martes, 20 de diciembre de 2022

HISTORIADORES VENALES


Partamos de la base de que la objetividad absoluta no existe y de que hasta el historiador más honrado cuenta con una rama de subjetividad que, inevitablemente, no dejará de aparecer en todos sus estudios. Pero una cosa son estos historiadores y otra muy distinta aquellos que no se proponen estudiar un periodo o un proceso histórico con el ánimo de darlo a conocer, sino únicamente, con el propósito de defender una ideología, una causa, una institución. Estos historiadores no pueden recibir otra apelativo que el de venales. En la mayoría de las ocasiones, por no decir en la totalidad, tales estudiosos se encuentran pagados directa o indirectamente por los amos de la institución, los dirigentes de la causa o las organizaciones que sostienen la ideología. El método de estos, en muchas ocasiones, eruditos magníficos, consiste, unas veces, en acopiar datos y más datos, resaltando hábilmente los que interesan a sus fines y, en otras, desparramándose en elaboradas explicaciones a lo largo de las cuales, a la par que exponen los méritos propios, se resaltan los errores ajenos, siempre con exquisita corrección, de modo que el resultado ofrezca la apariencia de la más absoluta neutralidad.
Uno de los ejemplos más obscenos, referido exclusivamente a este asunto, con el que me he topado nunca se encuentra en el libro Historia de la Iglesia, tomazo de más de 1.500 páginas, para cuya elaboración y redacción se han agrupado tres grandes talentos, sin duda: el español Juan María Laboa y los italianos Franco Pierini y Guido Zaghemi, el primero sacerdote, doctor en Historia de la Iglesia por la Pontificia Universidad de Roma y profesor de esta materia en la Universidad de Comillas y de Derecho Político Español en la Complutense de Madrid. De ninguno de los tres aparece dato alguno en el libro, motivo por el que de los dos italianos ni me he preocupado en buscarlos, aunque lo más probable es que sean también eminentes profesores de universidad.
Como vale más un ejemplo que cien explicaciones, he aquí algunas muestras de venalidad, no precisamente de las más zafias:
1.- Acerca de la posición del historiador de la Iglesia: "...no se puede comprender la naturaleza de la institución eclesial si no se comparte la fe de la Iglesia, es decir, si no se es creyente. Uno que no sea creyente puede llegar a ser un gran erudito en historia de la Iglesia, pero nunca un verdadero historiador de la Iglesia, porque se le escapa el misterio de la Iglesia" (Pág. 775)
Aparte la pésima redacción del parrafito, ¿alguien conoce una ejemplo más claro y contundente de venalidad? O sea, sólo quien pertenezca a la institución eclesial puede ser su historiador, con lo que, adiós capacidad crítica y adiós, seguro, capacidad de análisis. Esto no será en modo alguno una historia, sino pura y simple catequesis disfrazada de intelectualismo, porque no existe hecho ni personaje históricos que no tengan sus luces y sus sombras y, naturalmente, un miembro de una organización, sea cual sea, callará sus sombras y resaltará sus luces, que es lo que, en realidad, viene a hacer este trío.
2.- Acerca del Islam: "Las cruzadas fueron la respuesta de los cristianos a la guerra santa musulmana. Pero en el Nuevo Testamento no se habla de guerra santa y en el Corán sí... Las afirmaciones del Coram sobre este tema se van haciendo cada vez más claras y tajantes a lo largo de los 114 capítulos... Cuando Mahoma proclamó este mensaje se encuentra en Medina, y ya no es el profeta indefenso de los años de la Meca; el islam no es sólo una propuesta religiosa, sino una verdadera imposición teocrática" (Pag. 233)
O sea, a ver si nos aclaramos, para estudiar la historia de la Iglesia hay que ser creyente, es decir, católico, para comentar la del Islam y para criticarlo no es necesario creer en el Coram. Aparte, la gravísima tergiversación acerca del origen de las Cruzadas que, al día de hoy, ningún historiador mínimamente serio acepta. El Islam, según estos caballeros es una "imposición teocrática"; en cambio, el catolicismo, con su preciosa historia de persecución y destrucción de lo que llamaron "ídolos paganos", incluidos templos y sacerdotes, y la posterior de todo el que se apartaba de los dogmas católicos, aunque no fuese más que un milímetro no constituye una "imposición teocrática", sino una muestra de la caridad cristiana, que eliminaba el cuerpo para "salvar el alma".
