miércoles, 15 de diciembre de 2021

GRANADA



 
Por el río bajaba, por el río,
no has podido olvidarlo,
por la fronda del agua,
un corazón con alas
de cometa y aroma de alhelíes

Granada era una ninfa a cielo abierto.
Qué tormenta de luz, de cal, de azul de luna,
qué hechizo de laúdes y de cítaras.
Rumores de violeta se alzaban en los puentes,
zambra de la memoria siempre viva.

Como una rosa bajaba el corazón,
como una rosa, silencioso y ardiente,
ofreciendo de onda en onda
el recuerdo de aquel que en vida
lo llevó en su pecho.

Algo vibró en el aire:
¿Un ala sorprendida en pleno vuelo?
¿Un labio enamorado
que celebraba 
el hallazgo de otro labio?

Viejos cristales cayeron
de viejas ventanas
cuando alguien gritó un nombre:
¡Federico! Y el tiempo se detuvo,
el agua, el sol, la brisa.

¡Qué temblor de agnocastos cayó sobre Granada!
¡Qué mar verde de espumas y de lirios!
¡Qué manzana crujiente, qué amapola encendida!
En las esquinas suspiraban mancebos con las manos de seda.
En las plazas se ahogaban en su bilis soberbios fusileros.

¡Ay, dolor, dolor inmenso,
dolor que nunca se acaba!,
caballo negro de nieve,
navaja de negras cachas,
helada, negra serpiente.

En Granada, cogidos de la mano,
atravesamos el desolado mar de la memoria,
recorrimos el páramo del crimen.

Era otoño, noviembre y en el cielo
se alzaban densos crespones negros.

Granada, 1982

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