Va para veinte años que Ulises marchó a la guerra de Troya y aún no ha regresado, y Penélope, su mujer, teje y desteje la mortaja destinada a su suegro, Laertes, mientras, joven todavía y en edad casadera, soporta el asedio de numerosos pretendientes. ¿Por qué sigue esperando Penélope? ¿Por qué, como dictaban las normas sociales, no elige a uno de los pretendientes y vuelve a casarse?
La razón de Penélope
Si mi vida transcurre como un puente
entre el ayer perdido y el mañana,
si aguardo muda tras de la ventana
y gano tiempo al tiempo, impenitente,
si niego la existencia del presente
y me unzo al telar con fuerza vana,
si me abrazo a la noche como a hermana
que me acoge en su seno diluente,
no es por izar ferviente la bandera
del amor, del honor, o la vergüenza,
no es por acariciar los entredoses
de esta insufrible, intransitable acera,
donde se espera que el dolor me venza:
es por torcer el dedo de los dioses.
P.S. El texto es propiedad del autor del blog.
Habría que ver el porte de los pretendientes para pensar en la razón de Penélope al destejer. Me imagino que al comparar con Ulises.
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