martes, 2 de abril de 2024

LA LLUVIA Y EL NIÑO DE LA CAPEA.

  Rogativa en Aznalcóllar (Sevilla)
Hace un par de días vi a través de youtube una de esas entrevistas callejeras en la que ¿un periodista? hace preguntas más o menos imbéciles a los transeúntes que se va encontrando. En esta ocasión, las preguntas iban sobre la Biblia y resultó que a quienes se las iba haciendo no tenían ni idea. ¿El Pentateuco? ¿Qué es eso? Cara de pasmaos. ¿David? ¡Ah, sí, David sale en el evangelio, ¿no?. ¿Y Moisés? ¿Ese no era el de los diez mandamientos? Sí, hombre, el de la película. Lo dicho, ni idea. Y es que los católicos, en general, no leen la Biblia, la tienen en su casa, no en vano es el libro que más se compra, pero no la leen.
La Biblia tampoco la leen los políticos. Bueno, esos menos que nadie. Si unos y otros la leyeran conocerían el episodio del sueño del Faraón en el que se sucedían  siete vacas gordas y siete vacas flacas, conocerían la interpretación del hebreo José y sabrían que en toda la cuenca del Mediterráneo se producen, desde tiempo inmemorial y de media, siete años de lluvia, seguidos de otros siete de sequía, situación que, más o menos, se mantiene hasta el momento, a pesar del evidente cambio climático.
San Isidro, en Cigales (Valladolid)
Bien, ¿pero qué tiene que ver la lluvia con el Niño de la Capea? Absolutamente nada. Lo mismo que entre las rogativas y procesiones y la lluvia, como muy bien saben los obispos, que ellos sí que han leído la Biblia y conocen perfectamente el episodio señalado. Pero, como tantas otras cosas, se lo han saltado a la torera y durante todo el tiempo de sequía se han sentido en su salsa. Nada, por ejemplo, de hacer declaraciones pidiendo el fin de la fin de la guerra que se nos viene encima; nada de abrir sus archivos para conocer a los pederastas que han tenido y tienen en sus filas. Ahora, pedirle a los fieles rezos y más rezos y protagonizar rogativas y procesiones de santos, vírgenes y Cristos, de eso, hasta el corvejón, que se decía en los tiempos de mi juventud. ¡Y cómo han disfrutado los tíos!
No obstante, más allá de los obispos y antes que ellos, hay que reconocer que el ser humano puede ser el animal más inteligente de la tierra, pero la mayoría, y de esto se aprovechan los obispos y, en general, las religiones, no deja de sentirse dependiente de seres y fuerzas superiores e invisibles, a los que se vuelve en momentos de dificultad. Desde los tiempos más remotos, ante situaciones de sequía, como la que venimos padeciendo, llevaban a cabo diversos rituales con la esperanza de conseguir que lloviera. Uno de los más extendidos era la danza de la lluvia, practicado en todo el mundo, se puede decir, con la que pretendían que las nubes descargaran su ansiada carga y, al mismo tiempo, limpiar la tierra de espíritus malignos.
En el mundo cristiano lo que se impuso y se impone son las rogativas, denominadas pro pluvia, o ad petendam pluviam, que consisten en oraciones, en la exposición de un santo o de una virgen en el interior del templo y en procesiones. La Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (ARAID), en un portentoso trabajo, que no tenemos ni idea de para qué puede servir, ha contabilizado más de 3500 manifestaciones pro pluvia en once países durante los últimos 650 años. En Aragón, hasta el 2021 se habían celebrado 239, 19 en Huesca, 181 en Zaragoza y 39 en Teruel. La más antigua la han localizado en Jaca, fechada en 1542; se celebró en el interior de la catedral y consistió en la inmersión de las reliquias de Santa Orosia en un recipiente con agua. 
El Abuelo, en Jaén
Entre el 2021 y el 2024 han tenido lugar en España numerosas rogativas y procesiones pro pluvia. Por citar algunas, en Jaén han sacado a Jesús Nazareno, al que llaman el Abuelo; en Alhaurín de la Torre, a San Francisco de Paula; En Vélez Málaga, a la Virgen de los Remedios; en Daroca (Zaragoza) a San Isidro; en Cádiz, rogativas a San José en la parroquia de su nombre; rogativas también en Cáceres; en Cella, un pueblito de Teruel, sacaron a la Virgen de Santa Rosina, a la que apodan La Meona, porque siempre que la sacan llueve. El 10 de marzo de este año,  sacaron en Barcelona al Cristo de la Sangre y justo llovió durante la procesión, la última de las que se han celebrado antes de las lluvias.
Ahora bien, si después de los rezos y las procesiones no llueve, en Oriente, donde también se hacen rogativas, tiran a los dioses o los encarcelan. En el mundo cristiano, cuando no llueve, los fieles se cabrean y vienen a hacer lo mismo con sus santos. Uno de los casos más famosos se sitúa en Sicilia, en el año 1893. Una sequía intensa de varios años estaba arruinando la isla, hasta el punto de que el hambre empezaba a hacerse notar. Después de un montón de oraciones, rogativas, súplicas y procesiones, no llovía; entonces, en Palermo, la capital de la isla, los fieles, furiosos, cogieron a San José, lo sacaron al campo y lo estrellaron en un labrantío completamente seco, para que viera con sus propios ojos como estaba la tierra. "Y ahí te quedas hasta que llueva", le dijeron. Luego, en las iglesias, volvieron del revés a muchos santos y a otros los desterraron del templo y los plantaron en mitad de la calle. El cabreo se extendió por toda la isla. En la localidad de Caltamiseta, por ejemplo le arrancaron las alas al arcángel San Miguel y se las pusieron de cartón, le quitaron el manto que lo cubría y le pusieron un taparrabos. En Licatta, a San Ángel, patrón del pueblo, lo despojaron de sus vestiduras, lo insultaron, le pusieron grilletes y lo amenazaron con ahogarlo o ahorcarlo; los más perjudicados por la falta de lluvia, seguramente, levantaban el puño y gritaban: "¡Que llueva o a la soga!" 
El Criste Negre, en Perelada (Barcelona)
Naturalmente, al final, siempre llueve, pero con tanta rogativa y tanta procesión a lo largo incluso de años, achacar la lluvia a los efectos de estos actos deviene completamente en el absurdo. Hoy día, la solución a la escasez de agua no  puede consistir sólo en esperar que llueva, mucho menos en rezos y en procesiones y menos todavía en irse a ver al papa y pedirle que interceda para que las nubes descarguen de una vez la bendita agua, como ha hecho el señor Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, eso es aprovechar el cargo para hacer turismo en Roma con el dinero de los contribuyentes. 
Si los políticos hubieran leído la Biblia habrían visto que en Egipto, por consejo de José, se almacenaron los excedentes de trigo de los años buenos de lluvia, de modo que cuando llegaron los de sequía pudo paliarse la situación. En Egipto no existía el capitalismo, como el que nosotros padecemos hoy, pero tampoco contaban con los avances técnicos de los que nosotros podemos disponer, por tanto no nos es posible guardar los excedentes porque se exportan, pero sí que podemos controlar los usos ilegales del agua, los pozos clandestinos, tanto en la agricultura como en parcelaciones sin licencia y, desde luego, sí que hoy podemos obtenerla del mar, que ahí está, ocupando las dos terceras partes de la superficie de la tierra.
Pero no sólo se hacen rogativas pro pluvia, se hacen también pro serenitate, es decir, para que deje de llover cuando llueve y llueve sin cesar. Parece que las lluvias de esta última semana desaparecen, al menos por unos días, quizás unas semanas. Pero si siguiera lloviendo cuatro  o cinco días más, al ritmo que lo ha venido haciendo, no nos extrañemos que hubiera quien dijera que ya había caído bastante agua y que era necesario que parase. No tardarían mucho los obispos en volver a pedir oraciones, ahora para lo contrario de lo que las pedían ayer.

