viernes, 19 de abril de 2024

EL LORING

Jorge Loring Miró (Barcelona, 1921-Málaga, 2013) fue miembro de una ilustre familia malagueña, la de los Loring-Heredia, fundadores, entre otras muchas cosas, de la Finca de la Concepción, uno de los espacios más bellos de la ciudad, con marqueses y condes entre sus miembros y con políticos y escritores, como Francisco Silvela, Cánovas del Castillo o Estébanez Calderón.
Don Jorge fue jesuita, alcanzando el orden sacerdotal en 1954, con treinta y tres años. Era hermano del también jesuita don Jaime, fundador de la Escuela Técnica Empresarial Agraria, en Córdoba, germen de la actual Universidad de Loyola, regida por los jesuitas, siempre tan preocupados por la enseñanza. Pero mientras don Jaime era un hombre serio, comedido, recatado y parco en el habla, al menos públicamente, don Jorge era un tipo campechano, dicharachero, parlanchín y hasta un si es no es payaso, dicho en el tono más sereno, como pura descripción. 
Con tal de propagar sus creencias, estaba dispuesto a casi todo, incluido en ese casi el uso continuo de sofismas y disparates, en un tono, además, burlesco, que muy bien podría definirse como chulería dogmática. Así, escribió libros, entre los que destaca Para salvarte, con tirada de más de un millón de ejemplares, dio incontables conferencias, participó en numerosos programas de televisión, bastantes de ellos como único protagonista. Sé que la mayoría de los amables lectores de este blog han visto y oído alguna vez al elemento, pero no me resisto a transcribir literalmente una de sus alocuciones. Ahí va:
"La Iglesia sólo me obliga a creer los dogmas de fe, verdad revelada por Dios. Pero, eso sí, una verdad revelada por Dios es obligatoria. ¡Eso hay que creerlo! Por ejemplo: el infierno. ¡Tanta gente que se las da de lista! Tanta gente que dice: 'El infierno cómo va a ser verdad. A mí es que no me cabe en la cabeza que el infierno sea verdad.' Pues lo siento mucho, muchacho: aunque no quepa en tu cabecita, el infierno es verdad porque lo ha dicho Cristo, y si no cabe en tu cabecita, lo siento, muchacho. Hay muchas cosas que son verdad y no caben en tu cabecita, porque es muy pequeñita, pero no va a ser sólo verdad lo que quepa en tu cabecita. Hay muchas cosas que son verdad y no caben en tu cabecita, y si tu tienes dificultades contra el infierno me parece lógico que no entiendas el infierno con esa cabecita tan pequeñita. Me parece lógico que no entiendas el infierno, pero no me discutas a Cristo, por favor. ¡No pienses saber más que Cristo, por favor! Y si Cristo Dios me dice que hay infierno, ¡hay infierno!, lo entiendas tú o no lo entiendas; te guste o no te guste; lo aceptes o no lo aceptes. El infierno no existe porque tu lo aceptes o porque lo entiendas. El infierno existe porque lo ha dicho Cristo Dios y si no quieres creer ya te enterarás, muchacho, en cuanto te mueras, fíjate. ¡En cuanto te mueras te enterarás! Es una idiotez decir: El infierno no es verdad porque yo no lo entiendo. ¡Es una idiotez!: El infierno es verdad porque lo ha dicho Cristo Dios. Es de fe. ¡Es verdad de fe! ¡Dogma de fe! Eso es verdad lo entienda yo o no lo entienda, lo acepte o no lo acepte. Las cosas no dejan de ser verdad porque yo las acepte. ¡Dónde vamos a parar! Hay muchas cosas que son verdad y yo no las entiendo."
Lo primero que a mí me llama la atención en esta cháchara es que estos tipos se dirigen siempre al hombre, al varón; la mujer, por lo que se ve, ocupa para ellos un lugar subalterno, de manera, deben pensar, que si el muchacho cree, la mujer le seguirá como un corderillo. Pero lo que verdaderamente rezuma la cháchara es esa jactancia chabacana y chulesca que, en vivo y en directo, se pretende hacer pasar por popular, por cómica. Sus afirmaciones son realmente bochornosas, porque lo que Cristo dijera o dejara de decir no lo sabemos, lo que sabemos es lo que el evangelista cuenta que dijo Cristo, que no es lo mismo. En un supuesto juicio el ufano padre Loring no podría testimoniar que esto o aquello lo dijo verdaderamente Cristo, lo único de lo que podría dar fe es de lo que cuenta el evangelista. Por tanto, a quien se cree no es a Cristo, sino al evangelista. Si añadimos que no existe ni un solo original del evangelio, sino sólo copias de copias, la más antigua de las cuales se remonta al siglo IV, es decir, a la época de Constantino, entonces ya bajamos el telón y nos vamos. Esto es así, aunque al padre Loring no le quepa en su portentosa cabeza.
La de veces, que, sin esa jactancia, pero con mayor seriedad e incluso sadismo, nos contaron la misma historia a mí y a los niños y niñas de mi generación. Hoy todas esas afirmaciones dan risa, al menos a mí, incluso, con esta palabrería, hasta asco, pero entonces no teníamos armas para defendernos y hacían daño, mucho daño.

P.S.
La alocución, incluida por Eslava Galán en El fraude de la Sábana Santa
Imágenes de internet.

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