martes, 17 de octubre de 2023

A LA CAZA DE LA BRUJA

El libro Exorcistas contra Satanás, del periodista italiano  Fabio Machese, contiene una entrevista concedida por el papa Francisco en la que éste afirma que Satanás existe, que no es un cosa difusa, sino una persona. La afirmación del papa no es un asunto baladí, porque fue precisamente la creencia en la existencia del demonio la que dio lugar a la aparición de las brujas y su consiguiente persecución.
En las últimas dos o tres décadas hay numerosos historiadores que tratan con toda clase de argumentos de revisar para mejor las épocas más negras de la Historia. Pero, digan lo que digan, la Edad Media fue una época oscura, de penumbra, como recoge con numerosas pruebas la autora británica Catherine Nixey en su libro titulado precisamente así: La edad de la penumbra.
Fue en esta tenebrosa época cuando hizo su aparición la brujería. Desde los tiempos más remotos el ser humano ha pretendido, de una parte, anticiparse al futuro, descubriendo con antelación los avatares que éste habría de depararle; y, de otra, orientar a su favor tanto las acciones de otros seres humanos como los fenómenos de la naturaleza. Ambas cosas trataban de conseguirlas magos, adivinos y hechiceros. Para ello, los tres, utilizaban medios enmarcados estrictamente en el ámbito humano y natural: distintas ceremonias, ungüentos, elementos considerados con poder mágico, como talismanes y amuletos, incluso drogas, con el objetivo de conseguir un estado de alteración de la conciencia gracias al cual, según se cuenta, les permitía ver y vaticinar acontecimientos y fenómenos imposibles de captar en el estado de normalidad. 
De acuerdo con los eruditos de la época y con los numerosos tratados que sobre ella se escribieron, la brujería era otra cosa. Perseguía los mismos objetivos que la magia y la hechicería, eso sí, pero se diferenciaba de ambas en que para alcanzarlos no se valía sólo de medios humanos y naturales, sino que acudía a la relación y aun al pacto con el demonio, con ese Satanás del que el papa habla. Y en este, precisamente, en el pacto con el diablo era en lo que consistía el pecado y el delito, pues la brujería fue perseguida ante todo por la Iglesia, como una herejía sumamente nociva, pero también por las autoridades civiles, porque, según se afirmaba con absoluta seguridad, alteraba gravemente las relaciones sociales de un pueblo, de una ciudad, de un país.
Las brujas, pues en una abrumadora mayoría se trató de mujeres, debutan en la historia hacia el siglo XII. En esta época surgen los primeros rumores, los primeros cotilleos de comadres acerca de su existencia. Igualmente, la Iglesia tenía ya perfectamente definida lo que era una herejía, de tal modo que, en 1184, el papa Lucio III (1181-1185) creó la primera Inquisición, una inquisición episcopal para perseguir las herejías de los cátaros, los valdenses, los patarinos, los pobres de Lyón y otras más que pululaban principalmente por el sur de Francia. Esta disposición papal constituiría a la larga el sustrato para la persecución de la brujería.

