miércoles, 13 de octubre de 2021

PEDERASTIA Y VERGÜENZA

La prensa acaba de destapar en estos días que desde los años cincuenta del siglo pasado hasta ahora ha habido en Francia alrededor de 330.000 abusos sexuales y violaciones de niños y niñas realizados por unos 3.000 clérigos. 
En setenta y un años, que son los que van desde 1950 hasta hoy, el número de abusos y violaciones ha sido de 4.690 anuales, es decir, casi trece diarios. Y si dividimos el número de niños y niñas a los que han destrozado la vida por el del número de clérigos que llevaron a cabo su fechoría, resulta nada menos que cada sacerdote ha abusado y/o violado a la friolera de 110 niños y/o niñas. Una verdadera plaga más dañina que el terrorismo.
Ante estas aterradoras cifras, que durante años y años han sido silenciadas por la jerarquía católica francesa, siguiendo, por otra parte, las directrices del propio Vaticano, uno se pregunta, en primer lugar, cuántos niños y niñas habrán caído en manos de estos crápulas a lo largo de la historia, en épocas además en las que la Iglesia Católica detentaba un poder casi omnímodo y no existían los medios de comunicación que existen hoy. 
Como español, uno se pregunta también cómo es que en España apenas se conocen casos, convencido este español de que, formado en el marco de las normas católicas y sujeto al celibato, el clero católico tiene las mismas carencias, las mismas necesidades y es, en general, igual en todo el mundo.
Ante la tremenda noticia francesa, el papa Francisco ha reaccionado de inmediato, exclamando en italiano: "¡Vergogna! ¡Vergogna!" Una reacción, cómo diríamos: ¿magnífica, sublime, realmente dramática? Se decía que Juan Pablo II era más que nada un extraordinario actor; ciertamente había hecho teatro en su juventud y la técnica la conocía a la perfección. Pero para actor, actor, Bergoglio, que además es argentino y jesuita, miembro de una Orden que, apegada a la casuística, desde su fundador ha dado los mejores actores de la historia.
Porque en este terrible asunto de la pederastia clerical no basta con gritar ¡Vergogna!, ni con levantar el secreto que el Vaticano mantenía sobre estos hechos y, seguidamente, quedarse tan fresco. Y tan fresco se queda Francisco cuando apenas ha hecho nada ni hace para acabar de una vez con el problema. La Conferencia Episcopal Española, por ejemplo, se niega a patrocinar una investigación a fondo, "porque (el asunto) es muy pequeño", declaraba no hace mucho su portavoz, que no sé yo cómo, si no investigan, conocen las dimensiones de este crimen. Sin embargo, añadía que: "Estamos dispuestos al reconocimiento de las indemnizaciones que los jueces establezcan." Demostrando así su ínfima "vergogna", si es que les queda alguna a los miembros de la Conferencia Episcopal cuando, forrados de pasta como están, creen que una víctima puede recuperar su autoestima si se la recompensa con dinero. Pura miseria moral. Pero lo más grave es que el papa, porque no quiere o porque no tiene poder real para hacerlo, no hace nada para que la Conferencia Episcopal cambie de rumbo.
El obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez Alfonso, cuya imagen aparece al lado,
 manifestaba no hace tanto: "Puede haber menores que lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de trece años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo." Es decir que, según el señor Álvarez, en el abuso de un niño la culpa muchas veces la tiene el niño, la víctima. Y el señor Álvarez sigue siendo obispo.
El cardenal Cañizares, arzobispo de Valencia, afirmaba que: "el aborto es mucho peor que la pederastia" Y sigue siendo cardenal y arzobispo. El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, mantiene trabajando en el obispado a Domingo Rey Godoy, sacerdote condenado por abusos sexuales a varias niñas en Peñarroya, lo mantiene sin suspensión de sus derechos sacerdotales, ni nada por el estilo. Y lo mantiene después de afirmar, entre otras perlas, que: la UNESCO tiene un plan para hacer homosexual al cincuenta por ciento de la población mundial." Perla que suelta sin aportar la menor prueba. Y no sólo sigue siendo obispo, sino que el papa Francisco lo premia nombrándolo miembro de la Congregación para la Causa de los Santos. En la imagen de más abajo pueden ver al susodicho Demetrio en compañía de Francisco.

Casos y más casos en los que el papa no sólo no actúa, sino que ni siquiera le producen vergogna.
Pero, independientemente de todo esto, que es sólo el efecto, este papa, lo mismo que los anteriores desde el Concilio de Letrán de 1215, que lo impuso, sabe que la causa, la raíz del problema se encuentra en el celibato, que no es voluntario, como ocurre entre los ortodoxos orientales, sino obligatorio. El propio papa Francisco lo ha dicho: "El celibato clerical no es un dogma de fe, es una regla de vida que yo aprecio mucho y creo que es un don para la Iglesia. No siendo un dogma de fe siempre tenemos la puerta abierta para cambiarlo." Pero añadió: "en este momento, sin embargo, no lo tenemos pensado."
O sea, que, como se ve, todo queda en pura palabrería y el grito de ¡vergogna! no es más que el grito de un hipócrita. Porque el celibato no es un don para la Iglesia, como Bergoglio afirma, es un verdadero chollo, al contar con un ejército de individuos sin otra obligación económica y moral que la de estar al servicio de la empresa. Pero, en relación a la pederastia, y esto ya no lo ignora nadie, es también un grave problema que no sólo afecta a la Iglesia, sino a toda la sociedad, a la que pertenecen las víctimas. Por tanto, no darle solución, conociendo perfectamente la causa, es ser cómplice del pederasta, incluso su patrocinador. Por nuestra parte, podemos estar seguros de que, al no actuar y por más vergogna que le produzca al pontífice, la pederastia, aparte de algún fuego de artificio, va a seguir siendo encubierta.

Imágenes: La primera, del pintor Luis Vargas Santacruz.
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