Fuente: Lectura de prensa
Imágenes: Internet

domingo, 24 de marzo de 2024

EL CATECISMO DEL PADRE RIPALDA

Jerónimo Ripalda fue un aragonés de Teruel donde nació en 1535, profesó como jesuita y falleció en Toledo en 1618. De ascendencia vasca, que luego nos echan todos los muertos a los andaluces, fue profesor en los colegios jesuitas de Plasencia, Ávila y Valladolid, llegando, posteriormente, a ser rector del colegio de Salamanca, época en que fue confesor de Teresa de Jesús.
Este buen hombre escribió un catecismo cuya primera edición tuvo lugar en 1591, conociéndose desde el primer momento como el Catecismo del padre Ripalda, o, coloquialmente, el Ripalda, a secas. Este catecismo fue coetáneo de otro escrito por el también jesuita Gaspar Astete (Coca de Alba, Salamanca, 1537-Burgos, 1601), catecismo que se conoció como el Astete. Ambos libritos plasman puntualmente las conclusiones del Concilio de Trento (1545-1563) y estuvieron en vigor durante cuatrocientos años, hasta el Concilio Vaticano II, del que emergió el Catecismo de la Iglesia Católica. Los dos catecismo formaron parte importante de la asignatura de religión durante la dictadura franquista, el Astete de Madrid hacia el norte y el Ripalda de Madrid hacia el sur.
Como quiera que la de religión nunca fue una asignatura propiamente dicha, sino catequesis pura y dura, lo mismo que, quizás más suavizada, sigue siendo hoy, los niños de mi generación tuvimos que aprendernos de memoria el contenido íntegro del librito, con ocho, nueve, diez años. La verdad es que visto con los ojos de hoy, cuando lo releo, resulta incluso cachondo. Ya el arranque, al que el tal Ripalda, llama Prolegómeno, es apoteósico. Aquí va:
                 "Todo fiel cristiano
                  está muy obligado
                  a tener devoción
                  de todo corazón
                  a la Santa Cruz
                  de Jesucristo nuestra luz
A continuación, sigue con todo lo que debe conocer y practicar un cristiano católico desde la señal de la cruz, incluido cómo debe persignarse y santiguarse, hasta el acto de contricción, pasando por el padre nuestro, el ave María, el credo, la salve, los mandamientos, de la ley de Dios y los de la Iglesia, las obras de misericordia, los pecados capitales, las Bienaventuranzas, etc. etc. Cada epígrafe con su texto completo, no meramente con el título. Por ejemplo, el padre nuestro, entero; lo mismo el credo, los mandamientos, en fin, todo. Nada menos que veintiún epígrafes.
Con todo, lo más interesante y también descacharrante es la serie de exactamente cuatrocientas sesenta (460) preguntas y respuestas en forma de diálogo entre un supuesto sacerdote (el Ripalda, claro) y un alumno. A título de ejemplo, y con el lenguaje actualizado, tal y como yo me las tuve que aprender, transcribo algunas de estas preguntas y respuestas, escogidas casi al azar.
nº 2.- ¿Eres cristiano?
          Sí, por la gracia de Dios
nº 3.- ¿Qué quiere decir cristiano?
          Hombre de Cristo, cuya fe profesó en el bautismo. 
¿Como se ve, el catecismo iba dirigido a los hombres y es que el Ripalda este debía creer todavía que las mujeres carecían de alma, como se había discutido hasta no hacía mucho, y eran poco más que animalitos. Pero, además, qué fe íbamos a profesar ni a profesar nosotros si nos bautizaban por... narices a los ocho o diez días de nacer)
nº 20.- ¿A qué está obligado el hombre primeramente?
                 A buscar el fin último para el que fue creado
nº 21.- ¿Para que fin fue creado?
           Para servir a Dios y gozarle
nº 30.- ¿Quién compuso el Credo?
           Los apóstoles 
(Mentira absoluta, comprobable, aunque no entonces, claro)
nº 46.- (Después de decir que el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios)
            ¿Son pues tres dioses?
            No, sino uno en esencia y trino en persona. 
(Y qué carajo quería decir esto)
nº 63.- ¿Cuántas naturalezas hay en Cristo?
           Dos, divina y humana
nº 64.- ¿Cuántas personas?
           Una, que es divina 
nº 65.- ¿Cuántos entendimientos?
           Dos, divino y humano
nº 66.- ¿Cuántas voluntades?
           Dos, divina y humana
nº 67.- ¿Cuántas memorias?
          Una: humana, ya que en cuanto Dios lo tiene todo presente.
           (Todo un galimatías teológico, para niños, repito, de 8, 9 ó 10 años. No hay quien lo entienda de adulto, ni ellos, lo íbamos a entender nosotros)
nº 87.- ¿Qué es la gloria?
           El conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno
nº 89.- ¿Qué es el infierno?
           El conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno.
nº 90.- ¿Qué pena padecen los condenados?
           Pena de daño y pena de sentido
nº 91.- ¿En qué consiste la pena de daño?
           En carecer de la vista de Dios
nº 92.- ¿Y la pena de sentido?
           En padecer para siempre tormentos indecibles y horrorosos.     
      Y
a está bien, que, como muestra, me estoy pasando. No entendíamos nada, claro o casi nada. Luego, las preguntas y las respuestas se olvidaban pronto, pero el sustrato de toda aquella porquería quedaba grabado en el cerebro, que es lo que los interesaba, y les interesa, a ellos, de manera que más tarde, a medida que ibas leyendo, razonando, etc., costaba no poco sufrimiento echarla fuera, si es que te dabas cuenta de que debías echarla.


