lunes, 18 de marzo de 2024

SUSTANCIA

Hueso de jamón

1.- ¿Se vive como se come o se come como se vive? Expertos en nutrición aducen pruebas con las que pretenden demostrar que somos lo que comemos. Sin embargo, basta mirar a nuestro alrededor para comprobar que, en realidad, comemos según lo que somos. El goloso, por ejemplo, buscará la dulcería con ahínco, el glotón no saciará nunca su hambre, el rico comerá por completo distinto del pobre y el plato del pobre, a su vez, no se asemejará en nada a la triste escudilla del mendigo.

Cocinando el puchero

2.- En los años cuarenta del siglo pasado, mientras el hambre desgarraba los estómagos de la mayoría de los españoles y los fusiles continuaban acribillando personas, ahora en el interior de las cárceles, un hombre caminaba con un hatillo al hombro por las calles de Málaga. De tanto en tanto, se llevaba la mano a la boca a modo de bocina y gritaba: ¡Sustancia! ¡Sustancia! ¿Vendía algo aquel hombre? ¿Estaba desquiciado? Ni una cosa ni la otra: alquilaba por minutos un hueso de jamón y un trozo de tocino para que las amas de casa alegraran el puchero. Tuve conocimiento de esta anécdota muchos años más tarde.

Iglesia de las Esclavas,
antigua de San Juan de los Caballeros

3.- El de las Esclavas del Sagrado Corazón, cuya fundadora, Rafaela María Porras y Ayllón (Pedro Abad, Córdoba, 1850- Roma 1925) fue elevada a los altares por Pablo VI en 1977, era el convento más rico de Córdoba. No sé si lo sigue siendo. Tenía un colegio femenino de pago, en el que cursaban los estudios las hijas de las familias más acomodadas de la ciudad y de la provincia, muchas de ellas como internas. Comprometidas, cómo no, con la caridad, esa virtud tan católica, las monjas mantenían una sección independiente, con entrada distinta, como hacían los salesianos, para niñas pobres. Mi hermana formaba parte de este grupo. Mi madre estaba obsesionada con nuestra formación y, aunque no era nada religiosa, no paró hasta que vio a su niña en el que creía el mejor colegio de Córdoba, lo mismo y por la misma razón que había conseguido que yo ingresara en los salesianos.

4.- Muchas vece entré yo en aquel convento y recorrí hasta los rincones más alejados de la clausura. Acompañaba a mi padre a realizar trabajos de carpintería: recomponer unos pupitres, tapizar un reclinatorio, arreglar una de aquellas persianas de duelas de madera que tanto costaba subir, etc. Durante un tiempo circularon por Córdoba unas capillitas, de aquellas que iban de casa en casa, formadas por un arco ojival con una estampa de la madre Rafaela, entonces aún Beata, y un cajoncito para las limosnas. Empezó haciéndolas mi padre y terminé haciéndolas yo. Cosas de la informalidad paterna, que yo no podía sufrir.

Imagen de las capillitas

5.- Debió ser en mil novecientos sesenta y uno o sesenta y dos. Para entonces, el hambre empezaba a ser ya un triste recuerdo en el país, gracias principalmente al dinero que enviaban a sus familias los cientos de miles de españoles que habían emigrado a Europa (llegaron a ser más de dos millones), sobre todo, a Alemania. Era invierno, febrero, no lo olvidaré, un día lluvioso, casi negro, tristísimo. Mi padre y yo llegamos al colegio para arreglar una persiana en la cocina en la que se preparaba la comida para las niñas pobres. Atravesamos un par de corredores, bajamos una escalera que llevaba a un semisótano en el que estaba la cocina, con ventanas a un patio interior, abrimos la puerta y allí estaba: En el fogón crepitaba una olla de cocido y sobre ella colgaban un trozo de tocino y un hueso de jamón que la hermana María, la cocinera, introducía y sacaba del puchero repetida y brevemente mediante un cordel pasado por una garrucha que colgaba del techo.

Cocido con su substancia de verdad

6.- Aquel día me quedé de piedra, pues nunca había visto nada igual. Pero mucho tiempo después, un amigo me contó la anécdota del alquiler malagueño, entonces recordé a la hermana María en la cocina de las niñas pobres y, espontáneamente, grité yo también: ¡Sustancia! ¡Sustancia!, desconcertando por completo a mi interlocutor.

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