La guerra española de 1936 (mal llamada civil, como si hubiera alguna que lo fuera) se produjo como consecuencia del fracaso de un golpe de Estado de corte fascista contra el gobierno legalmente constituido de la República. Esta guerra, que se prolongó durante tres años, produjo un millón de muertos, según cálculos nada pesimistas, y el exilio de doscientos cincuenta mil españoles, entre ellos lo mejor de la intelectualidad del país, y concluyó con el triunfo de los golpistas y en especial del general Franco, el último en unirse a los generales que encabezaron la rebelión. (Véase La guerra de los mil días, de Guillermo Cabanellas, hijo del general Miguel Cabanellas, participante en el golpe de Estado.) Una tragedia, sea cual sea el punto de vista desde el que se la contemple.
Como se sabe, la guerra concluyó el 1 de abril de 1939. Pues bien, el 16 del mismo mes y año, es decir, sólo quince días después de que el propio general Franco leyese el último parte a través de la radio, el papa Pío XII, al que todavía hay quien sigue llamando El pastor angélico, dirigía un radio mensaje exclusivamente a los españoles que habían ganado la guerra, del que me permito transcribir a continuación, textualmente, los párrafos no se si más llamativos o más indignantes, los posibles lectores decidan:
"Con inmenso gozo Nos (siempre el plural mayestático en estos elementos y además en mayúscula) dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España, para expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la Victoria con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos.
"Anhelante y confiado esperaba Nuestro Predecesor esta paz providencial, fruto, sin duda, de aquella fecunda bendición, que en los albores mismos de la contienda enviaba a cuantos se habían propuesto la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la Religión...
"Los designios de la Providencia, amadísimos hijos, se han vuelto a manifestar una vez más sobre la heroica España. La nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica... La propaganda tenaz y los esfuerzos constantes de los enemigos de Jesucristo parece que han querido hacer en España un experimento supremo de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición repartidas por todo el mundo...
"El sano pueblo español, con las dos notas características de su nobilísimo espíritu, que son la generosidad y la franqueza, se alzó decidido en defensa de ideales de la fe y civilización cristiana, profundamente arraigados en el suelo de España y ayudado de Dios..., supo resistir el empuje de los que engañados con lo que creían un ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en provecho del ateísmo...
"...exhortamos a los Gobernantes y a los Pastores de la Católica España, que iluminen la mente de los engañados, mostrándoles con amor las raíces del materialismo y del laicismo de donde han procedido sus errores y desdichas y de donde podrían retoñar nuevamente. Proponedles los principios de justicia individual y social, sin las cuales la paz y la prosperidad de las naciones, por poderosas que sean, no pueden subsistir, y son los que contienen en el Santo Evangelio y en la doctrina de la Iglesia.
"No dudamos que así habrá de ser y la garantía de Nuestra firme esperanza son los nobilísimos y cristianos sentimientos de que han dado pruebas inequívocas el Jefe del Estado y tantos caballeros fieles colaboradores con la legal protección que ha dispensado a los supremos intereses religiosos y sociales conforme a las enseñanzas de la Sede Apostólica...
"Reconocemos también nuestro deber de gratitud hacia todos aquellos que han sabido sacrificarse hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la Religión, ya sea en los campos de batalla, ya también consagrados a los sublimes oficios de caridad cristiana en cárceles y hospitales.
"No podemos ocultar la amarga pena que nos causa el recuerdo de tantos inocentes niños, que arrancados de sus hogares han sido llevados a lejanas tierras con peligro muchas veces de apostasía y perversión: nada anhelamos más ardientemente que verlos restituidos al seno de sus familias, donde volverán a encontrar ferviente y cristiano el cariño de los suyos. Y aquellos otros que como hijos pródigos tratan de volver a la casa del Padre, no dudamos que serán acogidos con benevolencia y amor..."
Este caballero, que no tuvo agallas para alzar la voz en defensa de los judíos que estaban siendo masacrados por Hitler, seguramente porque era, al menos, tan nazi como el jefe del Estado alemán, se suelta este miserable panfleto en el que no se sabe que asombra más si el cinismo y la hipocresía de los que hace gala o la ausencia total de piedad hacia tantas y tantas víctimas. Se regodea, del triunfo de quienes provocaron la guerra, haciéndose el idiota acerca de las atrocidades cometidas por éstos, como si no las conociera. Se interesa vivamente por los niños que tuvieron que salir de España, pero no por el sufrimiento de éstos, sino porque pueden dejar de ser cristianos, y dice anhelar "verlos restituidos al seno de sus familias", como si no supiera que sus familias estaban rotas, con sus padres asesinados o en la cárcel por largos años. Y, encima, tiene el elemento la desfachatez de invocar el evangelio y de conocer los derechos de Dios y de tachar de enemigos de Jesucristo a quienes, todo lo más, lo único que habían pretendido era restar algo de los brutales privilegios de la Iglesia católica en este país, privilegios que, por cierto, no sólo se mantienen al día de hoy, sino que han aumentado. No se puede ser más canalla y, al mismo tiempo, más cobarde.
P.S. Quien esté interesado en todo el documento, por otra parte, desconocido por la mayoría de los españoles, puede encontrarlo fácilmente en internet.
La puntuación, execrable, especialmente en el uso de las comas, es la del original en castellano.
Las imágenes son de internet.
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