Imágenes: Pinterest
  

lunes, 18 de marzo de 2024

SUSTANCIA

Hueso de jamón

1.- ¿Se vive como se come o se come como se vive? Expertos en nutrición aducen pruebas con las que pretenden demostrar que somos lo que comemos. Sin embargo, basta mirar a nuestro alrededor para comprobar que, en realidad, comemos según lo que somos. El goloso, por ejemplo, buscará la dulcería con ahínco, el glotón no saciará nunca su hambre, el rico comerá por completo distinto del pobre y el plato del pobre, a su vez, no se asemejará en nada a la triste escudilla del mendigo.

Cocinando el puchero

2.- En los años cuarenta del siglo pasado, mientras el hambre desgarraba los estómagos de la mayoría de los españoles y los fusiles continuaban acribillando personas, ahora en el interior de las cárceles, un hombre caminaba con un hatillo al hombro por las calles de Málaga. De tanto en tanto, se llevaba la mano a la boca a modo de bocina y gritaba: ¡Sustancia! ¡Sustancia! ¿Vendía algo aquel hombre? ¿Estaba desquiciado? Ni una cosa ni la otra: alquilaba por minutos un hueso de jamón y un trozo de tocino para que las amas de casa alegraran el puchero. Tuve conocimiento de esta anécdota muchos años más tarde.

Iglesia de las Esclavas,
antigua de San Juan de los Caballeros

3.- El de las Esclavas del Sagrado Corazón, cuya fundadora, Rafaela María Porras y Ayllón (Pedro Abad, Córdoba, 1850- Roma 1925) fue elevada a los altares por Pablo VI en 1977, era el convento más rico de Córdoba. No sé si lo sigue siendo. Tenía un colegio femenino de pago, en el que cursaban los estudios las hijas de las familias más acomodadas de la ciudad y de la provincia, muchas de ellas como internas. Comprometidas, cómo no, con la caridad, esa virtud tan católica, las monjas mantenían una sección independiente, con entrada distinta, como hacían los salesianos, para niñas pobres. Mi hermana formaba parte de este grupo. Mi madre estaba obsesionada con nuestra formación y, aunque no era nada religiosa, no paró hasta que vio a su niña en el que creía el mejor colegio de Córdoba, lo mismo y por la misma razón que había conseguido que yo ingresara en los salesianos.

4.- Muchas vece entré yo en aquel convento y recorrí hasta los rincones más alejados de la clausura. Acompañaba a mi padre a realizar trabajos de carpintería: recomponer unos pupitres, tapizar un reclinatorio, arreglar una de aquellas persianas de duelas de madera que tanto costaba subir, etc. Durante un tiempo circularon por Córdoba unas capillitas, de aquellas que iban de casa en casa, formadas por un arco ojival con una estampa de la madre Rafaela, entonces aún Beata, y un cajoncito para las limosnas. Empezó haciéndolas mi padre y terminé haciéndolas yo. Cosas de la informalidad paterna, que yo no podía sufrir.

Imagen de las capillitas

5.- Debió ser en mil novecientos sesenta y uno o sesenta y dos. Para entonces, el hambre empezaba a ser ya un triste recuerdo en el país, gracias principalmente al dinero que enviaban a sus familias los cientos de miles de españoles que habían emigrado a Europa (llegaron a ser más de dos millones), sobre todo, a Alemania. Era invierno, febrero, no lo olvidaré, un día lluvioso, casi negro, tristísimo. Mi padre y yo llegamos al colegio para arreglar una persiana en la cocina en la que se preparaba la comida para las niñas pobres. Atravesamos un par de corredores, bajamos una escalera que llevaba a un semisótano en el que estaba la cocina, con ventanas a un patio interior, abrimos la puerta y allí estaba: En el fogón crepitaba una olla de cocido y sobre ella colgaban un trozo de tocino y un hueso de jamón que la hermana María, la cocinera, introducía y sacaba del puchero repetida y brevemente mediante un cordel pasado por una garrucha que colgaba del techo.

Cocido con su substancia de verdad

6.- Aquel día me quedé de piedra, pues nunca había visto nada igual. Pero mucho tiempo después, un amigo me contó la anécdota del alquiler malagueño, entonces recordé a la hermana María en la cocina de las niñas pobres y, espontáneamente, grité yo también: ¡Sustancia! ¡Sustancia!, desconcertando por completo a mi interlocutor.

