domingo, 7 de enero de 2024

LA CASA DE LOS CATECÚMENOS

El Papa Pío IV (1559-1565), cuyo nombre real era Juan Ángel Medici, ha pasado a la Historia, principalmente, por reabrir y clausurar definitivamente el célebre Concilio de Trento, del que salió una Iglesia conservadora y opuesta al más mínimo tipo de reforma.
La Historia, sin embargo, suele omitir que una de sus primeras medidas tras su acceso al trono papal fue crear los ghetos en los que debían vivir los judíos que habitaban el Estado pontificio. Decretó, igualmente, que los judíos debían distinguirse de los cristianos mediante una señal amarilla, que los hombres llevarían en el sombrero y las mujeres en el pecho. (Como se ve, Hitler no inventó nada, ya lo había inventado la Iglesia Católica)
En Roma, el gheto se encontraba a orillas del Tiber, en una zona insalubre y propensa a las inundaciones. No lejos de este sitio, en las cercanías del Coliseo, se levantaba la Casa de los Catecúmenos, lugar tenebroso fundado por Pablo III en 1543, destinado exclusivamente a impartir la doctrina cristiana a los judíos que lo desearan. Ahora bien, una norma establecía que cuando un varón judío manifestaba su deseo de convertirse al cristianismo debía llevar consigo a su mujer, si estaba casado, y a sus hijos, si los tenía, y hasta, en su caso, a los nietos. 
Como bien se sabe por la historia de España, una vez bautizados el judío y toda su familia ya no tenían posibilidad de vuelta atrás; sólo tenían ante sí dos caminos: cumplir a rajatabla los preceptos de la Iglesia o la hoguera, en la que acabaron pereciendo muchos de ellos acusados de judaizar, es decir, de seguir practicando su religión, si bien entonces en secreto. 
La Casa de los Catecúmenos aterrorizaba a los judíos romanos, pues no eran pocos, especialmente niños, los que, por una u otra razón, eran llevados allí por la policía papal y nunca más regresaban al gheto ni sus familiares volvían a saber de ellos.
En 1815, doscientos setenta años después de su fundación, siendo papa Pío VII, regía esta Casa el sacerdote Filippo Colonna. Una tarde del mes de octubre, el padre Colonna recibió aviso de que en la portería se encontraba Jeremíah Anticoli, un joven judío que deseaba hacerse cristiano. El procedimiento usual en estos casos consistía en un breve interrogatorio, tras el cual el solicitante era admitido en la Casa. Ahora bien, Jeremiah estaba casado y, además, tenía un hijo de siete meses; su mujer se llamaba Pazienza y su hijo Lázaro; de manera que, si él pretendía hacerse cristiano, su mujer y su hijo debían acompañarlo, le recordó el padre Colonna. Jeremiah firmó el documento que el sacerdote le presentaba y, aquella misma noche, la policía papal entró en el gheto y, tras apoderarse de Pazienza y de Lázaro, los trasladaron a la Casa de los Catecúmenos, no sin vencer el tumulto que organizaron los judíos, despertados bruscamente de su sueño.
Nada más entrar en la Casa, a Pazienza le arrebataron al niño y la encerraron en una habitación. Allí y durante treinta y tres días recibió continuas visitas de catequistas -curas, monjas y hasta el propio padre Colonna-, quienes, tras el correspondiente sermón, le exigían, unas veces con súplicas y otras con amenazas, que abrazara la verdadera fe. Una y otra vez Pazienza se negaba a renegar del judaísmo, la joven madre sólo pedía una cosa: que le permitieran recuperar a su bebé y regresar al gheto.
Comprobando que la obstinación de Pazienza era irreductible, la muchacha fue devuelta a su casa. Unos días más tarde, el 11 de enero de 1816, Jeremiah, su esposo, abandonaba también la casa, arrepentido de su decisión al comprobar que su mujer se había negado a convertirse. El que no volvió con sus padres fue el hijo de ambos. El pequeño Lázaro había sido bautizado un par de días después de su llegada, sin consentimiento paterno ni materno, y, una vez recibidas las aguas sagradas, el nuevo cristiano pasaba a depender exclusivamente de la Iglesia.
De esta lúgubre historia cabe sacar dos conclusiones:
1) Que desde la irrupción del cristianismo, la Iglesia Católica ha sido la primera organización perseguidora de los judíos.
2) Que con lo que éstos han sufrido a lo largo de la historia, cómo es posible que al día de hoy se hayan convertido de víctimas en verdugos y estén masacrando sin compasión a la población de Gaza, incluidos niños de todas las edades.

Imágenes : Internet.


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