martes, 5 de agosto de 2025

EL PAPA, EL PEDERASTA Y EL POBRE

León XIV
El papa
No existe en el mundo una organización del tipo que sea con una capacidad teatral semejante a la de la Iglesia Católica. La reciente película El cónclave, que en lo que se refiere al ceremonial refleja con gran fidelidad la realidad, es una buena muestra de esta teatralidad. Y eso que se trata de un actividad interna y, por tanto, sin la presencia de público. Pero cualquier misa, de cualquier parroquia, de cualquier pueblo constituye ya una ceremonia eminentemente teatral. Iglesia y teatro vienen a ser en buena medida sinónimos, hasta el punto de que no es una exageración afirmar que sin esa teatralidad la Iglesia Católica no sería lo que es.
Del mismo modo, no existe tampoco una organización con una tan desbordante capacidad de convocatoria. Si acaso, y sin ánimo de comparar, la de algunos sátrapas recientes, como Hitler, Stalin, Mussolini o Franco, gente sanguinaria antes que piadosa, por más que alguno de ellos fuera muchas veces traído y llevado bajo palio. Desde hace siglos, cualquier miembro de la jerarquía eclesiástica, pero especialmente el papa, disfrutan como marranos en un charco recibiendo la pleitesía (el cariño, dicen ellos) de las multitudes, cuanto más numerosas mejor. Pero es modernamente, con los medios de comunicación y desplazamiento con los que el mundo cuenta, cuando los papas vienen recibiendo los mayores baños de masas de la historia. 
El primer papa que viajó en un avión fue Pablo VI (1963-1978), hace día y medio. Fue también el primero que visitó los cinco continentes. Y el primero que habló en Nueva York ante la Asamblea General de la ONU. Ahora, para viajero, Juan Pablo II (1978-2005) Este hombre... espectacular, que comenzó a hacer teatro en su juventud y ya no lo abandonó en toda su vida, se entretuvo en recorrer casi 1200000 kilómetros, algo así como dar veintinueve veces la vuelta al mundo y, en todas partes, venga multitudes y más multitudes, todas con el Totus Tuus tan elocuente, y él con una cara de felicidad que incluso resultaba contagiosa.
Pablo VI
Bien, pues el último papa hasta la fecha, el señor Robert Francis Prevost, que el día ocho del pasado mayo, cuando fue elegido, tomó el nombre de León, recibió el pasado domingo su primer baño de multitudes. Fue en el lugar de Tor Vergata, al sur de Roma, donde habían pasado la noche en tiendas de campaña y sacos de dormir un millón de jóvenes, como mínimo, llegados de todo el mundo, para celebrar un jubileo, término que tiene dos acepciones: aniversario de un acontecimiento relevante e indulgencia plenaria que el papa concede en determinada ocasiones. El papa no llegó andando, ni siquiera en automóvil, aunque fuese un Mercedes último modelo, llegó en helicóptero, que aquí se trabaja bien o no se trabaja, se paseó en el papa móvil entre el griterío de los jóvenes y el tremolar de banderas de todos los colores. Seguidamente, dijo una misa concelebrada (agárrate maestro, que te vas a caer), con cuatro cientos cincuenta (450) obispos y siete mil (7000) sacerdotes. (¿Alguien puede imaginar lo que fue aquello? ¿Alguien puede imaginar la cantidad de individuos que viven y muy bien de gañote, esto es, sin producir absolutamente nada y a costa de los demás?)
La noche del Jubileo
El evento llevaba preparándose nada menos que dos años. Para hacerse una idea de su magnitud y según publicaba el periódico La Vanguardia, se trataba de un espacio de unas 96 Ha., en las que se instalaron miles de aseos químicos, 2600 fuentes de agua potable, 70 nebulizadores, 122 cámaras de vigilancia ("que estos pueden ser todo lo creyentes que quieran, pero aquí no nos fiamos ni de nuestro padre.") y un centro de control de 400 metros cuadrados. Se llevaron además cinco millones de botellas de agua, desconocemos el tamaño y si se ofrecieron gratis o había que pagar por ellas.