viernes, 8 de marzo de 2024

LA RELIGIÓN COMO COARTADA

Con harta frecuencia veo en las redes sociales, o escucho de viva voz en los bares, que a ver si tal o cual mujer que en España, y en general en el mundo occidental, expresa una opinión o muestra un comportamiento liberal es capaz de hacer lo mismo en un país musulmán, dando a entender, y en ocasiones diciéndolo abiertamente, que en los países musulmanes las mujeres están calladitas, sin atreverse a sacar ni medio pie del plato. Quienes sostienen tal reproche suelen ser hombres, hombres a los que parece darles pánico las mujeres que no se sujetan ni a la moral ni a las normas tradicionales de dependencia del varón.
Bien, pues tal afirmación o es fruto de un completo desconocimiento de lo que está ocurriendo en los países islámicos o, más comúnmente, es una gran falacia. Porque las mujeres en esos países llevan décadas luchando por conseguir su libertad frente a la opresión machista disfrazada de moral religiosa. Y a la vanguardia de esa lucha se encuentra actualmente Irán. 
El actual régimen de los Ayatolás, juristas islámicos, esto es, alfaquíes y ulemas, se instaló en Irán en 1979, encabezado por el famoso Jomeini (1902-1989), tras derribar el régimen de Mohammad Reza Pahlevi (1919-1980), Shah del país, que por entonces mantenía el nombre histórico de Persia. El Shah, que había accedido al trono persa en 1941, sucediendo a su padre, se había propuesto modernizar el reino, pero fue evolucionando hacia el autoritarismo, hasta el punto de que acabó creando la temible SAVAK, policía secreta que contaba en sus filas con hasta quince mil agentes. Pero pasar de un régimen laico, aunque autoritario, a uno religioso fue salir de un abismo para caer en otro peor.
Jomeini pasaba por místico y hasta había escrito poesía en esta línea, cercana, según los expertos, a  San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús,  pero era en realidad un alfaquí chiita experto en la sharía, ultraconservador y ultra egotista, para el que democracia y prostitución venían a ser la misma cosa. Por autodefinición, el suyo fue el Gobierno de Dios, de manera que cualquier disidencia se catalogaba como una "rebelión contra la divinidad." 
La religión utilizada una vez más como coartada y, al mismo tiempo, como herramienta para controlar duramente no sólo las actividades, sino hasta los pensamientos más íntimos de la gente, en beneficio exclusivo de una minoría privilegiada. Una de sus medidas que más resonancia internacional tuvo fue la fatwa, es decir, la condena a muerte allí donde quiera que estuviese, contra el novelista Salman Rushdie por su novela Los versos satánicos. Pero, sin lugar a dudas, el acto más duro fue la ejecución en 1988 de disidentes políticos: comunistas, fedayines y muyahidines, en un número que no ha podido establecerse con exactitud por el secretismo del Estado, pero que pudo llegar a los treinta mil (30.000).
Con todo, las más perjudicadas fueron las mujeres, que si durante el reinado del Shah eran cada vez más libres, pasaron a un estado de semiesclavitud, bajo el absoluto control masculino. El nuevo régimen, que se prolongó tras la muerte de Jomeini en 1989, sustituyó la temida y odiada policía del Shah, por una ¡policía moral!, que se encarga principalmente de controlar la estricta vestimenta que están obligadas a llevar las mujeres, especialmente el velo o hiyab
Desde Jomeini, multitud de mujeres se han venido y se vienen oponiendo a esta situación. En esta lucha, la figura más destacada es la de Nagar Hammadi (Zanjan, 1972). Licenciada en Física y periodista, ya desde su época de universitaria destacó por su defensa de los derechos humanos y, concretamente, de las mujeres. Como consecuencia de su actividad ha sido detenida en numerosas ocasiones, cumpliendo distintas condenas en las prisiones iraníes. En 2010 fue condenada a once años de cárcel por atentar contra la seguridad nacional, según la acusación gubernamental, aunque un tribunal de apelación le rebajó a seis años, de los que sólo cumplió cuatro. Pero fue detenida de nuevo en 2015 y condenada a diez años. En 1990 se casó con el también periodista y reformista Tagh Rahmani, con el que tuvo dos hijos gemelos. En 2012, tras varias detenciones y temiendo por su vida, Rahmani, de acuerdo con Nagar, se exilió con sus hijos en Francia.
La policía moral cuenta con carta blanca para actuar contra las mujeres que, a su juicio, no van adecuadamente vestidas. Son numerosas las que a lo largo de estos años han pasado por sus garras, dando ocasión a protestas que no dejaban de ir en aumento. En septiembre de 2022, Mahsa Amini, una chica de veintidós años perteneciente a la minoría kurda,  fue detenida mientras visitaba Teherán en compañía de su hermano por, al parecer, no llevar el velo adecuadamente puesto. Trasladada a las dependencias policiales, murió como consecuencia de las torturas a que fue sometida. Tal hecho produjo un levantamiento principalmente de mujeres, pero también de bastantes hombres, bajo el lema Mujer Vida y Libertad, con grandes manifestaciones pacíficas en las calles. El régimen respondió violentamente. Hubo cientos de muertos, incluidos niños y niñas, y miles de heridos, bastantes de ellos ciegos, porque la policía disparaba perdigones. Luego, seguirían detenciones arbitrarias, con más de veinte mil (20.000) arrestados, bastantes de ellos pasados por las armas. Y la policía moral sigue actuando a su capricho contra las mujeres. El 22 de octubre de 2023, en el metro de Teherán, varios de estos policías golpearon hasta dejarla en coma por no llevar puesto el velo a Armita Geravand, otra chiquita, de sólo diecisiete años, que moriría poco después en el hospital militar, al que fue llevada.
En estos momentos hay en las cárceles iraníes varios miles de mujeres condenadas por su lucha en favor de la libertad, muchas de ellas en celdas de castigo. Precisamente, en 2022, Nagar Hammadi, publicó el libro Tortura Blanca, con testimonios, en forma de entrevistas, de catorce mujeres encarceladas, incluida ella. Las catorce han sufrido esa tortura blanca que es  tanto física como psicológica y que consiste en el aislamiento absoluto en recintos donde apenas puede moverse el detenido, con luz, con música estridente, o con ambas al mismo tiempo, durante las veinticuatro horas del día. El libro, que ha sido publicado en España por Alianza Editorial, fue presentado recientemente en Madrid por el marido de la autora, Tagh Rahmani, y se encuentra fácilmente en las librerías. El año pasado, 2023, se le concedió a Nagar el Premio Nobel de la Paz, pero sigue en la cárcel, tan controlada que el régimen, muy religioso, pero carente por completo de piedad, no le ha permitido siquiera asistir al entierro de su padre, muerto hace sólo unos días.
Hoy, ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, bien haríamos desde Occidente y, en concreto, desde España en decir menos tonterías de las mujeres islámicas y apoyar con todos los medios posibles sus luchas, que no se circunscriben sólo a Irán y que deberían ser también las nuestras.

Imágenes de Internet.
La primera, de Nagar Hammadi,
La segunda, de Jomeini
La tercera, de Salman Rudhie
La cuarta, de Mahsa Amini
La quinta es obvia, portada del libro Tortura blanca.



