miércoles, 5 de junio de 2024

LA TÁCTICA DE VALDÉS

Carlos I
Un país, un Estado, una religión, tal fue el lema que habían implantado sus abuelos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y ese mismo lema fue el que Carlos I de España y V de Alemania pretendió imponer en la totalidad de su imperio, que se extendía principalmente por Europa, pero que se iba expandiendo también por las nuevas regiones recientemente descubiertas de América del Sur.
Ahora, Carlos se iba muriendo lentamente en Yuste, a donde se había retirado después de una vida de continuo guerrear, cuando por parte de la Inquisición se iniciaban las detenciones de los primeros luteranos descubiertos en Valladolid. Moribundo y todo, el emperador reaccionó con sorprendente energía, tan pronto como recibió las primeras noticias de este hecho.
Inmediatamente, dictó una carta para enviar a la princesa Juana de Austria, en aquel momento gobernadora del país en calidad de regente, al encontrarse su hermano, Felipe II, fuera de España. En esta carta, durísima, Carlos, que llamaba a los luteranos "esos piojosos", pedía, exigía, que se actuara de forma inmediata y con la mayor dureza contra los detenidos, sin distinción de personas ni de cargos, fueran éstos cuales fuesen. "Creed, hija (escribe) que este negocio me ha puesto y tiene en gran cuidado y dado tanta pena que no os lo podría significar... (ya que) ahora que he venido a retirarme... suceda tan gran desvergüenza y bellaquería, y incurrido en ello semejantes personas, sabiendo que sobre ello he sufrido y padecido tantos trabajos y gastos y perdida tanta parte de mi salud... que, ciertamente, si no fuese por la certidumbre que tengo de que vos y el Concejo que ahí están remediarán de raíz esta desventura... castigando a los culpables muy de veras para atajar que no pase adelante... Creed hija que si en este principio no se castiga y remedia para que se ataje tan gran mal, sin exención de persona alguna no me prometo que adelante será el rey ni nadie parte para hacerlo.
Fernando Valdés
Luis de Quijada, uno de los servidores más fieles del emperador, partió con esta carta para Valladolid, donde se encontraban la princesa, el Concejo Real y el inquisidor general Fernando Valdés (1483-1568) El inquisidor, que era el que llevaba la persecución de los luteranos, mantenía una actitud mucho más cauta que la de Carlos I, también más astuta y más aviesa, de modo que cuando la princesa Juana le pasó la carta de su padre no mostró ningún entusiasmo.
Valdés tenía otra táctica, la expresa Menéndez Pelayo al interpretar la respuesta del inquisidor a la princesa, escribiendo en su monumental Historia de los heterodoxos españoles: "que muchas personas le habían dicho lo mismo, y aunque el pueblo lo decía públicamente, y de ello estaba muy contento (el pueblo español en general, trabajado por los sermones de los clérigos y por el temor a la Inquisición, se mostraba ferozmente en contra de los luteranos), porque parecía no estar dañado y desear que de ellos (los detenidos hasta aquel momento) se hiciese justicia, pero no convenía, porque a hacerse con tanta brevedad no se podía averiguar ni acabar de saber de raíz este negocio, el cual se había de entender de las cabezas; mas que hasta le parecía que no convenía guiarlo ni apretarlo más de lo que se hacía, sino ir con ello de manera que averiguase la verdad y que para saberlo era necesario proceder conforme a la orden que en ello tenían, porque no confesando un día (los detenidos), lo harían otro, con persuasiones y protestaciones; y, cuando no bastase esto, con malos tratamientos y tormentos y que así pensaba se sabría la verdad."
Averiguando la verdad
Como se ve, una táctica que no puede ser más siniestra y que consistía en tirar del hilo a partir de unas primeras detenciones, llegando incluso a la tortura, situación que se producía con la práctica totalidad de los detenidos. De este modo se obtenía la confesión del acusado, pero, sobre todo, una relación exhaustiva de las personas con las que había tenido algún contacto, relación que así arrancada incluía en muchos casos personas que nada tenían que ver con el acusado. Esta táctica es la que, después han venido aplicando todos los regímenes políticos autoritarios y dictatoriales.
El torturador sabía y sabe que la confesión así arrancada carece de fiabilidad, pero esto es algo que no le importaba nada, lo que quería eran nombres, muchos nombres, cuantos más mejor, que ya discriminaría él quien era culpable y quien inocente. De este modo, en el caso de los luteranos de Valladolid, Valdés consiguió detener y condenar a un número de personas como para organizar dos autos de fe en 1559, uno en mayo y el otro en octubre. Entre los personajes más importantes que acabaron en la hoguera están Carlos de Seso, corregidor de Toro, fray Domingo de Rojas, dominico, hijo del marqués de Poza, Agustín Cazalla, que había sido capellán de Carlos V y predicador de la Corte, los hermanos de éste, Francisco, Beatriz y Pedro, además, entre otros, Catalina Román, Juan Sánchez, Antón Dominguez e Isabel Estudo, que se reunían en casa de los Cazalla, considerada el centro, naturalmente clandestino, del luteranismo en Valladolid.
La placa
Un caso singular, que muestra hasta donde llegaba la vesania de la Inquisición, fue el de la madre de los Cazalla, Leonor Vivero. Esta señora había muerto unos años antes como católica y como tal había sido enterrada. Sin embargo, al destaparse la herejía de sus hijos, Fernando Valdés, que, además de inquisidor general, era arzobispo de Sevilla, ordenó que fuesen sacados sus restos de la tumba y, seguidamente, quemados en el auto de mayo. Al mismo tiempo, las casas de los Cazalla, dos, contiguas, fueron derribadas y el terreno cubierto de sal. En el lugar de la fachada se alzó un muro en el que se instaló una placa con la siguiente leyenda: "El Santo Oficio de la Inquisición condenó a derogar y asolar estas casas que eran del Doctor Cazalla y de doña Leonor Vivero, su mujer (error), porque los herejes luteranos se juntaban en ellas a hacer conventículos contra Nra. Stª fe católica, en 21 de mayo de 1559."
Carlos V no tuvo la satisfacción de conocer estos hechos, ya que había muerto un año antes.

Fuente: El arzobispo Carranza y su tiempo.- José Ignacio Telechea
Imágenes.- La tercera de: protestantes.net
                 La cuarta de: valladolidweb.es
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