El pederasta
Queremos dar por hecho que entre aquel millón largo de jóvenes no había ninguno que hubiera sufrido los desmanes sexuales de ningún pederasta. Seguro que no, estos son chicos y chicas extrovertidos, optimistas, decididos, y los pederastas se inclinan más por los tímidos, con poca capacidad de decisión y más bien desorientados. Seguro que estos chicos y chicas no saben siquiera lo que es la pederastia y, por supuesto, no conocen ni tienen noticia de ningún pederasta ni de ninguna de las numerosas víctimas. Desde luego, de la pederastia no se habló en ningún momento. La pederastia es un asunto que a la Iglesia tanto le quema como le resbala. Es cierto que el papá Francisco clamó contra ella y hasta ordenó la apertura de algún expediente canónico. Es verdad también que en algún sitio, Francia, por ejemplo, han pedido perdón, ¿pero lo han pedido cumpliendo las condiciones que la propia Iglesia tiene establecidas para obtenerlo? Cinco eran estas condiciones, que a mí me obligaron a aprenderme de niño y que todavía hoy, después de tantos años y tan lejos de mi última confesión, sigo recordando, ahí van: Examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. El amable lector decidirá, pero yo, la verdad, no veo por ningún lado ninguno de estos puntos. 
El Defensor del Pueblo
Ahora bien, si hay un sitio verdaderamente guay para los pederasta, este no es otro que España. No sé en otros sitios, pero en España los pederastas tienen premio. Y, además, mueren en edad avanzada y en su cama antes de que les afecte una denuncia. A título de ejemplo, les voy a citar uno: Josep María Vendrell, fallecido a los 71 años, en 2004, después de toda una vida de abusador sexual de niños. Un tipo que apestaba a "tabaco y alcohol", según afirma, Pablo, una de sus víctimas, en un suelto publicado por La Vanguardia el pasado día tres. Cómo estará la cosa de la pederastia clerical en este país que, Pablo, vecino de Valladolid, prefiere no dar sus apellidos, aunque se pueden encontrar en el Informe del Defensor del Pueblo sobre este asunto.
El tal Vendrell empezó su carrera de pederasta en 1965, cuando llegó a la parroquia de Sant Tòmas d'Aquino, en Barcelona. Las quejas y las denuncias de familiares de los niños que caían en sus manos no tardaron en llegar al arzobispado. Este actuó con celeridad y con energía: sólo tardó  en actuar cinco años, al cabo de los cuales, "¡denunció al fulano ante la justicia!" "¿Qué dice usted buen hombre? Lo trasladó a la parroquia de Santa María en Caldes d'Estrac, de la que dependía una escuela y un internado religioso, del que era el director." "¿Pero quién regía la sede arzobispal de Barcelona?" "Ahora mismo se lo digo, caballero: en 1965, don Gregorio Modrego Casaus, un franquista hasta el tuétano, y en 1970, don Marcelo González Martín, quien junto a Tarancón, le dio la vuelta a la Iglesia española para que se adaptara a la democracia sin perder ni uno solo de sus privilegios."
Como se ve, da igual la tendencia política que tengan. El actual arzobispo de la ciudad condal, don Juan José Omella Omella, de centro derecha por el Sur y extremo oscuro por el Este, afirma que el Informe del Defensor del Pueblo sobre la pederastia "es mentira, ¡mentira!, ¡mentira!" "Aporta don Juan José alguna prueba?" "¿Prueba? Ninguna, jefe, ninguna. Es mentira porque lo dice él, y punto."
Cardenal Juan José Omella
Y es que en España, los obispos, que son los encargados de perseguir la pederastia, se canchondean de ella y de las víctimas. "Y si no me cree usted, querido amigo, pregúntele al representante de todos ellos, don Luis Javier Argüello,  actual presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Valladolid, quien, atendiendo a la demanda de Jesús de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, anda pidiendo elecciones, a ver si llegan al gobierno sus amiguetes de Vox."
De esta actiud de desprecio se queja precisamente Pablo, el hombre del que, siendo un niño de sólo nueve años, abusaba el cura Vendrell. "Necesito que me pidan perdón y cumplan sus promesas de reparación.", clama. Ya te lo digo yo, Pablo: puedes esperar sentado. Tu agresor falleció, como sabes, en 2004, de modo que no te queda ni el recurso de acudir a la justicia ordinaria. 
El pobre
Y EL POBRE
Bueno, Ya lo dijo Jesús, cuando una señora o señorita le ungía los pies con ungüentos carísimos: "Los pobres los tendréis siempre con vosotros." Y, en efecto, ahí siguen. Y, por lo que se refiere a la Iglesia, ahí seguirán, que en esto sí que cumplen literalmente con el evangelio. "¡Cómo vamos a hacer nada para terminar con la pobreza!", dijo una vez el cura párroco de Venisolera de Abajo, "¿no ve que si desaparecen los pobres no podremos ejercer la caridad?"
Claro que Jesús también dijo: "... el que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas ruedas de molino que mueven los asnos y lo hundan en lo profundo del mar." "Pero ¿qué dice usted, hombre de Dios? Eso no puede leerse así", dicen los obispos españoles, "eso es una alegoría, una metáfora, un elefante volando." Y a vivir, que son dos días.

Imágenes: La de Tor Vergata, de El Debate
                 Las de Pablo VI y el pobre, de www.googleuser.com
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