¿Que diría usted, amable lector o lectora, si en la actualidad el sistema judicial español, por ejemplo, obtuviera sus ingresos exclusivamente de los bienes que se le incautaran a los condenados por determinados delitos? Que nadie estaría a salvo de ser acusado de alguno de ellos y, seguidamente, juzgado y condenado, ¿no es cierto? Pues esto es lo que, quince años después de la disposición de Lucio III, decretó Inocencio III (1198-1216) respecto a la Inquisición. Como no podía ser de otro modo, el número de herejes condenados aumentó de forma exponencial, tanto que un siglo más tarde prácticamente no quedaba ninguno. Fue entonces cuando, en 1320, el papa Juan XXII (1316-1334) autorizó a los inquisidores de Carcasonne para que persiguiesen como herejes a quienes adorasen a demonios o aceptaran un pacto con ellos. Este fue el momento en que se inició la persecución contras los brujos y las brujas. Da la impresión de que el papa dictamina tal persecución para que la fuente de los ingresos inquisitoriales no deje de manar.
La definición de lo que era exactamente un brujo la daría el eminente abogado francés Jean Bodin (1529-1596): "Aquel que, conociendo la ley de Dios, intenta realizar ciertos actos mediante un pacto con el diablo." Y, aunque en su definición, ha dicho "aquel", es decir, en masculino, el señor abogado añadía poco después que "cualquier castigo que impongamos a las brujas, aun asarlas y cocerlas a fuego lento, no es excesivo." 
Bastante antes, el papa Inocencio VIII (1484-1492), en la encíclica Summis Desideratis hace una exposición detallada de los crímenes de brujas y brujos:  "Se abandonaron a demonios, íncubos y súcubos", afirma, "y con sus encantamientos, hechizos, conjuraciones y otros execrables embrujos y artificios... han matado niños que estaban aún en el útero materno, lo cual también hicieron con las crías de ganado; arruinaron los productos de la tierra, las uvas de la vid, los frutos de los árboles; más aún, a hombres, mujeres, animales de carga, rebaños y animales de otras clases, viñedos, huertos, praderas, campos de pastoreo, trigo, cebada y todo otro cereal... acosan y atormentan a hombres y mujeres, animales de carga, rebaños y animales de otras clases con terribles dolores y penosas enfermedades, tanto internas como exteriores; impiden a los hombres realizar el acto sexual y a las mujeres concebir, por lo cual los esposos no pueden conocer a sus mujeres, ni éstas recibir a aquéllos; por añadidura, en forma blasfema, renuncian a la Fe que les pertenece por el sacramento del Bautismo y a instigación del Enemigo de la Humanidad no se resguardan de cometer y perpetrar las más espantosas abominaciones y los más asquerosos excesos con peligro moral para su alma, con lo cual ultrajan a la Divina Majestad y son causa de escándalo y de peligro para muchos."
Como se ve, un poder extraordinario el de estas mujeres, en su mayoría analfabetas y muchas de ellas ancianas. Y lo dice, además, con todo desparpajo uno de los papas más indecentes y escandalosos de la historia. Con esta bula, el papa nombraba a los dominicos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger, dos auténticos perros no de Dios, sino de presa, inquisidores en Alemania con carta blanca para perseguir y castigar a las brujas con todos los medios que les parecieran oportunos y sin reparar en rangos.
¿Pero cómo se identificaba a una bruja o a un brujo? Principalmente por los siguientes signos:
-Tener un animal de compañía, gato, perro o pájaros, especialmente, mirlos (se afirmaba que eran demonios disfrazados)
-Tener un quiste, bulto o verruga (se consideraba que era un pezón para alimentar al animal-demonio) Por esta razón, al sospechoso se le afeitaba el pelo y todo el vello, incluido el de los genitales, siendo sumamente difícil que no mostrara alguna de tales marcas.
Una vez detenida la sospechosa, se le sometía a un primer interrogatorio semejante al siguiente:
-¿Desde cuándo eres bruja?
-¿Por qué te hiciste bruja?
-¿Cómo te hiciste bruja?
-¿A quién elegiste como íncubo? (demonio que se posaba encima de la durmiente)
-¿Cómo se llama tu demonio?
-¿Que pacto estableciste con él?
-¿Quienes son tus cómplices?
-¿De qué está hecho el ungüento con que frotas la escoba? (para volar)
Como era imposible que la detenida contestara con otra cosa que no fuera la negativa, se la sometía a tortura y entonces sí, confesaba incluso que había viajado en el tiempo y que en el siglo XX se había convertido en el toro que mató a Manolete.
Y tras la confesión así arrancada, la hoguera. Hasta cuatrocientas mil personas, según los cálculos más sensatos, la inmensa mayoría mujeres, pudieron se quemadas en Europa entre 1450 y 1750, tres largos siglos en los que se produjo el grueso de la persecución y cacería de las brujas. Alemania fue el país en el que más víctimas hubo. Sólo como muestra de lo que fue una persecución sin tasa ni pausa en todo el país: En el obispado de Nurzburg mandaron a la hoguera a novecientas (900) personas en un solo año; en el de Bamberg, a seiscientas (600); en Nuremberg hubo hasta 200 ejecuciones anuales durante bastantes años. En España, quizás porque la Inquisición trabajaba a tope persiguiendo conversos que judaizaban, apenas hubo casos de brujería, siendo el más importante el famoso de Zugarramurdi.

Bien, ¿pero sabe usted, lector o lectora, que es lo más indignante, lo más sangrante y aun lo más repugnante de toda esta cacería?: Que la brujería, como la definía el señor abogado francés y los numerosos tratados que se escribieron al respecto ¡jamás existió, jamás! No hubo pactos con diablo alguno, no hubo íncubos ni súcubos, no hubo conjuros ni maleficios, no hubo vuelos en escoba ni en nada, no hubo shabats, ni aquelarres, ni, por supuesto, demonios enormes a los que las brujas les besaran el ano y luego fueran penetradas con un descomunal y helado pene. Todo, absolutamente todo, definiciones, informes y tratados, salieron exclusivamente de las confesiones arrancadas bajo tortura a las víctimas y se fraguaron en las mentes retorcidas de los perseguidores. Y no tenían nada que ver con la realidad de unas mujeres que, en la mayoría de los casos, eran simplemente curanderas, cuyos remedios consistían en infusiones y ungüentos de las hierbas silvestres que conocían a la perfección.
Así es que el papa Francisco, que no puede ignorar nada de esto, debería tentarse la ropa con cuidado antes de asegurar la existencia real de Satanás, no sea que volvamos a inventarnos una realidad tan absolutamente irreal y dolorosa para tantos como aquella. Mucho mejor haría siguiendo al Prepósito General de la Compañía de Jesús, a la que el papa pertenece, el venezolano padre Arturo Sosa, que niega que Satanás sea un ser real.

Fuentes:
Enciclopedia de la brujería.- Rossel Hope Robbins
Historia de los papas.- Juan María Laboa
Traidores a Cristo. La historia maldita de los papas.- Renè Chandelle
Historia de la Iglesia I. La Iglesia antigua y medieval.- José Orlandis
Las grandes herejías de la Europa Cristiana.- Emilio Mitre/Cristina Granda
Historia de la Brujería.- Frank Donovan
Las Brujas y su mundo.- Julio Caro Baroja

Imágenes:
La primera, dibujo de Félicien Rops
El resto de Internet





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