martes, 5 de marzo de 2024

CAMINO

He vuelto a ver la película Camino, ahora en Prime, y de nuevo he vuelto a experimentar el cúmulo de sentimientos encontrados de la primera vez. La película es impresionante, no en vano se llevó un montón de premios en los Goya de 2008. Cuenta el calvario padecido por una adolescente de 14 años desde el momento en que sufre los primeros síntomas de un cáncer en el cuello hasta su fallecimiento, cinco meses después. Tiene secuencias estremecedoras, como las distintas operaciones que sufre la chiquita, secuencias que, no obstante, fueron tratadas por el director, Javier Fesser (Madrid, 1964), con enorme delicadeza, lo que le confiere un dramatismo todavía mayor. El director, además, conjuga con gran habilidad dosis semejantes de verismo y de imaginación, de manera que, en ocasiones, recuerda a Alicia en el país de las maravillas.
Con todo, lo más angustioso de la cinta no es el sufrimiento de la adolescente, sino el comportamiento de los personajes que la rodean. Trato de escribir con la mayor calma posible, pero no sé si voy a conseguirlo. La madre de la muchachita y una tía, así como una hermana algo mayor, pertenecen al Opus Dei, lo mismo que los médicos que la atienden en el último estadio de su enfermedad y los dos sacerdotes, cuyo único objetivo es que la niña ingrese en la Obra antes de su muerte. Y es aquí, en el tratamiento de estos personajes, inspirados en la realidad, donde el director se muestra más verista, sin llegar en ningún momento a la exageración o 
 a la truculencia. Y aún así, la actitud de estas personas ante el sufrimiento de la niña resulta absolutamente repugnante, de manera especial la de los dos sacerdotes. Ninguno de los dos experimenta el más mínimo dolor, mucho menos compasión, sino que, incluso llenos de una soberbia melosa, hipócrita, repiten una y otra vez que Dios llama a su lado a la enferma porque la ama y que sus padecimientos constituyen prueba evidente de que el amor divino es extraordinario. Producen, a mí, al menos, me han vuelto a producir el mismo asco de la primera vez que vi la película, de nuevo me daban ganas de gritarle: ¿pero qué clase de monstruos son ustedes y qué clase de verdugo es ese Dios que no le basta con llevarse a la niña, sino que además tiene que hacerlo en medio de horrorosos tormentos? ¿No tienen ustedes piedad? 
El Opus Dei es una secta, una secta de las que, si no imposible, resulta sumamente difícil salir. En la película se describe muy bien este hecho mediante el personaje de la hermana de la protagonista, una pobre infeliz que, como tantos, entra en la Obra tras un desengaño amoroso provocado por la madre. Los miembros del Opus, rígidamente separados entre sacerdotes, que son los mandamases, y los siervos, y entre hombres y mujeres, éstas como sirvientas de aquéllos, muestran al mundo un fervor y una entrega a Dios que para muchos puede que resulte loable. Pero se trata de una tremenda impostura. Lo único que buscan es su seguridad. Instalados en el trono de la certeza, que es el más repugnante de los tronos, niegan el riesgo de vivir y niegan, en consecuencia, el dolor inherente a la vida, sublimándolo como un don del amor de Dios, sobre todo cuando se trata de vidas ajenas, como la  de la chiquita en la película. Con esta actitud, pretenden pasar por héroes. En realidad, no son más que un fraude, porque ante un dios como el que ellos dicen adorar, ante ese malvado ídolo que, ahíto de sangre, exige todo el sufrimiento posible de sus criaturas, a un ser humano honrado no le queda otra salida que la de la rebelión, aunque con ello lo único que consiga sea la desintegración total o el castigo eterno. Y es más fraude aún cuando, a pesar de la omertá que utilizan como un escudo, hoy todo el mundo sabe, menos el que no quiere saberlo, que lo que de verdad les interesa es el dinero y el poder.

La película constituye una importante denuncia de esa hipocresía. Y es una denuncia mayor porque no se trata de una obra de ficción pura, sino que está inspirada en la vida real de Alexia González Barros, una muchachita que falleció en 1985, a los 14 años, víctima de un cáncer que le producía tremendos dolores, perteneciente a una familia del Opus Dei. El papa Francisco le ha restado poder a esta institución, pero en 2018 declaró Venerable a la niña, paso previo para su beatificación y subida a los altares, algo que, sin duda, no tardará mucho en conseguir la Obra fundada por José María Escrivá de Balaguer, un hombre de una humildad maravillosa, beatificado por Juan Pablo II el 17-5-1982 y canonizado pr el mismo papa, ¿por quién si no? el 6-10-2002. Sus biógrafos, por cierto, suelen pasar de puntillas por el hecho de que el Fundador o el Padre, como le llamaban, pugnó durante buena parte de su vida por conseguir un título nobiliario, título que acabaría logrando, el de marqués de Peralta,  después de cambiar su nombre de José María por el muchísimo más humilde de Josemaría.


sábado, 2 de marzo de 2024

EL SECRETO DE LA GALLINA NEGRA

¿Quién no ha soñado alguna vez con ver cumplidos todos o, por lo menos, alguno de sus deseos? ¿Quién no ha soñado que le tocaba la lotería, pero bien, como para no tener que preocuparse nunca más del dinero? ¿O volver a ser joven y pasar una noche de pasión con fulano o con fulana? ¿O montar en globo y dar la vuelta al mundo no en ochenta días, sino en ochenta años? Qué se yo, se sueñan tantas cosas.
Pues bien, hasta hace poco menos de una semana yo también creía que los sueños no son más que sueños y que, como afirmaba Buda, son los deseos los que amargan la vida de los seres humanos. Hoy, sin embargo, puedo asegurar que hay sueños que son más que sueños, porque se cumplen; lo mismo que es posible conseguir todo, pero todo, cuanto se desea: desde hace exactamente cinco días puedo ver cumplidos todos y cada uno de mis deseos, no tengo ni que enunciarlos con la boca, me basta con pensarlos. No crean que hablo de dinero, no, ¿para que querría yo el dinero ahora que lo tengo todo gratuitamente?
Podría callar y disfrutar yo solo de este maná que fluye y fluye y no dejará de hacerlo nunca. Pero yo soy un hombre solidario, de manera que voy a revelarles el secreto para que usted, amable lector o lectora, puedan vivir también todas las emociones que estoy viviendo yo. Tomen nota: Hay que coger una gallina negra, virgen y que no haya puesto nunca un huevo y hay que cogerla a las once de la noche, por el cuello, para que no cacaree. Seguidamente hay que salir al campo y a las doce en punto de la noche trazar en el suelo un círculo con una vara de ciprés, dentro del cual es necesario colocarse y proceder a partir en dos la gallina, desde la cabeza al culo, al tiempo que se dicen textualmente estas palabras: "Eloim, Essain, frugativi et apellati." Et voilá: en ese momento aparecerá el demonio, manso como un corderillo y dispuesto a conseguiros todo cuando deseéis. Este ritual sólo hay que hacerlo una vez, con ella basta para tener al señor de los infiernos enteramente a vuestro servicio. Y gratuitamente, sin venta del alma ni historias.
Evidentemente, el truco no es mío. Se lo debo a San Cipriano de Antioquía. Este buen hombre nació hacia la mitad del siglo III. Pertenecía a una familia pagana con magos y sacerdotes en sus filas. Al nacer, sus padres lo consagraron a la diosa Afrodita, llamada también Cipris, porque se creía que había nacido en la isla de Chipre, de ahí el nombre de Cipriano. Durante su juventud viajó a Caldea y a Egipto, territorios de larga tradición mágica, donde aprendió a practicar la magia, tanto blanca como negra. 
A él se debe El tesoro del hechicero o Libro magno de San Cipriano, en el que reunió una curiosísima serie de ritos y conjuros mágicos, así como una extensa relación de artes adivinatorias, como, a título de ejemplo, la cefalomancia, empleada para saber si una persona ha cometido un crimen o ha participado de algún modo en él; la dafnomancia, o adivinación por medio de hojas de laurel; la teratoscopia, o adivinación por medio de las nubes; o la xilomancia, adivinación por las ramas del primer árbol con que el mago se encuentra.
Cipriano ejerció la magia en Antioquía, después de su regreso, hasta que conoció a la cristiana Justina. Este hecho sucedió cuando un joven le pidió su intercesión para lograr el amor de la muchacha, de la que estaba perdidamente enamorado. Cipriano le aseguró que muy pronto tendría a Justina entre sus brazos, pero cuando vio a la doncella el enamorado fue él. Trató entonces de conseguirla para sí, pero una vez tras otra se topó con la férrea muralla que ella había levantado a su alrededor. Cipriano invocó a Satanás, quien le dijo que Justina era cristiana y estaba protegida por una cruz que llevaba en el  cuello, por lo que era imposible obligarla a ceder. 
Entonces, Cipriano se convirtió al cristianismo, haciéndose sacerdote y llegando a ser obispo de Antioquía. Justina, que seria priora de un convento, fue una buena amiga. Según sus hagiógrafos, ambos serían martirizados en tiempos de Diocleciano, muriendo en una marmita llena de agua hirviendo, juntos, en amor y compaña, tal y como figura en la imagen de más arriba. Pero antes, añadió a los conjuros dirigidos al demonio oraciones dirigidas al Altísimo, con idéntico propósito. Estas se encuentran igualmente en el Tesoro del hechicero.
Con posterioridad, fueron surgiendo oraciones dirigidas al propio santo, oraciones que, en realidad, no dejan de ser conjuros. Las hay para todo: Para dominar a un hombre, para dominar a una mujer, para conseguir dinero y abundancia, para desesperar a una persona, para ganar en el casino y en los juegos de azar, para que él o ella vuelvan mansos, enamorados y arrepentidos, etc. etc. etc. 

