición que sea, tenemos uno. Sin embargo, si es así, tendrá que haber una fábrica de ellos, aunque esto no nos habríamos atrevido a preguntárselo a doña Pitita, porque parecería que poníamos en duda sus historias; pero, no remontándonos mucho, si al principio del siglo XX éramos seis mil millones de habitantes en el planeta y hoy somos ya ocho mil millones, con perspectiva de seguir creciendo, ¿de dónde proceden esos ángeles necesarios para atender a los nuevos seres humanos? No lo sabemos.
No obstante, que carezcamos de respuesta para esta pregunta no resta ni un ápice de popularidad al ángel de la guarda. Es un personaje tan habitual que hasta los politicos lo tienen. Por ejemplo, ahí está Fernández Díaz, un inmundo personaje, presuntísimo subjefe de las cloacas del Estado (el jefe, presunto, era un tal M. Rajoy, que todo el mundo sabe quién es menos los jueces españoles), esa especie de sabandija beatona, antaño golfo de discoteca y después golfo de la política, tiene también el suyo. Se llama Marcelo y el exministro habla con él y lo ayuda nada menos que a aparcar. Todo un portento.
Pero esto de los ángeles en la política no es nuevo. Nada menos que en 1701, recién llegado a España Felipe V, el Borbón, cuya dinastía sustituyó a la de los Austrias, nos enteramos de que algunas personas privilegiadas no cuentan con un ángel de la guarda, sino con dos. En efecto, nada menos que don Manuel Arias, Presidente del Consejo de Castilla y segunda autoridad del reino, le decía textualmente al nuevo monarca: "Los ministros y el mismo arzobispo de Toledo, tienen solamente un ángel de la guarda cada uno; los reyes tienen dos y uno de ellos preside el gobierno de sus Estados y es mucho mas hábil que el otro: el rey más mediocre es capaz de gobernar por medio de estos ángeles mejor que el mejor ministro." Una declaración que nos deja perplejos y con una enorme duda quemándonos los labios, pues, si la declaración del señor Arias es cierta, es posible que Carlos II, al que llamaron El hechizado, no estuviera el pobre medio tonto a causa de los cruces intrafamiliares, sino que mentes oscuras y manos malvadas, burlando a sus ángeles de la guarda, lo entontecieron para acabar con la dinastía. Y si esto fue así, ¿cabe dudar de que todo el complot lo hubiera organizado Luis XIV, el rey de Francia, abuelo de Felipe V, con el propósito de introducir su dinastía en España y ponerla a su servicio?
Sea como sea, menudo país el nuestro, ¿no? Porque si los ángeles existen, y dudarlo es cosa propia sólo de inmorales ateos, ya sabemos quien protegía al Emérito en sus fechorías para que nadie, ni políticos, ni periodistas, ni, muchos menos, fiscales y/o jueces, se percataran de ellas. Y, sin la menor duda, un ángel ha sido también el que le escribió al monarca actual la sentidísima rogativa dirigida a Santiago Matamoros en su catedral de Santiago de Compostela el pasado 25 de julio. Con ella, don Felipe VI le pedía al presunto apóstol que nos ayude a los españoles a encontrar certezas que sirvan de guía en nuestros caminos. Y también: "Los valores inmutables de la peregrinación nos guiarán de nuevo en la superación de las adversidades."
Sí, ha tenido que ser el ángel de la guarda, no sólo el que le ha escrito la rogativa, sino el que ha empujado al monarca a recitarla, porque de otra forma no se explica que el Jefe del Estado, un Estado aconfesional, y en su calidad de Jefe de Estado, se pase olímpicamente por la entrepierna la Constitución que recoge dicha aconfesionalidad, además, en un templo católico. ¡Y que a nadie, ni al Tato, se le ocurra, por lo menos, protestar!

P.S. Las negritas son de quien escribe.
Las imágenes son de internet

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