3.- Acerca de Lutero, los judíos y el nazismo: "...Muy pronto, sin embargo, Lutero cambia de rumbo, llegando a la convicción de que la justificación por medio de la fe y el judaísmo son irreconciliables por naturaleza. Así, en 1543, publica un libro de unas doscientas páginas titulado Contra los judíos y sus mentiras, al que sigue muy pronto otro todavía más violento, Shem Hamephoras. Shem Hamephoras es el nombre "a lo claro" de Dios... que a los fieles judíos le está prohibido pronunciar. Hitler puso en circulación cien millones de copias del Shem Hamephoras, sirviéndose de él para el antisemitismo de su sistema política." (Pag. 528)
Y otra intromisión en una religión distinta al catolicismo, aunque sean parientes no muy lejanos. Pero, sobre todo, del riquísimo, irracional, tenebroso e infame antisemitismo del catolicismo desde sus orígenes ni una sola palabra, ¿para qué, si los tres autores son fieles creyentes de la Iglesia y esto lo justifica todo?
4.- Acerca de la comunión pascual: "El control de la práctica de la comunión pascual fue un rasgo característico de todo el ancien regime. Se puede considerar significativa una práctica que se seguía un poco por todas partes, pero de una manera especial en Roma, donde se mantuvo y fue habitual hasta 1870. En el periodo cuaresmal se distribuían... las tarjetas pascuales, generalmente impresas, con el nombre y apellidos del interesado (del interesado dicen los elementos, cuando, en realidad, era el convocado)... Más tarde, el cabeza de familia devolvía la tarjeta, o bien era retirada por el párroco en el momento de la bendición de la casa, efectuando de este modo el control de los que cumplían el precepto pascual. Tras la verificación se hacían repetidas advertencias a los inobservantes... con el fin de urgir a que se cumpliera el precepto. Los que seguían sin cumplir el precepto, convictos de pecado mortal, caían en entredicho. Antes del pontificado de Benedicto XV (1914-1922), se exponían en la puerta de la parroquia los nombres de los que no habían comulgado. En caso de contumacia, eran denunciados a la vicaría, y el que no se presentara en el plazo de doce días era declarado públicamente en entredicho. Los reincidentes incurrían en excomunión y, hasta 1829, los excomulgados eran detenidos y enviados a la cárcel. Se puede decir que hasta la Revolución francesa, el sistema fue aceptado pacíficamente y tuvo cierta eficacia. Sin embargo, se cometió el error de mantenerlo vigente cuando los tiempos habían cambiado." (Pág. 688)
Hay que tener la cara muy dura para afirmar que el Islam es una "imposición teocrática" y, después de un parrafito como éste, negar implícitamente, que el catolicismo lo es en la misma manera y desde mucho antes. O, dicho de otro modo: ¿se puede explicar el asunto de una forma más cínica? Ni la más mínima censura al brutal control de la Iglesia sobre sus siempre obligados fieles; por el contrario, lo que se dice es que el sistema tuvo cierta eficacia y que el error no fue que llegara a existir, sino que se mantuviera cuando los tiempos habían cambiado.
A la vista de hechos como este, que no es más que un sencillo y mínimo ejemplo, el milagro no es que la Iglesia se mantenga viva después de más de dos mil años, el milagro es que hayamos podido sacudirnos el yugo al que hemos estado sometidos la mayor parte de ese tiempo.
¿Para qué más? Leed el libro. Se encuentra en las bibliotecas públicas. A ratos cabrea, pero, a ratos también, resulta desternillante. Hay centenares de perlas como esta, una, al menos, casi en cada página.

Las negritas son de un servidor, las imágenes, de Internet.

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