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sábado, 24 de febrero de 2024

TERESA

Aparte de la nauseabunda pederastia, practicada por tantos sacerdotes seculares y clérigos regulares y tan hábil como miserablemente ocultada durante tanto tiempo por la jerarquía, otra figura derivada en buena medida de la imposición del celibato es la del "solicitante", un sacerdote que valiéndose generalmente del sacramento de la confesión conseguía abusar sexualmente de determinadas de sus feligresas, aquellas que por juventud e inocencia le resultaban más propicias.
Estos individuos no pretendían conseguir una barragana que aliviara su soledad (es llamativa la soledad en la que han vivido buena parte de los sacerdotes seculares) y sofocara sus ardentías, no buscaban sólo la práctica del sexo, lo que buscaban era dar rienda suelta a su perversión. Estos auténticos canallas proliferaron en la Edad Media y en la Edad Moderna. La inquisición y las autoridades civiles los persiguieron a fondo, pero lo que realmente acabó con ellos fue la mayor formación e información de la mujer, aunque es seguro que todavía quedará más de uno por esos campos de Dios.
Uno de los casos más sonados que se conocen se produjo en Francia en el siglo XVIII, tanto por el hecho en sí como por la ingente literatura de variados tipos que produjo. Tuvo lugar en Tolón, en la Provenza, en 1730 y sus protagonistas principales fueron el jesuita Jean Baptiste Girard, como ejecutor, y la joven y bellísima Catherine Cadiere como víctima.
Toda la relación entre ambos se produjo en casa de la joven, una casa burguesa, muy católica, en la que el jesuita, que era un excelente predicador, se ganó enseguida la confianza, pues quién en su sano juicio podía desconfiar de un representante del mismísimo Cristo. Allí, en el gabinete de Catherine, destapó el individuo el tarro putrefacto de sus perversiones, todas de carácter sexual, y todas las fue sacando y aplicándoselas a su confesanta. 
Con su reconocida capacidad de seducción y su hipocresía le aseguraba a la muchacha que iba a hacer de ella una santa, para añadirle a continuación que el de la santidad era un camino difícil, vigilado, además, por el demonio que una y otra vez tentaba al caminante para que diera media vuelta y se entregara en brazos del pecado. Le hacía ver que para superar semejantes pruebas eran necesarios el sacrificio y la penitencia. Y con estos mimbres hizo con ella lo que le vino en gana, hasta que la dejó embarazada, la obligó a abortar y, una vez utilizada, logró que los padres de la joven la ingresaran en un convento. Aquí, un nuevo confesor, honesto en este caso, descubrió en seguida los tejemanejes del jesuita y, sin dudarlo un segundo, procedió a denunciarlo. Jean Baptiste Girard fue detenido y enjuiciado.
El juicio se celebró en Aix-en-Provence y fue uno de los más apasionantes y más escabrosos de cuantos se habían celebrado en Francia hasta el momento. Fue también uno de esos acontecimientos destinados a perdurar largamente en la memoria de una ciudad. La plaza de los Predicadores, donde se encontraba la Audiencia, estaba día tras día abarrotada de gente exigiendo una condena ejemplar para el jesuita. Al final, de los veinticinco jueces que componían el tribunal, doce votaron a favor de que Girard fuese quemado vivo y otros doce su devolución a la jurisdicción eclesiástica. Deshizo el empate el presidente del tribunal inclinándose por la segunda opción. Y suerte tuvo Catherine de no ser ella la enjuiciada, pues la defensa de Girard se encargó de levantar la duda de si no había sido ella la que había provocado al jesuita, duda que suele repetirse cada vez que un hombre viola a una mujer, como está ocurriendo ahora en el caso del famoso futbolista Daniel Alves. A la salida de la Audiencia, la gente felicitaba a Catherine y a sus padres, pero abuchearon con con fuerza a los jueces que habían votado a favor de Girard, el mismo abucheo que le dieron a éste cuando, tras salir de la Audiencia por una puertecilla trasera, lo descubrieron camino de la casa de los jesuitas. Está claro que escapó de rositas, pues de él no volvió saberse nada.
El caso produjo centenares de libros. Sólo en la Biblioteca Nacional de París hay 75. Pero el que se impuso a todos ellos fue "Teresa filósofa", publicado anónimamente, aunque hoy toda la crítica está segura de que su autor fue Jean Baptiste de Boyer, marqués d'Anger, como asegurara en su día el también marqués de Sade. Este es un libro erótico, que da cuenta de las vejaciones y los abusos a los que el jesuita sometía a Catherine Cadiere, pero también de los usos y los modos del erotismo, más bien clandestino, en toda Francia en aquella época. "Olvidados, abandonaos y dejad hacer", le decía el taimado jesuita. Y, seguidamente: "Arrodillaos y descubrid esas regiones de la carne que son blanco de la divina cólera." La joven dejaba al descubierto sus posaderas y de aquella guisa Girard la azotaba repetidamente con unas viejas disciplinas, hasta que, abrasado de deseo, la penetraba desde atrás.
El título del libro se debe a que la narradora es una mujer, Teresa, y a que entre escena y escena acomete alguna leve incursión por el territorio de la filosofía. En su momento fue traducido al castellano por Joaquín López Barbadillo y Miguel Romero Martínez. En 1978, Akal publicó una edición facsímil de esta traducción. Existen otras ediciones en las que ya figura como autor el marqués d'Anger. Cualquier de ellas puede bajarse con facilidad de internet.

