lunes, 12 de febrero de 2024

EL MARTILLO DE LAS BRUJAS

Cuando en 1484, con la bula Summis desiderantes affectibus, Inocencio III da potestad a los teólogos dominicos Heinrich Kramer y Jakob Sprenger para la persecución de la brujería en Alemania sabía perfectamente quiénes eran estos dos sujetos.
Heinrich Kramer, alemán, nacido en Schelettstadt, baja Alsacia, hacia 1430, fue prior del convento dominico de su ciudad natal y maestro de teología. Tenía fama de gran predicador y de trabajador incansable, pero también de verdadero fanático religioso. En 1474, había sido nombrado ya inquisidor en Bohemia, Moravia, Salzburgo y el Tirol.
Por su parte, Jakob Springer era natural de Rheinfelden, Suiza, donde nació en 1435. Fue prior del convento dominico de Colonia entre 1472 y 1488. Brillante teólogo, según nos cuentan las crónicas de la época, llegó a ser decano de la Facultad de Teología de Colonia. En 1475 el papa Sixto IV lo había nombrado Inquisidor General de Alemania.
En su bula, el papa Inocencio III afirma categóricamente que "no pocos elegidos y gentes laicas que pretende saber más de lo que les incumbe habían puesto en duda...", la existencia de las brujas. Y con idéntica firmeza añade que quien ponga un obstáculo a ambos dominicos "que sepa que sobre él caerá la ira de Dios Todopoderoso y la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo."
El Malleus Maleficarum o Martillo de las brujas, en su traducción castellana, nació como fruto y, en cierto modo, justificación de esta bula. En efecto, se trata de un libro escrito desde la experiencia de ambos clérigos en la persecución de la brujería, cuyas deducciones están sacadas no de una investigación real, sino sólo y exclusivamente de las confesiones de los detenidos, obtenidas, bien se puede decir que todas, mediante tortura. De este modo, da cuenta tanto de la existencia de la brujería como de los métodos empleados por sus practicantes.
El libro consta de tres partes. En la primera, ambos frailes demuestran, eso es lo que creen, la existencia real de la brujería. Sostienen que la brujería requiere la reunión de tres factores: el demonio, un brujo y el permiso de Dios. (Y he aquí la paradoja de la que parece que los autores no son conscientes: Si nada es posible sin la concesión de Dios, entonces, en último término Él es el culpable de la existencia de la brujería.) Esta parte arranca con una rotunda afirmación: "La creencia de que seres como las brujas existen es parte tan esencial de la fe católica que mantener con obstinación la opinión contraria tiene un manifiesto sabor a herejía."
La segunda parte sostiene que las brujas obtenían su poder gracias a un pacto con el demonio (que, a su vez, contaba con el permiso de Dios, no lo olvidemos). Como en la primera parte, los autores tiran una y otra vez de "autoridades" no sólo católicas, sino también civiles y paganas, como Aristóteles, y hasta algún musulmán, como Al-Gazali o Avicena.
En la tercera parte, finalmente, el libro explica como identificar a las brujas y cómo se debe realizar un proceso por brujería, insistiendo una vez más en la existencia de un pacto con el diablo.
No se puede negar que ambos frailes cuentan con una potente erudición. Pero igual de potente es su mala leche. Así, con toda su erudición, mezclan y meten en el mismo plato la hechicería, la magia y la brujería y es difícil creer que no lo hagan conscientemente. Callan que todo su conocimiento de la brujería proviene, exclusivamente, como se ha dicho más arriba, de la confesión de las hipotéticas brujas, arrancada bajo tortura. No aportan ni una sola prueba de la existencia real de la brujería.
El ataque de ambos dominicos se dirige contra lo que ellos creen que es la brujería, pero se dirige, sobre todo, contra las mujeres. A título de ejemplo, aquí van algunas de las sentencias que van soltando los dos elementos:
-(Las mujeres) "por ser más crédulas (son) más propensas a la indignidad.
-(Son) "embusteras por naturaleza."
-"Toda brujería proviene de la lujuria, que en las mujeres es insaciable."
-"La mujer es peligrosa por su sexualidad, aunque es necesaria para la reproducción."
-"Las mujeres tienen tres vicios: infidelidad, ambición y lujuria."
 Por otra parte, no se les cae la cara de vergüenza ni nada cuando afirman que basta el rumor público para llevar a una persona a juicio y que los inquisidores eran infalibles, de manera que su palabra era suficiente prueba, por lo que la única salida que tenía la desgraciada que caía en sus garras era la confesión.
Entre las muchas barbaridades que se le adjudicaban a las brujas, una de las más curiosas consistía en que quitaban penes y los guardaban cuidadosamente en cajas y en nidos, donde incluso los alimentaban.
El libro fue severamente criticado por numerosos teólogos, tanto por los argumentos que emplean los dos dominicos como por los procedimientos que exponen para llevar acabo los procesos. No obstante, tuvo una rápida y extensa difusión y en él se basó la horrible persecución de brujas que se extendió por toda Europa durante los siglos XVI,  XVII y XVIII.

Imágenes: culturainquieta.com

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