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lunes, 12 de febrero de 2024

EL MARTILLO DE LAS BRUJAS

Cuando en 1484, con la bula Summis desiderantes affectibus, Inocencio III da potestad a los teólogos dominicos Heinrich Kramer y Jakob Sprenger para la persecución de la brujería en Alemania sabía perfectamente quiénes eran estos dos sujetos.
Heinrich Kramer, alemán, nacido en Schelettstadt, baja Alsacia, hacia 1430, fue prior del convento dominico de su ciudad natal y maestro de teología. Tenía fama de gran predicador y de trabajador incansable, pero también de verdadero fanático religioso. En 1474, había sido nombrado ya inquisidor en Bohemia, Moravia, Salzburgo y el Tirol.
Por su parte, Jakob Springer era natural de Rheinfelden, Suiza, donde nació en 1435. Fue prior del convento dominico de Colonia entre 1472 y 1488. Brillante teólogo, según nos cuentan las crónicas de la época, llegó a ser decano de la Facultad de Teología de Colonia. En 1475 el papa Sixto IV lo había nombrado Inquisidor General de Alemania.
En su bula, el papa Inocencio III afirma categóricamente que "no pocos elegidos y gentes laicas que pretende saber más de lo que les incumbe habían puesto en duda...", la existencia de las brujas. Y con idéntica firmeza añade que quien ponga un obstáculo a ambos dominicos "que sepa que sobre él caerá la ira de Dios Todopoderoso y la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo."
El Malleus Maleficarum o Martillo de las brujas, en su traducción castellana, nació como fruto y, en cierto modo, justificación de esta bula. En efecto, se trata de un libro escrito desde la experiencia de ambos clérigos en la persecución de la brujería, cuyas deducciones están sacadas no de una investigación real, sino sólo y exclusivamente de las confesiones de los detenidos, obtenidas, bien se puede decir que todas, mediante tortura. De este modo, da cuenta tanto de la existencia de la brujería como de los métodos empleados por sus practicantes.
El libro consta de tres partes. En la primera, ambos frailes demuestran, eso es lo que creen, la existencia real de la brujería. Sostienen que la brujería requiere la reunión de tres factores: el demonio, un brujo y el permiso de Dios. (Y he aquí la paradoja de la que parece que los autores no son conscientes: Si nada es posible sin la concesión de Dios, entonces, en último término Él es el culpable de la existencia de la brujería.) Esta parte arranca con una rotunda afirmación: "La creencia de que seres como las brujas existen es parte tan esencial de la fe católica que mantener con obstinación la opinión contraria tiene un manifiesto sabor a herejía."
La segunda parte sostiene que las brujas obtenían su poder gracias a un pacto con el demonio (que, a su vez, contaba con el permiso de Dios, no lo olvidemos). Como en la primera parte, los autores tiran una y otra vez de "autoridades" no sólo católicas, sino también civiles y paganas, como Aristóteles, y hasta algún musulmán, como Al-Gazali o Avicena.
En la tercera parte, finalmente, el libro explica como identificar a las brujas y cómo se debe realizar un proceso por brujería, insistiendo una vez más en la existencia de un pacto con el diablo.
No se puede negar que ambos frailes cuentan con una potente erudición. Pero igual de potente es su mala leche. Así, con toda su erudición, mezclan y meten en el mismo plato la hechicería, la magia y la brujería y es difícil creer que no lo hagan conscientemente. Callan que todo su conocimiento de la brujería proviene, exclusivamente, como se ha dicho más arriba, de la confesión de las hipotéticas brujas, arrancada bajo tortura. No aportan ni una sola prueba de la existencia real de la brujería.
El ataque de ambos dominicos se dirige contra lo que ellos creen que es la brujería, pero se dirige, sobre todo, contra las mujeres. A título de ejemplo, aquí van algunas de las sentencias que van soltando los dos elementos:
-(Las mujeres) "por ser más crédulas (son) más propensas a la indignidad.
-(Son) "embusteras por naturaleza."
-"Toda brujería proviene de la lujuria, que en las mujeres es insaciable."
-"La mujer es peligrosa por su sexualidad, aunque es necesaria para la reproducción."
-"Las mujeres tienen tres vicios: infidelidad, ambición y lujuria."
 Por otra parte, no se les cae la cara de vergüenza ni nada cuando afirman que basta el rumor público para llevar a una persona a juicio y que los inquisidores eran infalibles, de manera que su palabra era suficiente prueba, por lo que la única salida que tenía la desgraciada que caía en sus garras era la confesión.
Entre las muchas barbaridades que se le adjudicaban a las brujas, una de las más curiosas consistía en que quitaban penes y los guardaban cuidadosamente en cajas y en nidos, donde incluso los alimentaban.
El libro fue severamente criticado por numerosos teólogos, tanto por los argumentos que emplean los dos dominicos como por los procedimientos que exponen para llevar acabo los procesos. No obstante, tuvo una rápida y extensa difusión y en él se basó la horrible persecución de brujas que se extendió por toda Europa durante los siglos XVI,  XVII y XVIII.

Imágenes: culturainquieta.com

lunes, 5 de febrero de 2024

¡EXTRA OMNES!

Con estas palabras, ¡Extra omnes! (¡Fuera todos!), del cardenal Marini, Maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontificias, dio comienzo el 18 de abril del año 2005 el cónclave para la elección de un nuevo papa, tras la muerte del ínclito Juan Pablo II. El público abandonó la Capilla Sixtina y en ella quedaron encerrados los 115 cardenales electores y elegibles en aquel momento (los menores de ochenta años), con la obligación de no abandonar el recinto hasta el nombramiento del nuevo pontífice. La elección se lleva a cabo mediante sucesivas votaciones secretas, hasta que uno de ellos consigue los dos tercios de los votos necesarios. Los cardenales son libres de entregar su voto a quien deseen, pero, y esta es una de las paradojas que rodean la elección papal, son guiados por el Espíritu Santo, de modo que la elección no la hacen propiamente ellos, sino la Tercera Persona de la Trinidad.
El encierro en esta ocasión no duró mucho, sólo dos días. El Espíritu Santo estuvo diligente y los cardenales consiguieron agrupar sus votos a la cuarta votación, de modo que el día 19 de abril de 2005 resultó elegido un nuevo papa, el alemán Joseph Ratzinger, quien, como se sabe, tomó el nombre de Benedicto XVI. No obstante, por si se prolongaba, pues es imposible conocer la disposición del Espíritu Santo en cada momento, el encierro estaba bien organizado. Con los cardenales permanecen unas monjas, que son las que les preparan la comida y se encargan en general de la intendencia. Para esta ocasión, si mi fuente no miente, se habían almacenado "casi una tonelada de pasta, dos mil trescientas botellas de vino, cuatro mil botellas de cerveza, seis mil botellas de agua mineral, seiscientos kilos de carne y doscientos de pescado, quesos italianos y franceses, harinas para pasteles, etc." Una sencilla división nos daría un promedio de algo así como 8 kg. de pasta, 5 kg. de carne, 1,7 kg. de pescado, 20 botellas de vino, 35 botellas de cerveza y 52 botellas de agua por cardenal. No se puede decir que los señores cardenales no estuviesen bien alimentados, pero ya se sabe que para pensar y, sobre todo, para escuchar la voz interior del Espíritu Santo es imprescindible tener el estómago lleno. Este abasto, por otra parte, se hizo previendo un cónclave corto. No obstante, en caso de necesidad, el encierro cuenta con un torno por el que pueden introducirse alimentos y otras vituallas, tales como medicinas, etc.
A lo largo de la historia, el Espíritu Santo ha resultado ser de lo mas caprichoso, si es que no juguetón y, si se me permite la licencia, hasta un tanto diabólico. En efecto, en los primeros siglos del cristianismo, en medio de las peleas de las distintas facciones existentes e, intermitentemente, de las persecuciones de los emperadores romanos, era el conjunto de los creyentes, sacerdotes y laicos, los que elegían al obispo de una diócesis (iglesias se llamaban entonces), incluida la de Roma, cuyo titular aún no había conseguido la categoría de papa. Cada facción elegía su obispo, de manera que en Roma, por ejemplo, como centro del Imperio, coexistieron en más de una ocasión obispos arrianos, donatistas, pelagianos y católicos, cada uno arrogándose el título de cristianos verdaderos. La tarea del Espíritu Santo era por aquel entonces bastante laboriosa, pues para la elección de un nuevo obispo católico, que es para el único que Él se mueve, tenía que guiar la voluntad de un buen número de individuos, cada uno de su padre y de su madre.
En el siglo IV, la facción católica logró ganarse el favor del emperador Constantino y el jefe del Imperio romano otorgó a los católicos entera libertad para la práctica de su religión, libertad que ampliaron sus sucesores Teodosio I y Teodosio II, hasta convertir esta facción en la única religión del Imperio, con la prohibición de todas las demás, así como de los cultos denominados paganos, cuya historia se remontaba a la creación de Roma. A partir de entonces, la elección del obispo romano la siguió realizando el conjunto de los fieles, pero el Espíritu Santo tuvo que mover también la voluntad del emperador, pues este se arrogó la ratificación del elegido. Esta situación perduró hasta el siglo VIII, habiendo conseguido en el entretanto el obispo romano elevarse sobre los demás obispados de la cristiandad y alcanzar la categoría de papa.
Entre los siglos IX y X, denominados por la propia Iglesia siglos de hierro, el obispo de Roma y, en consecuencia el papa, fue puesto y depuesto por las más poderosas familias romanas, así como por los reyes de los estados europeos en que, tras su caída, se había fragmentado el Imperio romano. La luchas entre unos y otros, todos cristianos católicos, fueron a menudo terribles para imponer su candidato. Parece evidente que por esa época el Espíritu Santo andaba con ganas de juerga.
En 1059, el papa Nicolás II estableció que en lo sucesivo la elección papal la realizarían sólo los cardenales obispos, si bien éstos continuaron siendo elegidos por los fieles, al menos nominalmente, ya que quienes en realidad protagonizaban la elección eran los nobles y los reyes. La norma no se aplicaría hasta casi un siglo más tarde, en 1130, con la elección de Inocencio II. En 1179, Alejandro III, estableció que el elegido tendría que contar por lo menos con los dos tercios de los votos emitidos por los electores, norma que se mantiene en la actualidad.
Estas reformas, sin embargo, no permitieron que el Espíritu Santo se tranquilizara, a pesar de que, indudablemente, habían sido inspiradas por Él. Más bien todo lo contrario. El primer cónclave oficial tuvo lugar en 1241, el jefe de la poderosa familia Orsini, Matteo Rosco Orsini, al frente del pueblo romano, encerró a los cardenales en la antigua cárcel de Septizonio, sometiéndolos a numerosas vejaciones, la principal de las cuales fue el ayuno. Da la impresión de que aquí el Espíritu Santo mostró un puntito de mala leche, pues se demoró casi dos meses en inspirar a los cardenales la elección de Celestino IV. Con esta demora, algunos de los cardenales enfermaron y murieron, circunstancia feliz para ellos, que escaparon de los sufrimientos de este mundo y, sin ningún género de dudas, alcanzaron el cielo, tantas veces soñado y anhelado.
La situación no mejoraría hasta algunos siglo más tarde. Mientras tanto, nobles y reyes siguieron influyendo en numerosos cónclaves con el fin de torcer la intención del Espíritu Santo, empeño totalmente imposible, toda vez que el resultado de la elección, sea cual sea, responde siempre a la voluntad de la Tercera Persona de la Trinidad. Uno de los cónclaves más sonados fue el iniciado en 1268 en Viterbo, bella ciudad italiana de la región del Lazio, no lejos de Roma. Aquí, en el formidable palacio papal, estuvieron encerrados los cardenales nada menos que durante tres años, los que tardaron en elegir a Gregorio X. El Espíritu Santo estuvo tan remolón que los fieles, entonces todo el pueblo, cabreados, llegaron a desmontar los tejados de palacio, de modo que los cardenales quedaron a la intemperie, sometidos a las inclemencias del tiempo. Pues ni aún así había forma de que se pusieran de acuerdo.
Con posterioridad y hasta el Concilio de Trento hubo de todo, hasta cónclaves que dieron lugar a cismas, llegando en cierta ocasión a existir tres papas simultáneamente, tan seguros cada uno de ser el verdadero que los fieles en general, completamente desorientados, no paraban de preguntarse cuál de los tres habría sido el elegido por el Espíritu Santo. La situación se prolongó durante bastante tiempo, tanto que cada uno de los papas tenían su propio colegio cardenalicio, que a la muerte de aquel elegían a uno nuevo. Da la impresión de que el Espíritu Santo estaba de vacaciones, porque no cabe pensar que estuviera en el cielo partiéndose de risa.

Fuente:
Conclave.- Rafael Ortega.
Historia de los papas.- Juan María Laboa.

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